EL MUNDO
› ALTERNATIVAS PARA DESIGNAR AL REEMPLAZANTE DE BASEOTTO
Con los tiempos vaticanos
El embajador ante el Vaticano, Carlos Custer, ratificó que la decisión de separar al obispo castrense Antonio Baseotto es “irreversible”, pero advirtió que esto no altera la relación de Estado a Estado.
› Por Nora Veiras
La primera visita del presidente Néstor Kirchner al Vaticano está motivada por el protocolo: la asunción, el próximo domingo, del nuevo papa Benedicto XVI. Fuera del protocolo permanece la tensión por la decisión de quitarle el respaldo del Estado al obispo castrense Antonio Baseotto, por haber sugerido colgarle una piedra al cuello y tirarlo al mar al ministro de Salud, Ginés González García, quien se había pronunciado a favor de la despenalización del aborto. El embajador argentino en la Santa Sede, Carlos Custer, ratificó ayer que esa decisión es “irreversible”, pero dijo que el conflicto se encuentra en “un paréntesis”, aunque este problema no compromete “las relaciones institucionales” entre ambos Estados. La designación del ultraconservador Josef Ratzinger como sucesor de Juan Pablo II aumenta las chances de encontrarle a Baseotto un destino en algún lugar del Vaticano.
El clímax del enfrentamiento entre el Gobierno y la Iglesia se produjo con el decreto que le quitó el reconocimiento estatal a Baseotto y dejó sin efecto su rango de subsecretario de Estado y en consecuencia su salario de 5000 pesos. En la fundamentación, Kirchner recordó la desafortunada metáfora del obispo en un país en el que durante la represión ilegal se tiró a personas secuestradas vivas al mar. Para conjurar males mayores el nuncio apostólico, Adriano Bernardini, y el Gobierno encauzaron entonces una negociación silenciosa tendiente a sacar el tema de la primera plana de los medios. La muerte de Juan Pablo II contribuyó a bajar la tensión, pero las conversaciones continúan.
Dos fórmulas se barajan para encontrarle una salida al conflicto que llevó incluso al vocero de Juan Pablo II, Joaquín Navarro Valls, a decir que en la Argentina peligraba la libertad religiosa: una es designar a un obispo coadjutor, que es aquel que cumple las funciones del titular pero tiene un rango inferior, otra es que el Gobierno elija a un titular de una terna elaborada por la Iglesia. En algunos despachos oficiales aseguran que esos nombres ya están en manos de Bernardini y que quien tiene más posibilidades es “un obispo moderado que actualmente ocupa una diócesis del conurbano bonaerense”. En rigor, otra posibilidad es que se le extienda la jurisdicción castrense a otro prelado, como ocurrió en su momento con el entonces cardenal primado de la Argentina Antonio Quarracino. El tema es que para definir la sucesión la Iglesia tiene que encontrarle antes un destino a Baseotto: el relevo de un obispo es atribución exclusiva del Vaticano más allá de la particularidad de este caso.
En el Edificio Libertador evalúan como más peligrosas otras consecuencias desatadas al interior del Ejército a partir del caso Baseotto. Por boca del jefe de la Armada, Jorge Godoy, en la Rosada se enteraron de la intención de Baseotto de oficiar una misa en la capilla Stella Maris al día siguiente de la muerte de Juan Pablo II, el pasado 3 de abril. Gestiones oficiosas permitieron convencer al obispo de no reavivar la polémica, más aún cuando entre los activos feligreses figuraban integrantes del Foro de Generales Retirados y sectores movilizados a partir de las cartas de lectores de María Cecilia Pando, esposa del mayor Rafael Mercado, en solidaridad con Baseotto y en contra de Kirchner.
Pando escribió tres cartas. La primera se la envió directamente al Presidente y decía que “creía yo que los tiempos de la monarquía absoluta habían terminado, pero parece que en Argentina la cosa no es así. Usted no es nadie... sí, lo repito nuevamente... usted no es nadie (aunque esto pueda golpear su evidente complejo de inferioridad) para remover a un digno sucesor de apóstoles”. Las otras dos las publicó en La Nación y no se privó de reivindicar el terrorismo de Estado ante cada micrófono que la convocó. El jefe del Ejército, Roberto Bendini, aplicó a rajatabla el Código Militar y ordenó el arresto de su marido por esos dichos. Ante las críticas por coartar la libertad de expresión, Kirchner dejó sin efecto la sanción.
Anteayer, Pando cosechó una misiva solidaria de María E. Tölke de Zemborain “como hija de un oficial del glorioso Ejército de San Martín y Belgrano” en la misma tribuna de doctrina. Desde el Gobierno observan esos movimientos, nunca creyeron que los dichos de Baseotto fueran el detonante para que estallen grupos recalcitrantes no ya de retirados sino de oficiales jóvenes –Mercado tiene apenas 41 años–. Un alerta que pone en evidencia los déficit en la formación democrática de las nuevas camadas.
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