EL PAíS › UNANIME MALESTAR DE OBISPOS POR CASELLI

Con todos en contra

La vuelta de Esteban Caselli a la Secretaría de Culto, que ya ejerció bajo Menem, causó unánime rechazo entre los obispos, que ya lograron que continúe el embajador en el Vaticano.

 Por Washington Uranga

El 2 de enero por la mañana Eduardo Duhalde se aprestaba a recibir la banda y el bastón, atributos de poder que la Asamblea Legislativa le había conferido la noche anterior. En medio de las confusiones y de las corridas del momento, Esteban Juan Caselli encontró la manera de transmitirle al flamante Presidente los buenos augurios para su gestión, enviados por el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Angelo Sodano. Era el primer golpe de efecto. Caselli se había levantado temprano para hablar con su encumbrado amigo romano, el segundo en la jerarquía vaticana. En las negociaciones del día anterior ya se había acordado que Carlos Ruckauf recibiría un fast track para dejar la provincia de Buenos Aires camino a la Cancillería. Además de darle su versión sobre la Argentina, Caselli aprovechó para acercarle una buena noticia a su socio y amigo Sodano: el nuevo canciller lo sentaría en el sillón de la Secretaría de Culto. El “obispo” Caselli estaba feliz. Sodano también. Duhalde firmó y al día siguiente Caselli tomó posesión del despacho de Culto.
“Nunca vi que alguien lograra tanta unanimidad en el episcopado,” dijo uno de los obispos que al comienzo de esta semana participaron de la reunión extraordinaria de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal. Antes de que el interlocutor pudiera indagar sobre la identidad de quien había logrado semejante milagro, el obispo completó su frase: “Todos están indignados por el nombramiento de Caselli”. ¿Todos? preguntó el casual interlocutor, también amplio conocedor de las cuestiones internas de la Iglesia. “Todos, no te quepa la menor duda”, repitió el obispo.
Lo cierto es que a los mismos obispos que están poniendo sus mayores esfuerzos para colaborar con una convocatoria amplia y pluralista hacia una concertación nacional y han tenido por ello un diálogo fluido con Duhalde, les resulta no sólo molesta sino contradictoria la designación de Caselli al frente de Culto. En primer lugar porque es habitual que antes de proceder a ese nombramiento, cualquier gobierno haga al menos consultas informales con la jerarquía de la Iglesia Católica, la comunidad religiosa más importante del país. Eso no ocurrió en este caso. Pero lo más irritante es que durante los casi tres años –del 18 de marzo de 1997 al 10 de diciembre de 1999– que Caselli fue embajador en la Santa Sede, se encargó de desairar y “puentear” a los obispos argentinos todas las veces que pudo, utilizando sus complicidades con Sodano.
Por entonces, la nueva conducción de la Conferencia Episcopal encabezada por el obispo Estanislao Karlic arreciaba con su crítica a la política económica generadora de pobreza. Carlos Menem nunca se dio por enterado y prefirió rodearse de una decena de obispos “menemistas” y amigos, liderados por el por entonces cardenal de Buenos Aires, Antonio Quarracino. Mientras Karlic y los suyos criticaban, los “obispos amigos” batían palmas en favor de Menem y recibían subsidios del Estado. Caselli completaba la tarea logrando que su socio Sodano –el eclesiástico más cercano al Papa– equilibrara ante Juan Pablo II la visión crítica de la realidad social que transmitían a Roma los obispos argentinos. En la Iglesia se suele decir que “de Roma viene lo que a Roma va” y, por lo tanto se puede presumir que las apreciaciones que hace el Papa sobre un país son expresión del pensamiento mayoritario del Episcopado local. No era así con Caselli. A tal punto que mientras los obispos argentinos se preocupaban por el desempleo y la pobreza, la dupla Sodano-Caselli lograba para Menem cartas de saludo y felicitación de Juan Pablo II.
Una de las primeras decisiones que tomó Ruckauf como canciller fue comunicarle al embajador argentino ante la Santa Sede, Vicente Espeche Gil, que hiciera las valijas y retornara a Buenos Aires. Además de ser undiplomático de carrera, Espeche Gil es un hombre de absoluta confianza del Episcopado, a tal punto que llegó a ocupar el cargo de Director del Departamento de Laicos de la Conferencia Episcopal. Si algo necesitaba Caselli para lograr la unanimidad en contra, fue la noticia del fin de la misión de Espeche Gil en Roma.
El lunes pasado, en la sede de la Conferencia Episcopal el tema Caselli estuvo en boca de todos los obispos. Poco antes de que Karlic y su comitiva partieran hacia la Rosada, desde la propia casa de gobierno un colaborador muy cercano a Duhalde les hizo saber a los obispos que “si le presentan el tema Caselli” el Presidente “los va a escuchar”. Por de pronto, los obispos habían pedido estar “a solas con Duhalde”, sacando de escena al secretario de Culto, que naturalmente se sienta junto al mandatario en una reunión con los interlocutores propios de su área. Caselli no estuvo y Duhalde escuchó el malestar de los obispos. También hablaron de Espeche Gil. Pocas horas después, en la madrugada de Buenos Aires, el vicecanciller Jorge Faurí se comunicó telefónicamente con Espeche Gil en Roma para decirle que desarmara la valijas: Duhalde lo había confirmado en el cargo. ¿Y Caselli? “Esa es otra pulseada, pero es cuestión de tiempo”, comentaron en la Rosada.

Compartir: 

Twitter

Caselli era el filtro entre el Papa y Menem, y lograba que no se tomaran los informes sobre pobreza.
 
EL PAíS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.