EL MUNDO › JOHN FORBES KERRY ES EL CANDIDATO
DEMOCRATA PARA GANAR LAS ELECCIONES DE NOVIEMBRE
Otro JFK en camino hacia la Casa Blanca
El senador John Forbes Kerry se alzó ayer con la nominación del Partido Demócrata para las elecciones presidenciales de noviembre. La campaña empieza muy temprano para poder hacer frente a los recursos de la Casa Blanca.
Por Claudio Uriarte
Más que una elección fue una coronación. Apenas se supo que la candidatura de John Edwards había sido despedazada en Ohio, el crítico estado industrial del Medio Oeste que el senador de Carolina del Norte necesitaba ganar para mantener su desafío, fuentes de su campaña anunciaron que se bajaba de su carrera y que haría el anuncio correspondiente hoy. John Forbes Kerry, como todo lo que hizo desde que empezó a ganar el 19 de enero en Iowa, juega varios casilleros por adelantado: ya su campaña no era contra Edwards sino contra George W. Bush, que ayer ya se adelantó a felicitar al senador de Massachusetts cuando apenas se conocían los resultados de cuatro de las 10 consultas electorales de anoche, y si algo había de aparentemente incongruente en el desenlace es que todavía falten ocho meses para que el nuevo JFK pueda expulsar al cada vez más improbable inquilino de la Casa Blanca.
El mismo Kerry se ocupó de señalar ayer, en un notable discurso de toma de posesión de campaña, las razones de que esto sea hoy tan verosímil. “Ellos (los republicanos) no pueden hacer campaña con los empleos, con los seguros de salud, con la responsabilidad fiscal. Y han desarrollado la política exterior más inepta y arrogante de los tiempos modernos... El presidente Bush ha dicho que quiere hacer campaña con la seguridad nacional. Que lo haga...” De hecho, y por más que esto sea oratoria partidaria, es difícil ver cómo George W. podrá salirse de la encerrona electoral en que se encuentra. En las últimas semanas, las señales de pánico desde la campaña republicana han sido cada vez más inequívocas. La “máquina de atacar” republicana, en este tiempo, no pudo producir nada mejor que un supuesto adulterio de Kerry –a quien nadie le dio importancia, y que fue desmentido por todos los supuestos involucrados– y una propuesta de Bush para enmendar la Constitución para prohibir el matrimonio de los homosexuales. Esta última “idea”, que fue fustigada como divisoria por Kerry ayer, está mostrando seriamente que Bush sólo puede predicar hoy a los ya conversos: lo único que puede hacer una campaña ya anclada en la derecha es girar a la extrema derecha.
Pero incluso para los políticamente convencidos debe ser difícil entusiasmarse con cuatro años más de George W. Kerry apeló ayer directamente a lo que está pasando en este año electoral: “Millones de norteamericanos tienen miedo hoy, miedo de perder sus trabajos, o de perder sus beneficios de salud, o de perder sus pensiones... Nosotros vamos a reemplazar las dudas con la esperanza, el miedo con la seguridad... Vamos a subir el salario mínimo, y vamos a crear 500.000 nuevos trabajos... Vamos a dar marcha atrás al recorte de impuestos para los más ricos, y vamos a asegurarnos de que ningún joven o ninguna joven en uniforme se convierta en rehén del petróleo de Medio Oriente”.
Este tipo de retórica es muy inusual para Estados Unidos, y hubiera sido estigmatizada como de “guerra de clases” si la administración Bush no se hubiera asumido sin rubores como el gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos. De algún modo, la escena más significativa de ayer ocurrió antes y no durante el discurso de Kerry, en el hecho de que el orador fue presentado por Teddy Kennedy, quien es su colega de más edad en la representación de Massachusetts ante el Senado, y también el mentor político de Kerry. Por mucho tiempo, gozar del patronazgo de Teddy Kennedy hubiera equivalido al beso de la muerte en un Partido Demócrata ansioso de sacarse de encima el lastre de las acusaciones de progresismo y prosindicalismo, y de adquirir respetables vestimentas centristas. Ahora, es como si Teddy Kennedy estuviera viviendo a través de Kerry la candidatura que él no pudo encarnar. Anoche, su orgullo personal ante los resultados era imposible de disimular.
El resultado de ayer es un éxito rotundo para la fase uno de la estrategia de los jefes del Partido Demócrata, que para este año decidieron conscientemente comprimir la temporada de primarias de modo deganar el mayor tiempo y dinero posible para enfrentar el tesoro de guerra de 140 millones de dólares en posesión de la Casa Blanca. Por vía de este acortamiento de la temporada, los jefes demócratas tendieron también a pulverizar las candidaturas más endebles –como la de Howard Dean, que simbólicamente ganó ayer en su estado de Vermont, días después de haberse bajado de las primarias– dejando en su lugar la supervivencia de los más aptos: en este caso Kerry y, en la distancia, Edwards, que anoche conseguía su segunda y última victoria de la temporada al imponerse por poco en el sureño estado de Georgia. Pero esta vez los votantes no quisieron saber nada con el relativo conservatismo del senador de Carolina del Norte, quien se ha comparado con el “centrismo” de Bill Clinton. En un país tensado por la pérdida de empleos y por la guerra, el electorado está apuntando en una dirección inusual.