EL MUNDO • SUBNOTA › MILES DE COLOMBIANOS SE REFUGIAN EN ECUADOR
› Por Mercedes López San Miguel
“¿Una guerra?, que Dios no la quiera”, dijo José Mayorga, un ecuatoriano que emigró a Sucumbíos hace cuatro años sin imaginar que hoy sería la zona más caliente de la frontera con Colombia. A ese rincón mayormente selvático, en el noroeste, el gobierno de Rafael Correa envió 3200 militares tras romper relaciones diplomáticas con Colombia. Allí, en Sucumbíos, fue abatido el canciller de las FARC, Raúl Reyes. Allí se registra un fuerte flujo migratorio de colombianos que escapan del prolongado conflicto interno de su país y es un paso de comercio entre ambas naciones hoy enemistadas.
El comandante de la IV División Amazonas del ejército ecuatoriano, Javier Narváez, confirmó a Página/12 telefónicamente que las tropas enviadas a Sucumbíos son 3200, como parte de un plan de reforzar toda la frontera con Colombia. Los militares fueron movilizados a “zonas delicadas”, como le llaman por ejemplo al poblado Santa Rosa, que cuenta con un puñado de casas enclavadas en el paisaje amazónico. “Están haciendo un rastrillaje continuo”, afirmó a este diario el periodista Byron Solís, del diario El Expreso, desde Lago Agrio, capital de Sucumbíos. Solís señala que las actividades comerciales no se vieron afectadas. “Los campesinos pasan de uno y otro lado de la frontera para conseguir alimentos sin problemas. La gente está preocupada por si esto cambia.” Lago Agrio se está convirtiendo en el centro estratégico para la movilización de militares hacia la frontera.
Sucumbíos, habitada por 130 mil personas, recibe una continua llegada de desplazados colombianos. Según el Ministerio de Relaciones Exteriores de Ecuador, desde 2000 hasta 2007 se han recibido 45.381 solicitudes de refugio y se comprobaron 14.800 en todo el país. En Sucumbíos y Orellana se constataron 7164 refugiados.
Además del problema de la inmigración está el de las fumigaciones. Son 360 kilómetros que la provincia comparte con Putumayo, el cocalero departamento colombiano. Allí, el gobierno de Alvaro Uribe lleva adelante una política de erradicación de la coca –parte del Plan Colombia, financiado por EE.UU.–, fumigando con glifosato, sustancia que lanzada por vía aérea se dispersa, cruza la frontera y termina cayendo sobre cultivos y alimentos, provocando reacciones en la piel de las personas. Debido a la protesta de Ecuador y la amenaza de que llevaría el asunto a la Corte de La Haya, Colombia ha comenzado a hacer las fumigaciones de modo manual, según fuentes ecuatorianas.
Los habitantes de Sucumbíos están temerosos. “¿Quién va a querer un conflicto con Colombia?”, dijo un transportista que se instaló en el núcleo petrolero de Ecuador ante la falta de empleo en su natal población andina de Guambaló. “¡Huy no, ni pensarlo! Imagínese que nos matamos, eso no puede ser”, dijo Rosalba, una de las miles de colombianas que ilegalmente se refugiaron en Ecuador al huir del conflicto en su país y para quien la frontera no existe porque “todos somos hermanos”.
Por ahora, el plan de Correa es seguir reforzando militarmente toda la línea fronteriza de 600 kilómetros. Antes de la crisis, Quito mantenía una fuerza de 11.000 uniformados en toda el área limítrofe.
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