EL MUNDO
Cómo quedó Mesa tras quince días de renuncias interruptus
Después de dos semanas de confrontación, ayer fue un día de análisis y reflexiones. Es cierto que la tensión bajó, pero la inestabilidad seguirá y no está claro en qué posición queda el hoy debilitado Carlos Mesa.
Por Pablo Stefanoni
Desde La Paz
Después de haber llegado a su pico, la tensión pareció bajar ayer en Bolivia, luego de casi dos semanas de una saga en la que el jefe de Estado envió su renuncia al Parlamento y, a los pocos días, presentó una ley para adelantar las elecciones, agobiado por los conflictos políticos y sociales. Ambas iniciativas fueron rechazadas de plano por los congresistas, que instaron al mandatario a “asumir su responsabilidad y dejar de sumir al país en la incertidumbre”. Sin embargo, la pregunta que circulabaen el país andino –tanto en la calle como en los medios– es en qué condiciones se queda Carlos Mesa. Si bien los bloqueos desaparecieron del horizonte inmediato, los problemas siguen intactos y el acuerdo nacional, que ocupa gran parte de los discursos políticos, no pasa de ser una abstracción, especialmente considerando el inédito nivel de enfrentamiento alcanzado entre el Congreso y el Ejecutivo, a pocos días de haber firmado un pacto de gobernabilidad.
Analistas y representantes políticos y sociales coinciden en que la autoconfirmación de Carlos Mesa en el sillón presidencial no acaba con la incertidumbre y que el ex periodista fue uno de los “perdedores” de la crisis política e institucional de las últimas semanas. La sensación es que el jefe del Ejecutivo ha gastado todos sus cartuchos –que lograron descolocar temporalmente a sus rivales– y que, finalmente, “tendrá que gobernar”. Consultado por Página/12, el economista Carlos Toranzo pronosticó “un gobierno débil y una gobernabilidad frágil”. Aunque se consuela: “Lo que queda como lección de la crisis es que el presidente sabe que tendrá que trabajar con el Congreso y este último sabe que no tiene legitimidad social; por eso ambos poderes están forzados a convivir”. En un parco discurso en la noche del jueves, Mesa anunció que “no abandonará a los bolivianos” y que no rehuirá su responsabilidad de quedarse al mando del país. Su “comunicado” de ocho minutos, pronunciado en el Salón Rojo del Palacio Quemado, estuvo lejos de los anteriores –y mucho más emotivos– mensajes a la nación. Sólo aseveró que completará su mandato y que una sucesión constitucional, “carente de la legitimidad del voto”, no solucionaría la crisis actual.
“Mesa se convirtió en su propio problema, quiere ser presidente sin asumir los costos, sin gobernar”, dijo el analista político Jorge Lazarte, consultado por Página/12. “El dice que no lo dejan gobernar, pero no se ve cómo va a revertir esta situación; los conflictos y los bloqueos son parte de la vida cotidiana del país”, continuó. Entretanto, para el sociólogo Alvaro García Linera, la única chance para el gobierno “es intentar articular la agenda de los movimientos sociales del occidente del país con la de las elites del oriente, ya que no se trata de un presidente con la ‘personalidad’ para polarizar contra uno u otro sector”.
En este contexto, pocos apuestan al éxito de un “gran acuerdo nacional”. “Aún no se sabe si el acuerdo es con los movimientos sociales, en torno al tema de los hidrocarburos, con los partidos con representación congresal o con las fuerzas emergentes en las pasadas municipales, y en qué condiciones”, dice Toranzo. “Lo del acuerdo es sólo un sentimiento difuso de respuesta a la desagregación del país”, explica Lazarte: “Hace años que el país está, infructuosamente, detrás de esa idea”.
Otro actor de esta crisis fue el Movimiento al Socialismo, liderado por el jefe de los cocaleros, Evo Morales. Este partido de base sindical en los últimos meses dejó de ser un “factor de estabilidad” para volver a ocupar las calles. Las opiniones están divididas sobre los posibles efectos de este giro sobre las chances presidenciales de Morales. “El MAS también salió estropeado de esta crisis –dice Lazarte–; perdió lo que intentó avanzar entre las clases medias moderando su discurso.” Desde otra postura ideológica, Raúl Prada difiere de este análisis: “Los únicos aliados del MAS son los sectores sociales, especialmente del campo. Nunca va a ganar a las clases medias-medias ni medias-altas. Quienes votaron por este partido en las ciudades en 2002 fueron sectores juveniles y sectores medios pauperizados seducidas por su discurso ‘radical’; intentar atraer a los primeros es una batalla perdida”, razona el analista.
Sin embargo, en lo que unos y otros coinciden es en que, con su giro a la izquierda, Evo Morales logró “soldar su relación con los movimientos sociales” y conseguir un empate en la Ley de Hidrocarburos. “En el último bloqueo en el Chapare, de una contundencia pocas veces vista, un elemento de primer orden es la utilización de las alcaldías conquistadas por el MAS como un recurso para potenciar los bloqueos”, agrega García Linera, lo que habla de la consolidación territorial de este movimiento de base cocalera.
Por el momento, entre tantos dilemas, el contexto social ha dado una nueva tregua a Carlos Mesa. Lo que todos se preguntan es si esta vez sabrá aprovecharla.