Martes, 27 de febrero de 2007 | Hoy
EL MUNDO › LA INTELECTUALIDAD QUE ALGUNA VEZ FUE DE IZQUIERDA
Por Eduardo Febbro
Desde París
Las curvas cambiantes de los sondeos de opinión pueden ocupar el lugar del debate y los intelectuales, volverse una suerte de séquito agitado que ofrece un retrato penoso de lo que alguna vez fue esa figura histórica del “intelectual francés”. La campaña electoral para las presidenciales es un constante vals de encuestas de opinión que han ido instalándose en el terreno de la confrontación política. La pobreza temática parece el signo de una elección marcada también por una inversión de los polos: los antaño intelectuales de izquierda protagonizan una alternancia política inédita y optan por votar a favor del candidato conservador Nicolas Sarkozy.
Los intelectuales encargados de pensar no piensan sino que eligen públicamente entre uno u otro candidato o, en algunos casos, someten al elector a un ejercicio delirante de autoflagelación y hasta de odio hacia el mismo sistema democrático objeto de la reflexión. Entre ellos se distingue un grupito de nuevos reaccionarios; aunque de nuevos no tengan nada se los llama así porque, excepto uno de ellos, el resto eran antes de izquierda o de extrema izquierda. Pero desde hace algunos años se han pasado a la derecha: están a favor de la guerra en Irak, George Bush y antes de que la enfermedad lo neutralizara, el ex premier israelí Ariel Sharon era, para ellos, el mejor interlocutor de los palestinos.
Desde luego, estos ex gauchistes convertidos al neoconservadurismo de ultramar votan por Nicolas Sarkozy, el ministro de Interior y candidato de la conservadora UMP. Bernard-Henri Lévy, Alain Finkielkraut, Max Gallo, André Glucksmann, Alain Minc, Pascal Bruckner y el eximio sobreviviente de todas las revoluciones que promovió en América latina en sus años jóvenes, Régis Debray, forman el núcleo de esa compacta tribu. El apodo de nuevos reaccionarios se los pegó el sociólogo francés Daniel Lindemberg. En un polémico libro, Lindemberg los definió así: “viejos progresistas y nuevos reaccionarios” que están en contra de la cultura de masa, la democracia, el feminismo, el antirracismo, de las sociedades mestizas, del Islam, de la igualdad, de las reivindicaciones de las minorías y del respeto estricto del derecho. Las sociedades ultrapoliciales, la cultura de la empresa y del éxito, la cruzada antiterrorista y sus abusos y el drama inacabable de los refugiados iraquíes no provocan en ellos más que un atragantamiento silencioso.
Thierry Pech, sociólogo especialista en la Justicia, argumenta que el grupito de ex gauchistes está buscando una suerte de padre sustituto: “Buscan un hombre providencial y por ello adhieren al voluntarismo en lo que tiene de más naïf y peligroso”. La derechización de esos intelectuales es, por extensión, la del electorado de esas mismas edades, 45-60 años. El historiador Benjamín Stora comenta: “El público de esos intelectuales que están en todos los medios son los profesores de 50 años que tienen miedo de los chicos que vienen de los suburbios”.
Votar por Nicolas Sarkozy o Ségolène Royal no es ni un defecto ni una cualidad. Lo poco virtuoso está más en la trayectoria de estos intelectuales que en la posición política que adoptaron a la edad madura: la tribu de los arrepentidos tiene generales de muchos galones: André Glucksmann, un ex “nuevo filósofo”; Régis Debray, un ex revolucionario que siguió al Che a Bolivia y que escribió, entre algunas perlas del canto revolucionario, “Revolución en la revolución” para luego unir su alma al catolicismo y llamar a votar por el presidente Jacques Chirac en 1995; Pascal Bruckner, un teórico de la liberación sexual y más tarde gran impugnador de la culpabilidad del hombre blanco; Max Gallo, escritor y ex portavoz del gobierno del presidente socialista François Mitterrand; Alain Finkielkraut, furioso contestatario que pasó a decir barbaridades como que Europa se burlaba de Francia porque en la selección francesa de fútbol había muchos jugadores negros; Marc Weitzman, escritor, ex periodista de los Inrockuptibles, hoy aliado a Sarkozy porque su discurso es “más coherente y más estructurado”; Alain Soral, ex ensayista marxista y en estos días miembro del equipo de campaña del candidato de la extrema derecha, Jean-Marie Le Pen: “Si Marx estuviese vivo llamaría a votar por Le Pen” (frase de Soral). La galería de retratos es extensa y sus condimentos se repiten con líneas de vidas similares que conducen a constatar la derechización de la inteligencia de izquierda.
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