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El premier británico Tony Blair obtuvo ayer el respaldo de la Cámara de los Comunes en su política sobre la guerra en Irak, pero al precio de que quedara clara la mayor manifestación de rebeldía de su Partido Laborista desde que llegara en 1997 al poder. Casi 200 diputados, entre ellos varios laboristas, apoyaron la enmienda presentada por el ex ministro laborista Chris Smith en la que se decía que una guerra contra Bagdad carecía de fundamento. La enmienda finalmente fue rechazada por 393 de los 659 diputados. La moción del gobierno que afirma que Irak dispone de “una última oportunidad” para desarmarse recibió el apoyo de 434 diputados.
Se daba por descontado que la Cámara de los Comunes, con una amplia mayoría laborista, aprobaría la política del gobierno. La incógnita era cuántos dentro del bloque laborista se sumarían a la enmienda que se oponía a dicha política, presentada por Smith. Los cálculos de la prensa británica indicaban unos 100 diputados, pero fue el doble: 199. Se trata de la mayor expresión de disconformidad de parte del laborismo con la política de Blair en los seis años que lleva en el poder. Los datos de la votación son elocuentes: la gran mayoría del Partido Conservador apoyó la postura del gobierno y la totalidad de los liberales demócratas (a la izquierda del laborismo) votaron en contra, con el laborismo tironeado.
Luego del discurso de Blair, anteayer, el canciller británico Jack Straw fue quien abrió el debate en la Cámara de los Comunes y lo hizo con alusiones a Hitler y tiros por elevación a la ONU. Dijo que la Liga de las Naciones no hizo nada mientras el régimen nazi se expandía por Europa, y que no había que repetir el mismo error con Saddam. Varios dentro del laborismo le retrucaron, en especial el veterano diputado Tam Dalyell: “Quisiera que aquellos que apoyan la guerra hayan tenido en sus manos un arma. Yo la tuve y les puedo decir que no hay nada bueno en ello”.