EL MUNDO
Cuando la nueva guerra de EE.UU. se parece demasiado a la vieja
Como con Fidel o con Khadafi, el Pentágono estudia asesinar a líderes de Al Qaida en el mundo con el envío de unidades de elite.
Por Oliver Burkeman *
Desde Nueva York
Ayer se informó que el gobierno de Estados Unidos está considerando planes para enviar unidades militares de elite en misiones para asesinar a líderes de Al Qaida en países por todo el mundo, sin necesariamente informar a los gobiernos involucrados. The New York Times informó que el Pentágono está discutiendo propuestas de operaciones especiales con unidades despachadas para capturar o matar a terroristas en donde sea que se crea que estén ocultos, a pesar de una orden presidencial de hace tiempo que prohíbe al personal de Estados Unidos llevar a cabo asesinatos en el exterior.
Los altos consejeros del ejército creen que podrían justificar la práctica basándose en que constituiría una “preparación para el campo de batalla” en una guerra contra el terrorismo que no tiene fronteras, porque los ataques terroristas del 11 de septiembre iniciaron, en efecto, “un estado mundial de conflicto armado”, dijo el periódico. “Estamos en guerra con Al Qaida. Si encontramos a un combatiente enemigo, entonces deberíamos ser capaces de usar la fuerza militar para actuar contra ellos”, habría dicho un asesor cercano del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld.
Se decía que el plan estaba causando preocupación en otras partes del gobierno de Estados Unidos porque podría desdibujar la línea entre la actividad militar y las misiones manejadas generalmente, y bajo pautas legales estrictas, por la CIA. El presidente y el Congreso monitorean las actividades de la CIA para asegurar el acatamiento a la orden ejecutiva presidencial firmada por primera vez por el presidente Gerald Ford, pero renovada regularmente desde entonces, prohibiendo los asesinatos patrocinados por el gobierno. La orden fue posterior a las revelaciones de los planes de la CIA para asesinar a líderes extranjeros, incluyendo a Fidel Castro y a Patrice Lumumba, del Congo.
Pero se dice que Rumsfeld está frustrado por las actividades de la CIA en Afganistán, especialmente cuando las actividades de las fuerzas especiales con los señores de la guerra locales fueron disminuidas porque los afganos estaban todavía esperando los pagos en efectivo que les habían prometido por cooperar contra los talibanes. Se cree que el director de la CIA, George Tenet, no se opone a las propuestas que está considerando Rumsfeld, y se estaban llevando a cabo discusiones para negociar una nueva relación entre la agencia y el ejército, dijo un funcionario. Los soldados que serían usados en tales planes pertenecen a la secreta Fuerza Delta del Ejército y a la Unidad Seal de la Marina.
“La gente en estas unidades están disponibles 24 horas al día, siete días a la semana, en todos lados del mundo. Están muy bien entrenados, con habilidades especiales para manejarse en combates de barrios cerrados, y situaciones únicas dadas por armas de destrucción masiva”, dijo un funcionario militar. Un alto oficial de la Administración Bush le dijo a The New York Times que Estados Unidos debía adaptar sus métodos para igualar la rapidez y la clandestinidad de Al Qaida. “Si encontramos un objetivo de gran valor en algún lado, en cualquier parte del mundo, y si tenemos las fuerzas para llegar ahí y capturarlos, debemos hacerlo”, dijo el funcionario.
Poco después de los ataques de septiembre, el vicepresidente Dick Cheney había indicado que la administración podría revisar la prohibición sobre los asesinatos, porque “para poder penetrar las organizaciones hay que tener en la nómina de pagos algunos personajes muy desagradables. Es un asunto sucio y peligroso, pero debemos operar en esa arena”. Cuando se le preguntó directamente si existía una ley que proscribiera el asesinato de Osama bin Laden, él dijo que creía que no. “Pero tendría que chequearlo con los abogados.”
Los presidentes desde Ford han sido a menudo acusados de saltearse la orden ejecutiva, lanzando ataques militares que apuntaban a matar a los líderes de diversos países, como el ataque de 1986 sobre Libia autorizadopor Ronald Reagan, quien después comentó que no hubiera derramado ni una lágrima si hubiera matado a Muammar Khadafi.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.