EL MUNDO

“Kerry no engañará en el tema de seguridad nacional”

Lo afirma el presidente del Partido Demócrata, Terry McAuliffe, en alusión a las fallas de la administración actual. Y dice que los aliados de EE.UU. no enviarán tropas a Irak hasta que Bush se haya ido.

Por José Manuel Calvo *
Desde Boston

Terry McAuliffe logró sanear las finanzas del Partido Demócrata, que preside desde 2001, hasta acabar con su deuda, y situar a esta formación con posibilidades de ganar las presidenciales del 2 de noviembre. Tras la Convención Demócrata, que ha tenido lugar la semana pasada en Boston, McAuliffe asegura que el candidato John Kerry debe convencer a los estadounidenses de que luchará para resolver sus problemas y al mundo de que no va a actuar de forma unilateral.
Los demócratas quedaron terriblemente desmoralizados después de que el Tribunal Supremo decidiera en el año 2000 que no debería haber recuentos de votos en Florida, a pesar de las irregularidades. Dos años más tarde, la victoria republicana en las legislativas de noviembre de 2002 supuso un nuevo batacazo para el partido, que se vio en la incómoda y desacostumbrada situación de no controlar la Casa Banca ni ninguna de las dos cámaras del Congreso. Se alzaron voces pidiendo la dimisión de Terry McAuliffe, elegido presidente en 2001, pero este abogado y empresario nacido hace 47 años mantuvo su proyecto y consiguió conectar a la dirección con las bases y los votantes para tener más y mejor información sobre los problemas y la financiación y multiplicar los ingresos, hasta el punto de que, por primera vez en su historia, el partido no tiene deudas.
–¿Qué fue de aquel desarbolado y triste partido de hace tres años?
–Hace tres años, este partido tenía millones y millones de deuda, no contaba con archivos sobre los votantes, una sede central vieja e inadecuada... Hoy tenemos 70 millones de dólares en el banco, un sistema informatizado con 175 millones de nombres de votantes, una sede reluciente con los últimos avances pagada con dinero contante y sonante... Somos un partido nuevo, y ése es el cambio que ha habido en los tres últimos años.
–¿Cómo lo ha hecho?
–Cuando me hicieron presidente, en febrero de 2001, me propuse reconstruir este partido, de arriba abajo.
–Se ha repetido en Boston que los demócratas no habían estado nunca tan unidos...
–Es verdad. Nunca en su historia. Todo el mundo –desde el presidente Clinton hasta el senador Kerry– reconoce que este partido nunca había estado en un momento tan bueno como éste.
–Pero buena parte de esta unidad procede de un sentimiento muy extendido en contra del presidente Bush. ¿Es esto suficiente para convencer al país, suficiente para ganar unas elecciones?
–No, no. Tenemos que conseguir que no sólo haya un sentimiento anti Bush, sino que eso se convierta en un movimiento pro Kerry. Y ése fue precisamente el objetivo de esta convención: dejar claro lo que John Kerry va a hacer para crear empleo, para resolver los problemas de la educación y la atención sanitaria, y para tener una política exterior basada en el mutuo respeto con los aliados. Kerry jamás engañará a los norteamericanos o a nuestros amigos en el mundo con asuntos relacionados con la seguridad nacional.
–Parece que todos los demócratas votarán por Kerry. Y los republicanos, ¿lo harán por Bush o habrá abstención?
–Bueno, usted ya habrá escuchado, como yo, que hay muchos republicanos que apoyan a Kerry porque dicen que no podrían soportar otros cuatro años de Bush. Creo que los republicanos moderados lo abandonarán, porque su política ha fracasado. El ha fracasado como presidente ante la opinión pública de este país y habrá muchos que respaldarán a Kerry.
–El Partido Republicano acusa a Kerry y esto ha hecho mella en el electorado, de variar con demasiada frecuencia sus opiniones.
–Eso ocurre porque Bush se ha gastado 80 millones de dólares engañando a la gente sobre el historial de Kerry. A medida que se conozca más lo que Kerry ha hecho por este país, la gente sabrá qué posición ha tomado en cada ocasión, conocerá sus servicios y sus compromisos. ¿Sabe usted? Yo creo que los ciudadanos quieren –y entienden– que sus líderes cambien cuando los tiempos cambian. Una cosa que no gusta de Bush es su rigidez, que no varía sus opiniones: el mundo cambia, y yo quiero un líder mundial dispuesto a cambiar, que entienda la nueva dinámica de los tiempos... Kerry es un candidato que discute sobre los problemas, que está dispuesto a ver los diferentes ángulos y que está abierto al cambio si las circunstancias lo justifican.
–¿Qué es lo que Kerry ofrece a los norteamericanos?
–Kerry se ha comprometido a crear 10 millones de empleos en su primer mandato, a hacer recortes fiscales por valor de 225.000 millones para el 90% de los contribuyentes, a financiar sus iniciativas sobre educación y a desarrollar una política exterior basada en el mutuo respeto. El lema de esta convención es el de Kerry: tenemos que ser más fuertes aquí y más respetados en el mundo.
–La imagen de EE.UU. en el exterior ha conocido tiempos mejores.
–Así es. El gobierno de Bush no ha sido claro ni con los norteamericanos ni con los líderes internacionales, con lo que nuestro prestigio se ha deteriorado en todo el mundo. Este prestigio será restaurado cuando John Kerry tome posesión el 20 de enero de 2005.
–Kerry mantendrá las tropas en Irak, ¿no?
–Sí, se mantendrán las tropas, pero con más asistencia de soldados extranjeros. Hay que garantizar que hay una verdadera coalición internacional. Ahora mismo tenemos a 138.000 soldados, y la coalición sólo 20.000. Tenemos que aumentar la presencia internacional y reducir la de EE.UU., acercar más esos números. Y todo el mundo debería colaborar en la distribución de esta carga. Pero nuestros aliados no enviarán tropas hasta que Bush se haya ido.
–¿Cómo ve los próximos 100 días? ¿Cómo ve el 2 de noviembre?
–Mi visión del 2 de noviembre es que va a haber una espectacular victoria de Kerry. Y en los próximos 100 días, este partido va a actuar como si cada día fuera el día de las elecciones. Vamos a trabajar para conseguir hasta el último voto, todos los días. No vamos a descansar, porque de estas elecciones depende que se salve este país y que se salve el mundo. No podemos permitirnos el lujo de tener otros cuatro años de Bush.
–Da la impresión de que los demócratas se han dado cuenta de que sin el voto hispano no van a ganar, y se han volcado en intentar superar el porcentaje conseguido hace cuatro años.
–No hay victoria posible sin la comunidad hispana. Tuvimos el 66% en 2000, y George Bush ha sido hostil hacia los intereses de los latinos: el desempleo les afecta más que a la media, se han cortado fondos para iniciativas educativas dedicadas a niños de esa comunidad. Por eso creo que elevaremos nuestro porcentaje, por el mal trato que Bush les ha dado.
–¿Pero tanto como para alcanzar el 75% del voto hispano, como ha dicho la congresista Loretta Sánchez?
–A mí me gustaría mucho. Lo que estamos haciendo, en todo caso, es intensificar el papel de los latinos en el partido. El presidente de la convención es Bill Richardson, gobernador de Nuevo México; cambiamos el calendario de las primarias para facilitar la incorporación de los hispanos; dos de los debates presidenciales serán en Arizona y Nuevo México, para subrayar la importancia de los latinos; hicimos por primera vez una respuesta en español al discurso sobre el estado de la Unión... Este partido realmente se está volcando en llegar a la comunidad, y en esta convención ha habido más delegados hispanos que en ninguna otra antes.
–¿Qué piensa del debate sobre la dificultad de integración de los latinos en la sociedad norteamericana?
–No hay dificultades en absoluto. Esto es América, la tierra de los inmigrantes, y todo el mundo que viene a este país debe ser tratado igual e incorporado a la sociedad. Yo no veo ningún problema relacionado con la integración de la comunidad latina, en absoluto. Lo que tenemos que hacer, porque está en los cimientos de esta nación, es garantizar que este país es abierto, que es justo y que trata a todo el mundo de igual manera.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Terry McAuliffe en la apertura de la convención.
 
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