EL MUNDO › UN SUICIDA, UN CHIITA Y MARINES
Descansando en “paz”
La ocupación angloestadounidense en Irak ya se cobró su primera baja a manos de lo que podría ser el inicio de una resistencia. El capitán estadounidense Joe Plenzer informó que un hombre se acercó a los soldados de un puesto de control en el barrio chiíta de Saddam City e hizo estallar los explosivos que llevaba escondidos entre sus ropas. Según la BBC al menos cuatro marines fueron heridos en el ataque. El vocero de los marines norteamericanos, el mayor Matt Baker, dijo que “algunos” de sus hombres habían muerto, pero el Centcom no lo confirmó. Saddam City es una urbe de alrededor de dos millones de pobladores, mayoritariamente musulmanes chiítas. Pero el potencial de caos tuvo otro signo de alarma: el asesinato de un chiíta a manos de otros chiítas.
El control angloamericano sobre el suelo iraquí, parece, todavía dista de ser suficiente para garantizar el orden. El jefe chiíta moderado y prooccidental, Abdul Majid al Joí, fue asesinado a una semana de su regreso del exilio por “chiítas extremistas” en la ciudad santa de Najaf y actualmente bajo control de los estadounidenses. En pleno corazón de la capital, un iraquí explotó una serie de granadas contra un puesto de control, causando la muerte de al menos un soldado estadounidense y heridas a cuatro –las cifras no fueron confirmadas por el Comando Central Norteamericano (Centcom)–. El ataque se registró cerca del hotel Palestina donde se aloja la prensa internacional. Al Joí, el hijo del gran ayatola Abul Qassem al Joí, murió ayer en la mezquita Alí, uno de los lugares más sagrados de la comunidad chiíta. Otras dos personas murieron en el ataque, según testigos del lugar. El corresponsal de la emisora británica BBC, Roger Hardy, señaló que el incidente fue provocado por un conflicto entre varias facciones chiítas. Precisó que una de las víctimas fue el clérigo Haider Kelidar, quien intentó socorrer a Joí y fue también muerto a cuchilladas. De 41 años, Abdul Majid al Joí, jefe de la asamblea chiíta de Irak, era hijo de uno de los principales dignatarios chiítas de Irak, muerto mientras cumplía arresto domiciliario en 1992. Al Joí era también el secretario general de la fundación caritativa Al Joí, ubicada en Londres y que dispone de oficinas en Nueva York y Montreal. El jefe chiíta había abandonado Irak hace 12 años, exiliándose en Londres durante el levantamiento chiíta contra el régimen de Saddam Hussein en 1991. Hace poco tuvo un opaco recibimiento en su viaje a Irán, donde sus oponentes chiítas le gritaron: “Vuelva a Estados Unidos”.
Ayer se encontraba en Najaf con la idea de reestablecer la paz en la región y estaba cooperando con la fuerza estadounidense-británica. Algunos testigos dijeron que su acercamiento de ayer a la mezquita, junto a Kelidar, representaba un acto de reconciliación. Otras versiones señalaron que era una multitud la que lo atacaba y que el religioso habría disparado unos tiros. Un vocero de la fundación Al Joí dijo que el clérigo estaba en el recinto con cuatro amigos y desprotegido. En un comunicado publicado en Londres, la fundación acusó de ese asesinato a “agentes del régimen iraquí que está agonizando” y pidió a las fuerzas norteamericanas y británicas que no permitieran a esos agentes “extender el desorden y la inestabilidad”. Serán todos chiítas, pero el asesinato acerca sombras de guerra civil.