Lun 30.11.2009

EL MUNDO • SUBNOTA  › OPINIóN

Bajo una misma bandera

› Por Mario Toer

Desde la salida de Colonia, hasta llegar a Montevideo, ya en las primeras horas del domingo, la larga caravana de ómnibus que llevaba millares de uruguayos a votar se abría paso lentamente en todos los poblados entre otros muchos miles de compatriotas que les daban la bienvenida, familias enteras con las banderas tricolor del Frente.

Desde la ventanilla del ómnibus la única sensación compatible era que formábamos parte de la selección de fútbol que retornaba tras obtener un Mundial. ¿Cómo podía ser que toda esa euforia fuera tricolor? ¿Acaso no competían dos candidatos con pretensiones de acercarse a la mitad de los votos? Sin duda los “blancos” no tenían disposición para festejar. Y no tanto porque los pronósticos les fuesen adversos. Sus votantes eran reclutados por el miedo. El despliegue de los más antiguos temores con los que la derecha, aquí y en todas partes, convoca a quienes aún encuentran prisioneros de antiguas leyendas de sometimiento, no suelen ganar las calles para celebrar. Entre el mar tricolor, alguna bandera aislada que llamaba a votar “por la vida”, pendía en los altos de un edificio y recordaba con esta retórica siniestra, que los candidatos eran dos.

La fiesta anticipada y la que estalló al conocerse las encuestas de boca de urna también conmovían nuestra sensibilidad de argentinos. ¿Cómo puede ser que un Frente Amplio y diverso convoque entusiasmo y pasión? Hay quienes dicen que no fue sólo la vocación unitaria de los fundadores de los setenta. Señalan que la ley de lemas con la que colorados y blancos se repartían el país obligó a las izquierdas a reunirse para empezar a constituirse en terceros en discordia. Y que así fueron sumando jirones de los dos partidos históricos. ¿Podrá servir en nuestro país la reforma política para que confluyan dispersos transversales con lo mejor de las tradiciones nacional populares del PJ, socialistas y aun de la UCR?

Está por verse. Las normas jurídicas pueden ayudar. Pero si falta la vocación unitaria difícilmente podremos los argentinos gestar una nueva identidad, tratar de inundar las calles con banderas y cantos de unidad.

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