EL MUNDO › OPINION
Cada día es 11 de setiembre en Israel
Por el rabino Abraham Cooper *
Mucha gente ve los terribles sucesos en Tierra Santa de manera simple. Los palestinos son los ocupados; los israelíes son los opresores. Por lo tanto, esa minoría desesperada merece recibir un cheque moral en blanco de la comunidad global para hacer prácticamente cualquier cosa –aun actos terroristas– para deshacerse de sus opresores. Esta mirada peligrosamente simplista hizo que un ciudadano japonés que participaba de una protesta se inmolara, mientras que muchos “activistas internacionales a favor de la paz” heridos por soldados israelíes muestran sus heridas como insignias de coraje.
Los hechos, en cambio, muestran una situación mucho más compleja.
Desde los acuerdos de Oslo de 1993, el 95 por ciento de los palestinos ya no vive bajo la autoridad israelí. La Autoridad Palestina controla la totalidad del comercio, la educación, los medios de difusión y las instituciones religiosas. Pero la vida en las calles palestinas no ha mejorado. Miles de millones de dólares enviados como asistencia desde EE.UU., la Unión Europea y Japón fueron malversados por funcionarios corruptos. En vez de preparar a su gente para un acuerdo mutuo y para la reconciliación, la AP convirtió a los israelíes en extraños, en intrusos sedientos de sangre semejantes a los nazis. Los libros de texto, los medios, las colonias recreativas y especialmente los clérigos nombrados por Arafat, todos reforzaron un único mensaje: el pueblo judío no tiene derechos históricos sobre la Tierra Santa y “Palestina” lo sustituirá, desde el Mediterráneo hasta el río Jordán. No es de extrañar que en este entorno exista un número aparentemente interminable de jóvenes terroristas suicidas, que al inmolarse no sólo asesinan a cientos de israelíes sino que también aniquilan cualquier esperanza.
¿Y el Estado de Israel? Este país diminuto, con una población de 6 millones de habitantes, con una superficie menor a la provincia de Tucumán, está rodeado de amenazas que incluyen a Saddam Hussein y a los mulás fanáticos de Irán. La vecina Siria acumula misiles Scud provistos por Corea del Norte con la esperanza de algún día poder destruir Israel.
Y luego viene el terrorismo incesante. Para los israelíes, todos los días parecen ser 11 de setiembre. Desde el comienzo de la Intifada II, 400 israelíes fueron asesinados por terroristas palestinos, porcentaje que equivale a más de 30.000 norteamericanos, más de 10 veces la cantidad de personas que murieron aquel día en las Torres Gemelas y el Pentágono.
Pero en lugar de obtener la comprensión del resto de la comunidad internacional, y aun mientras el presidente Bush persigue a Al-Qaida hasta los últimos confines de la tierra, los israelíes ven que un tipo de terrorismo, el palestino, es puesto en pie de igualdad e inclusive superioridad en el plano moral con su asediada democracia soberana. “¿Qué es lo que esperan?”, se le explica a Jerusalén, “los palestinos, desesperados por conseguir su libertad, no tienen otra salida que el terrorismo”.
Esto es absurdo. Podría haber sido de otra manera.
Hace apenas dos años, Arafat rechazó un pacto propiciado por los Estados Unidos por el cual los palestinos hubieran recibido el 95 por ciento de Cisjordania, la Franja de Gaza, Jerusalén oriental y el control de los lugares sagrados de la Ciudad Vieja. En lugar de aceptarlo, inició la Intifada II y dio apoyo financiero a los terroristas suicidas. Hasta la fecha, Arafat no pagó ningún costo político por la carnicería llevada a cabo contra civiles israelíes en sinagogas, centros comerciales o pizzerías. Por eso Israel tuvo que actuar. En las mismas circunstancias, ¿cómo hubieran respondido Francia, Canadá, Noruega o Japón? Antes de que los líderes del mundo respondan “sí, pero esto es diferente...”, deben saber que si el mundo civilizado recompensa a los terroristas suicidas en Tierra Santa, seguramente verán desplegarse estos métodos en Londres, París, Tokio o en algún pueblo cercano a donde usted se encuentra.
Los israelíes continuarán buscando la paz, pero sólo con socios palestinos que realmente estén interesados en una convivencia digna y segura. Ese día estará más cerca cuando las naciones apoyen el derecho de Israel a defenderse y les den señales a los palestinos de que el establecimiento de un estado se logrará solamente mediante negociaciones y no por medio de terroristas disfrazados de luchadores por la paz.
* Decano adjunto del Centro Simon Wiesenthal en Los Angeles.