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“Tenemos una relación incestuosa con el teatro”

Cinco dramaturgos, reunidos por el ciclo de Canal (á) “La lengua suelta”, debaten sobre las tendencias actuales de la escritura teatral.

 Por Silvina Friera

Para Tadeusz Kantor, el teatro “no necesitaba del aporte de la literatura”. Esta polémica definición reanimó una antigua discusión -quizás sin sentido– sobre si la dramaturgia merecía pertenecer a las ligas mayores de la literatura. Mauricio Kartún, Vivi Tellas, Griselda Gambaro, Juan Carlos Cernadas Lamadrid y Alejandro Tantanian coinciden en señalar que esta aparente dualidad ha sido superada, que la dramaturgia forma parte indiscutida de la literatura, al menos en la Argentina. En “La lengua suelta”, programa conducido por Silvia Hopenhayn, hoy a las 22 por Canal (á), estos autores se proponen reflexionar acerca de las tendencias de la escritura en el teatro argentino.
Gambaro dice que se puede escribir a partir de lo gestual, pero defiende “a muerte” el valor de la palabra. “El texto teatral es siempre ambivalente. Tiene que servir como literatura y como hipótesis para las infinitas puestas que puede permitir sobre el escenario”, sostiene la creadora de piezas fundamentales de la escena nacional como Las paredes, Decir si, El campo, El desatino, Dar la vuelta, entre otras.
En los 90, una generación de jóvenes dramaturgos irreverentes rompió con los paradigmas de la escritura dramática que hegemonizaban la construcción del texto teatral. “Los últimos 5 años fueron los de mayores cambios en el aspecto formal de la dramaturgia. La nueva generación, que no respeta el peso de los modelos y no se siente pinteriana o beckettiana, está constituyendo un lenguaje de una originalidad, soltura y desfachatez extraordinarias. Este fenómeno –aclara Kartún– está relacionado con un acercamiento de la dramaturgia a los códigos de la poesía”. Según Tellas, directora del teatro Sarmiento, se están generando textos desde los actores que, por múltiples necesidades, se juntan para articular materiales propios. “Quieren reflejar lo que les pasa, cuáles son sus gustos y obsesiones. Se empieza a trabajar a partir de ideas, textos no dramáticos o de una imagen. Es el actor-dramaturgo que tiene otra presencia y tiende a escribir sobre el espacio escénico”, define Tellas este renovador procedimiento autorrefencial.
Con audacia y un profundo sentido autocrítico, Tantanian –también director y docente teatral– polemiza sobre los distintos usos del teatro a lo largo de la historia. “Así como en el medioevo era la herramienta de la iglesia, en el siglo XIX fue instrumento de la burguesía. Aún hoy, se sigue hablando de una platea y un escenario, no se puede cambiar el modo de representación. Aunque (Bertolt) Brecht o (Heiner) Müller han intentado desactivar este mecanismo, uno sigue participando de una ceremonia burguesa”, reflexiona el autor de Sumario de la muerte de Kleist. Y para ejemplificar su posición cita a Pier Paolo Pasolini. “En su Manifiesto de un nuevo teatro, afirma que el teatro es una ceremonia para una elite, gente que escucha a gente que habla, para tranquilizar algunas conciencias un poco turbias”, parafrasea Tantanian al gran poeta, narrador y cineasta italiano. “Es muy difícil escapar de este entramado burgués –insiste Tantanian–. Hay una relación incestuosa: los que vemos teatro somos los que hacemos teatro”.
Si la realidad política argentina es más teatral que el propio teatro, la nueva dramaturgia relativiza el valor simbólico de la palabra en la escenificación de sus obras. “En este momento, la palabra social está tan corrupta que lo más interesante para hacer en el teatro son estupideces, situaciones en donde la palabra no tenga peso, para tomar conciencia de que hay algo evidente que se oculta”, agrega Tantanian. “Frente a la crisis de la política, lo que queda es lo ideológico en su estado más descarnado, crudo y doloroso. Desapareció lo partidario, no lo ideológico –sugiere Kartún–. El teatro argentino descubrió la levedad, cualquier gesto se vuelve discurso y dice algo”. Tantanian considera que el teatroque se hace en Buenos Aires “es el mejor del mundo porque todavía tiene algo de qué hablar”. Lo comprobó después de las diversas giras que realizó junto con el grupo El Periférico de Objetos. “En Europa encontrás a fósiles subsidiados con mucho dinero, pero que no tienen vida”, precisa.

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