EL MUNDO • SUBNOTA
Para los políticos alemanes que tienen un ojo puesto en las elecciones de septiembre, el rescate chipriota es un buen acuerdo. Para el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, que trata desesperadamente de conservar el “irreversible” euro en carrera, es un buen acuerdo. Para los 800 mil chipriotas que afrontan la destrucción de la enonomía de su nación en la década próxima, es un dolor de cabeza. Los políticos en Alemania están susurrando porque pueden ir a las urnas argumentando que ellos no están arrojando el dinero de los contribuyentes al rescate financiero del negocio bancario en el paraíso fiscal chipriota y el presunto lavado de dinero ruso. En Chipre, el control del capital fue aprobado por el Parlamento. Mientras tanto, pusieron a la nación en un submundo surrealista –señaló el diario The Independent–: todavía se utiliza el euro, pero si la gente afronta límites severos en la cantidad de dinero que puede sacar del país, no se puede decir que es parte de un mercado único. Esto difícilmente aliente a los inversores a inyectar el dinero que la isla lamentablemente necesitará en los años próximos.
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