EL MUNDO • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Mario Wainfeld
El envase puede variar, al vaivén de las agendas o las circunstancias: ora el Grupo Río, ahora la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). El contenido suele ser políticamente sustancioso, preciso, distante de la oratoria vacua. Las convocatorias se plasman de arrebato si el caso lo impone, como cuando Colombia invadió suelo ecuatoriano o cuando los secesionistas bolivianos dan rienda suelta a su idiosincrasia intolerante y violenta.
El cónclave de anteayer en Santiago de Chile se convocó sin pedir permiso a los Estados Unidos, incluso sin notificarlo. Lo cortés no quitó lo valiente, la Declaración de La Moneda no hizo alusión al Tío Sam, desoyendo el vozarrón demandante de Hugo Chávez. El tono del documento (“equilibrado”, según la Cancillería argentina) prescindió de algunas demandas del presidente venezolano, quien en estos ámbitos tensa la cuerda y luego acompaña las decisiones mayoritarias, lo que dificulta saber cuánto hay de regateo o de correr la raya en sus catilinarias salpicadas con algún estentóreo “carajo”.
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Tarjetas rojas: Las alusiones del líder bolivariano a Estados Unidos y al ejército boliviano fueron desestimadas por el plenario. Hubo un par de tarjetas rojas más, de alto rango. La más fuerte fue el rechazo a la participación de los prefectos insurrectos, cuya talla institucional no les basta para estar en un encuentro de presidentes, como porfiaron con éxito Cristina Fernández de Kirchner y Lula da Silva. El otro rechazo, también motorizado por los presidentes de Argentina y Brasil, fue a nombrar a la Organización de Estados Americanos (OEA) en la declaración, otra señal referida a Washington, privilegiando los organismos colegiados de países sitos al sur del río Bravo.
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Lo urgente y lo sutil: La urgencia y la puntillosidad son difíciles de compatibilizar, máxime si, además, se persigue la unanimidad. Para conciliar esos objetivos, se pautaron reglas estrictas: tiempos relativamente ceñidos para los discursos de los presentes, límites en el número de funcionarios que acompañaron a los presidentes o a los jefes de delegación. La presidenta Cristina tuvo sólo cuatro a su vera: Jorge Taiana, Carlos Zannini y los embajadores argentinos en Chile y Bolivia, Ginés González García y Horacio Macedo. Como es regla en la Casa Rosada, fue Zannini quien metió más baza (o lapicera) en la redacción del documento conjunto.
Los escasos testigos presenciales concuerdan en que el segundo fue el artículo de la Declaración que dio más trabajo. Hubo idas y vueltas para llegar a su texto acordado: “Rechazan enérgicamente y no reconocerán cualquier situación que signifique un intento de golpe civil, la ruptura del orden institucional o que comprometa la integridad territorial de Bolivia”. Según asistentes argentinos, la fórmula (que omite, en aras del diálogo, la expresión “golpe cívico-prefectural” sugerida por Evo Morales) marca un abanico muy amplio de situaciones rechazadas.
También se congratulan por haber incluido la exigencia de la devolución de edificios gubernamentales como condición previa al diálogo. Lula da Silva fue especialmente severo con este punto, requerido por Evo Morales.
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Dos comisiones para armar: Dos comisiones de Unasur acompañarán el proceso boliviano: una para facilitar el diálogo, otra para investigar la masacre de Pando. Los presidentes dejaron la consigna, ayer las “líneas” diplomáticas siguieron en Chile negociando la respectiva letra chica.
El drama de Bolivia se discierne día a día, mantiene vigencia el ofrecimiento de los gobiernos argentino y brasileño para enviar delegaciones de alto nivel, si el presidente Morales lo requiere. La oferta se hizo la semana pasada, en ese caso Evo prefirió que no viajaran.
Los presidentes seguirán con teléfono rojo on line. Si los tiempos no se aceleran, volverán a verse en la Gran Manzana, la semana que viene. La presidenta Michelle Bachelet presidirá otra ronda de Unasur el miércoles 24. La ocasión la provee la Asamblea General de las Naciones Unidas. Estarán representados todos los países que convergieron (y vaya si convergieron) en Santiago de Chile. Eso sí, en Nueva York no habrá tantos presidentes como en La Moneda: el ecuatoriano Rafael Correa, sin ir más lejos, se consagrará a la campaña para la ratificación de la Constitución que se vota el domingo 28. Los líderes “populistas”, a diferencia de sus enconadas oposiciones, son devotos de las consultas electorales y obsesivos por la reválida popular de sus títulos.
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El valor de la paz: La presidenta argentina, gestora con su par chilena del encuentro, volvió al toque a Buenos Aires. Tanto ella como el canciller rezumaban satisfacción y resaltaron cuán “constructiva” fue la actitud de los mandatarios.
La integración política se construye paso a paso. Se asienta sobre bases sólidas, a menudo más consistentes que la articulación de las economías. El compromiso democrático es un piso compartido y la defensa de la paz conseguida en la región un objetivo irrenunciable.
Con buenos modos, pero sin dejar resquicio a dudas, todos los gobiernos de Sud América le marcaron un límite a una derecha tan rapaz como antidemocrática. La Declaración consignó, como correspondía, que se cumplen 35 años del golpe que segó un proceso democrático formidable en Chile. No lo expresó pero fue todo un detalle que (a despecho de las heridas aún abiertas por la Guerra del Pacífico) Chile albergara la muestra de solidaridad con la institucionalidad boliviana. Otro toque de época, en una movida digna de la mejor historia de la región.
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