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Esto no es el final de la resistencia
Por Robert Fisk *
Paz” y “reconciliación” era lo que más se escuchaba ayer en Downing Street y en la Casa Blanca. Pero las esperanzas de que colapse la resistencia están condenadas al fracaso. Saddam no era ni el guía espiritual ni político de los insurgentes que ahora están cobrando tantas vidas en Irak –muchas más víctimas iraquíes que occidentales, habría que agregar– y por más contentos que estén Bush y Blair con la captura de Saddam, la guerra sigue.
En Faluja, Ramadi y otros centros de poder sunnita en Irak –dicho sea de paso, no se trata de un “triángulo sunnita”, sino de una especie de rectángulo que comprende un tercio del país–, el levantamiento antiocupación seguirá creciendo. El sistema de ataques y la incesante sofisticación de los insurgentes están vinculados con el “Comité de la Fe”, un grupo de musulmanes sunnitas wahabitas que ahora planean sus ataques contra las tropas de ocupación entre Mosul y la ciudad de Hilla, al sur de Bagdad. Incluso antes del derrocamiento del régimen baazista, estos grupos –que Saddam permitía con la esperanza de que disiparan la militancia sunnita islámica– estaban planeando la resistencia contra la ocupación extranjera. La matanza de otros 17 iraquíes en un atentado contra una comisaría –horas después de la captura de Saddam, pese a que los atacantes podrían no haberlo sabido– va a permanecer en la sangrienta agenda de Irak.
Será complicado sostener la narrativa anglonorteamericana. Los “remanentes” o “leales” a Saddam son mucho más difíciles de mantener como enemigos cuando ya no pueden ser fieles al ex presidente. Su identidad iraquí será más obvia y la necesidad de culpar a los miembros “extranjeros” de Al Qaida será aún mayor. De todas formas, las insistentes declaraciones de los comandantes de la infantería norteamericana, especialmente aquellos apostados en Mosul y Tikrit, sobre que la mayoría de los atacantes eran iraquíes y no extranjeros demuestran que el comando militar norteamericano en Irak sabe la verdad. El capitán de la 82ª División Aerotransportada en Faluja, que me dijo que sus hombres fueron atacados por “terroristas apoyados por sirios y combatientes iraquíes por la libertad”, probablemente haya estado más cerca de la verdad que el general Ricardo Sánchez, el comandante norteamericano en Irak, querría creer. La guerra no es por Saddam sino por la ocupación extranjera.
De hecho, los soldados profesionales han estado indicando esto desde hace tiempo. Ayer, por ejemplo, un sargento de la 1ª División Acorazada que hace guardias en un retén en Bagdad fue muy contundente al explicar la situación a este diario. “No nos vamos a ir a casa más pronto por la captura de Saddam”, dijo. “Todos vinimos a buscar armas de destrucción masiva y ahora la atención se ha desviado de ese objetivo. El arresto de Saddam no tiene sentido. Todavía no sabemos por qué vinimos acá.”
Hay numerosos grupos entusiasmados con atacar a los norteamericanos pero que nunca sintieron ningún amor por Saddam. Está el Batallón Mujaidín del Grupo Salafita de Irak, cuyo guía espiritual es el palestino islámico Abdulah Azzam, que peleó contra los rusos en Afganistán. También está el Partido Islámico de Irak, cuyas brigadas Faruk fueron creadas en junio y cuyos “escuadrones” tienen nombres islámicos. Y tenemos al Frente Unido para la Liberación de Irak, que estaba contra Saddam, pero que ahora ha pedido a sus seguidores que peleen contra la ocupación. Este diario ha identificado a 12 grupos guerrilleros, todos ellos comunicados entre sí a través de jefes tribales, pero sólo uno podría ser catalogado como “leal a Saddam” o baazista.
Cuando en julio explotó la primera bomba en una ruta cerca de Khan Dari y mató a un soldado, inmediatamente ésta fue seguida por otros explosivos de idéntica fabricación –tres morteros cableados entre sí– en Kirkuk y Mosul. Una semana después, otra mina igual explotaba cerca de las tropas norteamericanas apostadas en Nasiriya. Claramente, los grupos de insurgentes estaban viajando por el país pertrechados con explosivos y organizados a nivel provincial, si no nacional. La camioneta llena de misiles tierra-aire Strela que fue capturada rumbo a Basora había sido enviada desde Bagdad.
En muchas zonas, los hombres que se han identificado como miembros de la resistencia han dicho públicamente que están entrando a las nuevas fuerzas policiales norteamericanas para ganar dinero y experiencia con las armas y hacer trabajos de inteligencia sobre sus “aliados” militares norteamericanos. Exactamente la misma suerte que tuvieron los israelíes en el Líbano, cuando sus milicias del Ejército del Sur del Líbano empezaron a colaborar con sus enemigos de Hezbolá, es probable que ahora acompañe a los norteamericanos.
Por supuesto, los mismos hombres que van a continuar los ataques contra los norteamericanos festejarán en secreto la captura de Saddam. Ellos dirán ¿por qué no ponerse contentos con el final de su máximo opresor mientras planean la humillación del ejército de ocupación que lo capturó?
*De The Independent, de Gran Bretaña.
Especial para Página/12.
Traducción: M. B.
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