EL MUNDO › OPINION
Caen los dominós
Por Claudio Uriarte
Después del payaso, viene el dueño del circo. Esa es una posible lectura de la sucesión de dos ilustres visitantes al Cono Sur: el insignificante secretario de Estado adjunto para Asuntos Hemisféricos Otto Reich y el cuasi todopoderoso secretario del Tesoro Paul O’Neill, quien desembarca en el país el 1º de agosto. El envío de O’Neill marca una escalada de la preocupación (o bien una salida de la despreocupación) respecto a la crisis regional, pero el secretario llega demasiado tarde económicamente, y su único objetivo razonable puede ser dar un aval político a Brasil frente a los mercados: vendrá a Argentina porque diplomáticamente no tiene más remedio, pero el cordón sanitario que trató de descorrer en torno a este país ya fracasó. Ahora tratará de hacer que su viaje a Brasil borre el resultado de sus imprudentes declaraciones contra la ayuda a ese país, y sus jefes deberán rezar para que el hombre de aluminio no se vaya de lengua una vez más. Pero ayuda no habrá: la crisis regional ya es irremontable para la enferma economía norteamericana.
En realidad, se trata de un dato más de que el piloto automático en que se ha convertido la política estadounidense hacia América latina (¿existe tal cosa?) va a la deriva. En Bolivia, donde la campaña de erradicación de cultivos de coca ha sido un éxito sólo comparable al desastre que produjo en la economía campesina, el gran garrote verbal del embajador Manuel Rocha se le volvió en contra: gran parte de la gente volvió a defender a Perón contra Braden, a Evo Morales contra Gonzalo Sánchez de Lozada. En Perú, Alejandro Toledo, un cholo reestructurado por el Banco Mundial, entró en crisis con la población en su campaña de privatización eléctrica y debió echar a sus ministros neoliberales; el socialdemócrata Alan García lo está sosteniendo como la soga al ahorcado. En Colombia, las FARC están escalando su ofensiva contra el gobierno aún no juramentado del antiguerrillero Alvaro Uribe, apostando a que Estados Unidos no va a darle el dinero que necesita para su ambicioso plan de reestructuración militar. De hecho, estos tres países y Ecuador tienen suspendida el Acta de Preferencias Arancelarias Andinas con que Washington recompensa los esfuerzos de erradicación de cultivos, y es dudoso que George W. Bush presione seriamente para restaurar su vigencia en un año de elecciones y escándalos económicos empresarios. En todos estos países hay intereses energéticos estratégicos para Estados Unidos; sin embargo, y de momento, todo lo que puede hacer Washington es cruzar los dedos para que los dominós no sigan cayendo.