Sábado, 9 de mayo de 2015 | Hoy
EL MUNDO › MEDICIONES SORPRESIVAS
Por Marcelo Justo
El día de las elecciones, el tabloide The Sun, que había batallado por una victoria de David Cameron, publicó una encuesta exclusiva de YouGov de 10 mil personas que predecía un 34 por ciento de los votos para conservadores y laboristas, con 284 escaños para los primeros y 263 para los segundos. La encuesta sintonizaba con lo que habían dicho los sondeos desde principios de año.
El boca de urna de Mori para la BBC sorprendió tanto que un respetado ex líder de los liberal-demócratas Paddy Ashdown bromeó que si era verdad él se comía su sombrero. La medición les daba a los conservadores 303 diputados, suficiente para formar un gobierno de minoría. El boca de urna había precisado un poco la puntería, pero aún se situaba a cierta distancia del resultado final: 36,9 por ciento de votos para los conservadores con 331 escaños y 30,8 por ciento para los laboristas, con 232 escaños. ¿Cuál fue el error de las encuestas?
El director de YouGov, Peter Kernell, señaló que muchos votantes hicieron algo distinto de lo que les decían a los encuestadores. “Nos decían una cosa y terminaron votando otra”, indicó al vespertino Evening Standard. Otro encuestador, Ben Page, de Mori, responsabilizó al sistema electoral. “Una pequeña diferencia en el porcentaje de votos se traduce en una gran diferencia en el número de escaños. Esto es muy difícil de capturar”, opinó.
Con el sistema electoral británico, los encuestadores pueden medir porcentajes de intención de voto, pero les cuesta mucho más anticipar número de escaños, porque eso requeriría encuestas específicas en los aproximadamente 150 que cambian de mano en las elecciones (los otros 500 son considerados “safe seats” de los conservadores o laboristas).
Las encuestas señalaban que había alrededor de un 24 por ciento de indecisos: la de YouGov publicada por el The Sun el día de las elecciones reducía el número a un 14 por ciento. Este dato tuvo un peso mayor que en otros sistemas electorales ya que las circunscripciones son uninominales: el que gana más votos (con una diferencia de uno o de 10 mil) gana el escaño.
No es la primera vez que los sondeos yerran de esta manera. En 1992 predijeron un reñidísimo final entre el primer ministro conservador John Major y el laborista Neil Kinnock. Los conservadores obtuvieron una mayoría absoluta.
Mientras no haya cambio de sistema será difícil solucionar este margen de error. Pero el problema va más allá de las encuestas: forma parte del “déficit democrático” del Reino Unido.
En las últimas seis elecciones votó entre el 59 y el 66 por ciento del electorado: el resto no se molestó. Es la “insoportable levedad” del voto: ¿por qué votar si el voto no va a contar para mucho?
Avazz, una organización que usa Internet para lanzar campañas a favor de cambios progresistas, inició una campaña no bien terminado el conteo este viernes para cambiar el sistema electoral que en pocas horas juntó miles de firmas. Difícil que tengan suerte. El actual sistema conviene a los grandes partidos –conservadores y laboristas– porque favorece los gobiernos con fuertes mayorías, algo a lo que no van a renunciar voluntariamente.
Además los británicos no se caracterizan por la velocidad en el cambio político. En la segunda década del siglo XX, el primer ministro liberal David Lloyd George propuso reemplazar la Cámara de los Lores, entonces hereditaria, por una cámara electa para “modernizar la democracia británica”.
En los siguientes 80 años se debatió el tema con exasperante regularidad sin que pasara mucho. Lo máximo que se logró fue que el Nuevo Laborismo de Tony Blair eliminara a los lores hereditarios para reemplazarlos por otros que salen de una lista que propone el gobierno: de democracia, nada.
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