EL MUNDO
El cholo neoliberal que quiso ser como De la Rúa
Le faltan cuatro años para terminar su mandato y su popularidad ya se arrastra en un misérrimo 15 por ciento. Esta es la historia de Alejandro Toledo, que esta semana trató de cambiar su destino.
Por Carlos Noriega
Acosado por las demandas sociales que exigen una mejora económica que no llega; puesto contra la pared por las protestas callejeras (que ya han dejado dos muertos) contra las privatizaciones y la política económica neoliberal que viene implementando desde que llegó al gobierno pese a sus promesas electorales en contrario; presionado para que empiece a cumplir la larga lista de ofrecimientos hechos al calor de la campaña (como aumentos de sueldos y todo tipo de obras); agobiado por una sucesión de escándalos, que van desde denuncias de presiones a medios de comunicación hasta el resurgimiento del interminable asunto de una supuesta paternidad negada, pasando por la autodesignación del sueldo presidencial en nada menos que 18.000 dólares mensuales; cuestionado por su estilo dubitativo de gobernar y por sus costumbres privadas, muy cercanas al whisky etiqueta azul y a las frivolidades del poder según la percepción ciudadana, y presionado por su propio partido, que le exige más presencia en el gobierno; un debilitado Alejandro Toledo cumplirá en dos semanas su primer tormentoso año en el poder, de los cinco para los que fue elegido. Y lo hace en medio de una grave crisis política, que lo ha obligado a cambiar su gabinete ministerial, y con su popularidad en caída libre: las últimas encuestas le dan a su gestión una aceptación de apenas el 15 por ciento.
Una sensación de carencia de liderazgo y de ingobernabilidad ha comenzado a envolver al gobierno de Toledo. En los pasillos políticos y en las calles se debate si Toledo podrá llegar como presidente hasta el 2006, cuando vence su mandato. Por ahora, las apuestas están divididas. En diálogo con Página/12 cuando todavía era candidato y luchaba contra el régimen autoritario del ahora prófugo Alberto Fujimori (a quien comparaba con Carlos Menem), Toledo confesó que el entonces presidente argentino Fernando de la Rúa era uno de sus referentes políticos y que soñaba seguir su camino. Sin duda, ahora el presidente peruano ya no diría lo mismo, pero la figura de De la Rúa se le vuelve a presentar, pero esta vez como una terrible pesadilla y un fantasma que lo atormenta cada día que mira cómo su gobierno se hace más impopular y más débil. El reciente cambio de gabinete es un intento de revertir esta crítica situación y tratar de evitar el desmoronamiento del régimen toledista. Casi como pidiendo una segunda oportunidad, Toledo ha calificado este cambio como “un relanzamiento” de su gobierno y en un esfuerzo por acallar las críticas y protestas que lo abruman ha prometido “acercarnos más al pueblo, escuchar sus demandas”. Las salidas del presidente del gabinete, Roberto Dañino, y del ministro de Economía, Pedro Pablo Kuczynski, han sido interpretadas como un retroceso del sector más ortodoxamente neoliberal. Ambos tenían niveles de desaprobación cercanos al 70 por ciento. Sin embargo, el sucesor de Kuczynski, el economista Javier Silva Ruete –quien ya ejerció ese cargo durante el gobierno de transición de Valentín Paniagua– está lejos de representar una ruptura con el neoliberalismo. A lo sumo, podría personificar algo más de flexibilidad que la que tuvo el rígido banquero Kuczynski y mayor habilidad política en la aplicación del mismo modelo. Como presidente del gabinete, Toledo se decidió, después de muchas consultas y dudas, por el congresista y ex secretario general de su partido Perú Posible, Luis Solari. Con esta designación busca calmar las demandas de sus bases que le exigían mayor presencia en el gobierno. Pero esas bases también le exigen trabajo en la administración pública, un derecho que creen haber ganado en las urnas. Las solicitudes por un puesto de trabajo ya han empezado a llenar las oficinas de Solari. De otro lado, la designación de Allan Wagner como ministro de relaciones exteriores es un puente que Toledo le tiende al APRA, el partido del ex presidente AlanGarcía (1985-90) y la primera fuerza de oposición en el Congreso, en busca de calmar sus críticas y conseguir una tregua que lo ayude a respirar más tranquilo. Wagner fue canciller durante tres años en el gobierno de García. Sin embargo, ese puente podría volar rápidamente por los aires si no se produce un cambio en la política neoliberal que García cuestiona cada vez que tiene la oportunidad de pararse frente a una cámara. Apenas jurado el nuevo gabinete volvió a exigir ese cambio.
En opinión del sociólogo Carlos Franco, del Centro de Estudios Peruanos (CEDEP), el nombramiento de Silva Ruete “no significa una suerte de retiro de las opciones neoliberales; el nuevo ministro de Economía no va a llevar a cabo una política de cuestionamiento del modelo neoliberal”. Si esto es así y el cambio de gabinete termina siendo sólo un cambio de nombres para mantener lo fundamental del modelo, el llamado “relanzamiento del gobierno” hecho a partir del nuevo gabinete podría desvanecerse rápidamente en medio de nuevas protestas sociales. A esto se agrega que todas las encuestas anuncian una derrota abrumadora del gobierno en las próximas elecciones municipales y de los nuevos gobiernos regionales que se realizarán en noviembre, algo que complicaría aún más la estabilidad de Toledo. Con la formación de un gabinete que ha calificado como “más político”, y también más partidario, el presidente peruano cree haber encontrado la fórmula para evitar que esa derrota sea tan aplastante como se anuncia. Pero para Franco la salvación de Toledo pasa por un único camino: el cambio del modelo económico. “La continuidad del modelo económico neoliberal nos va a llevar a situaciones difícilmente controlables por el gobierno y nos vamos a enfrentar a situaciones sumamente complejas y delicadas”. “Si de algo estoy convencido es de que el gobierno no podrá sostenerse si continúa con la política económica actual”. ¿Y cree que el gobierno sea consciente de esto y esté dispuesto a cambiar? “Mi intuición es que el gobierno no parece dispuesto a hacer los cambios suficientes, tal vez porque no termina de comprender la lección que le ha dado la gente a lo largo de este año.” Cuando era candidato Toledo quería ser como De la Rúa; tal vez termine cumpliendo ese deseo.