Después de cuatro duros años de austeridad, la economía ha vuelto a crecer en los últimos doce meses, pero los salarios continúan estancados y la desigualdad ha aumentado. Los recortes fiscales hacen que el 5 por ciento más pobre haya perdido un 3 por ciento de sus ingresos desde que gobierna la coalición conservadora-liberal demócrata y que los “bancos de alimentos” hayan ayudado a casi un millón de personas en los últimos doce meses. Los trabajos peor pagos están sometidos a una humillación adicional: la exigencia de las empresas.

Ejemplo de esta exigencia es un artículo este fin de semana en el The Guardian en el que el columnista Ian Jack narra su experiencia al solicitar trabajo como asistente en una estación de servicios. “Eran 60 preguntas. Empezaban por pedirme que me describiera como trabajador y que dijera si: 1- Respondo a las oportunidades de desarrollo y aprendizaje que me da mi jefe para hacer bien mi trabajo. 2- Me concentro en aprender y desarrollar las oportunidades que son directamente relevantes a mi trabajo. 3- Aprovecho las oportunidades que me da mi trabajo para hacerlo de la mejor manera posible.” Las 59 preguntas restantes eran del mismo tenor, difícilmente diferenciables, “aun para alguien que, como yo, se gana la vida distinguiendo los matices de sentido de una sociedad”.

Jack señala que en su primer trabajo en los ’60 respondió a la solicitud de vacante diciendo que quería el puesto. “Nadie sugirió que necesitaba ‘tomar cada oportunidad posible de desarrollo y aprendizaje para hacer bien mi trabajo’ porque a fin de cuentas todos sabían que se trataba de un trabajo, nada más, no había que darle vueltas ni ponerle adornos retóricos. Ahora, después de contestar estas 60 preguntas que eran un reto semántico para un estudiante de Oxford, el premio era un trabajo que pagaba 7,42 libras la hora para alguien que ‘debe tener experiencia para trabajar en un ambiente muy exigente centrado en el cliente’.”