Miércoles, 7 de noviembre de 2007 | Hoy
La Cancillería boliviana llamará al embajador estadounidense para que explique una foto en la que aparece junto a un delincuente colombiano. La Fiscalía investigará de oficio.
Por Pablo Ortiz
Desde Sucre
La foto parece casual y, por el ambiente, fue tomada la segunda semana de septiembre en la Feria Exposición de Santa Cruz de la Sierra, con una camarita digital de asa baja. En el centro aparece Philip Goldberg, embajador de Estados Unidos en Bolivia, con una cara de circunstancia que sólo los diplomáticos pueden poner. A su izquierda se encuentra Gabriel Dabdoub, presidente de la Cámara de Industria y Comercio de Santa Cruz, que finge sonreír con fórmula Brad Pitt: apoyando ligeramente sus incisivos sobre su labio inferior. A la diestra de Goldberg, justo en el tercio de mayor atención de la fotografía, se encuentra John Jairo Vanegas, con los brazos cruzados, los ojos bien abiertos y una sonrisa de experto coronada por unos bigotes delgadísimos, que es la viva imagen de esos gangsters con onda de los años ’30.
Pues bien, esta foto en apariencia inocente ahora es el fruto de una nueva crisis diplomática entre Bolivia y Estados Unidos. John Jairo era un desconocido hasta el lunes pasado, cuando el ministro de Gobierno boliviano, Alfredo Rada, llamó a una conferencia para denunciar que Golberg y Dabdoub se habían fotografiado con un peligroso delincuente colombiano, que había sido detenido en octubre por la policía boliviana y es sospechoso de atracos a bancos, secuestros y asesinatos en Bolivia. La foto dejó de ser una anécdota cuando cobraron sentido las palabras que Evo Morales pronunció en Italia en una entrevista a Il Manifesto, donde involucró al embajador en una conspiración con la derecha boliviana y como prueba habló de una fotografía en la que se lo ve con un paramilitar colombiano.
En su conferencia de prensa, Rada explicó que había recibido la imagen del expediente de la investigación de la policía. “Es un material que abre muchos interrogantes respecto de la relación que han tenido algunos componentes de esta banda de atracadores colombianos, principalmente uno de ellos con algunos personajes muy conocidos en la vida pública nacional”, dijo. El ministro se preguntó cómo Vanegas había tenido acceso al embajador, cuando se sabe que este tipo de personalidades tiene una vigilancia por lo menos celosa. Ayer, el canciller boliviano, David Choquehuanca, sumó un punto al conflicto, cuando citó al embajador Goldberg a su despacho para que explique su relación con el delincuente colombiano. Y desde la embajada explican lo lógico, que Goldberg no conoce a Vanegas, que al ser una figura pública muchos se fotografían con él, que todo fue casual y que no hay ninguna conspiración. Pero al ambiente político boliviano no le satisface la explicación, sobre todo cuando en el pasado reciente una imagen ha valido más que mil palabras y ha servido para tumbar carreras políticas.
La última fue la del ex presidente Jaime Paz Zamora, que en 1997 figuraba como serio candidato para volver a la presidencia cuando la Embajada de Estados Unidos hizo estallar el escándalo de los narcovínculos, una serie de fotografías en la que se ve a numerosos dirigentes del partido de Paz Zamora junto a narcotraficantes bolivianos.
A eso se suma la natural paranoia de Evo Morales, que ha denunciado más conspiraciones que planes económicos en lo que va de su gobierno. La primera fue la del 12 de octubre de 2006, en la que sería asesinado, y la última la anunció el fin de semana pasado durante la inauguración de un gasoducto en el altiplano. Allí acusó a la empresa Transredes (subsidiaria boliviana de la Shell) de financiar a conspiradores contra su gobierno en Oriente.
Y Goldberg tendrá que volver a la Cancillería, un vetusto y frío edificio ubicado en la plaza Murillo, sentarse en el recibidor de Choquehuanca, y volver a decir “I’m sorry”, como lo dijo hace un mes cuando se la dio de comediante y se burló del pedido de traslado de la sede de la ONU hecho por Morales, al decir que también pida el cambio de sede de Disneyland. El diplomático que antes de llegar a Bolivia cumplió funciones en Kosovo, ahora deberá explicar a Choquehuanca qué hacía con John Jairo Vanegas tan sonriente. Lo más probable es que los damnificados de esta nueva impasse sean los periodistas. De ahora en adelante, los guardaespaldas de Goldberg perseguirán cámaras fotográficas como armas de destrucción masiva.
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