EL MUNDO › EDITORIAL DEL DIARIO “THE INDEPENDENT”
La cosecha de Irak
El asalto al lujoso complejo Oasis en Al Khobar agudizará los malos presentimientos de los occidentales sobre los riesgos para los extranjeros en Arabia Saudita, la estabilidad en la región del Golfo y los suministros de petróleo. Que es, justamente, lo que pretendían los atacantes del complejo, que mataron solamente secuestrados no musulmanes. El intimidante mensaje que luego hicieron público (en Internet) prometía la “masacre” y persecución de los norteamericanos para “limpiar la península arábiga, Irak y Afganistán”, y decía que la batalla con el régimen saudita continuará hasta tanto los “cruzados" sean echados de la tierra del Islam”.
Las opiniones podrán divergir si los atacantes pertenecen a Al Qaida o a otro grupo. Podrá haber diferencias, también, sobre los señalamientos de vínculos entre el conflicto en Irak y el incremento en la frecuencia de los ataques contra occidentales en suelo saudita. Pero existe un lazo seguro. La continua guerra en Irak es la que más ha intensificado el odio a Occidente existente desde hace años en muchas partes del mundo árabe. Las fotos mostrando el maltrato a prisioneros musulmanes por los soldados norteamericanos enardecieron los ánimos mucho más. Existe una encendida indignación contra los norteamericanos y los occidentales en general, que marcará la región por generaciones. En Arabia Saudita, el manejo estadounidense de la situación iraquí, la percepción sobre el modo brutal e incompetente con el que se ha conducido, refuerza los puntos de vista antioccidentales, según los cuales los líderes se han vendido a los intereses de los “infieles”. Cualquier esperanza que Washington pudo haber tenido de que el cierre de sus bases en Arabia Saudita podría haber calmado el sentimiento antinorteamericano, se ha visto frustrada. El llamamiento no es solamente para que los norteamericanos se vayan sino que ahora es también para todos los occidentales, y no sólo Arabia Saudita: toda la comunidad árabe. Entre los argumentos esgrimidos por Washington para llevar adelante la guerra, extendidos en Londres, estaba el de crear democracias en el mundo árabe. Sucede exactamente lo opuesto a lo que se pensó lograr con la caída de Saddam.