EL MUNDO › SUBRAYADO

Preludio a una masacre

 Por Claudio Uriarte

Las negociaciones de paz entre el gobierno colombiano de Andrés Pastrana y la guerrilla de las FARC nunca tuvieron la menor chance de desembocar en otro claro que al que han llegado ahora: el preludio para un baño de sangre calculado desde ambas partes con la lógica de que cuatro años que se pasan negociando también pueden pasarse acumulando armas y efectivos, y mejorando el entrenamiento de estos últimos. Desde ambos frentes, las fuerzas no son las mismas que tres años atrás, en la apertura oficial de la “zona desmilitarizada”: el Ejército ha sido mejorado con entrenamiento y equipo norteamericanos, además de aumentar sus dotaciones; la guerrilla ha tenido el tiempo y el espacio de un país para acumular un arsenal cuyo potencial se desconoce, pero que, después de la revelación de los vínculos de las FARC con el IRA irlandés, parece incluir ahora las ciudades dentro de su campo principal de operaciones.
La precipitación de la crisis tiene varios ingredientes. Uno, la recategorización por EE.UU. de casi todos los movimientos armados como “terroristas” después de los atentados del 11 de setiembre contra Nueva York y Washington. Otro, el desgaste hasta la inanición de la iniciativa política negociadora de Pastrana, un pobre hombre bienintencionado entre fuerzas que definitivamente lo superaron. Un tercero, el cansancio de la población con la falta de resultados. Otro, la constante labor de zapa de las Fuerzas Armadas contra las renovaciones permanentes por Pastrana de la zona de santuario. Otro, los intentos de las FARC de expandir el área bajo su control, contestada desde el gobierno con el reforzamiento de la vigilancia en la “frontera”. Y, por último –pero al menos tan importante como cualquiera de los elementos señalados– el hecho menos observado, y quizás el que contiene la clave de los próximos movimientos: el crecimiento del poder de los paramilitares y su extensión al sur del país –donde se encuentra la “zona desmilitarizada” de 42.000 kilómetros cuadrados de extensión– como un informal pero potencialmente decisivo “ayudante de campo” del Ejército en la lucha contra las guerrillas, más allá o más acá de la finalización del mandato de Pastrana este año, más allá o más acá del programa –hoy, casi unánimemente antinegociador– del candidato que lo suceda. En esta nueva Colombia habrá lucha en las ciudades así como en el campo; el terreno para las atrocidades ha sido preparado y abonado con tiempo y sólo resta saber cómo y cuándo entran los distintos actores a la masacre que se avecina.

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