EL MUNDO › OPINION
El procónsul y las malinches
Por Miguel Bonasso
Todos los “observadores” triunfales de los medios, incluyendo al inefable Repetto de TN, un discípulo del senador Jesse Helms, que a las diez de la noche de ayer insistía en seguir considerando presidente de Venezuela al devaluado empresario Pedro Carmona Estanga, debieron tragarse sus afirmaciones.
Hay algo que está muy claro: los civiles y militares venezolanos que rstituyeron a Hugo Chávez recuperaron para ellos mismos y para toda América latina la dignidad que parecía nuevamente arrollada por la prepotencia sin límites de Washington. La dictadura mediática tiene, por suerte, fisuras.
Por ellas se va colando, de a poco, algo casi tan importante como el desenlace, que es la etiología del cáncer. Se sabe ya quién es el titiritero del golpe. Es míster Charles S. Schapiro, embajador de George W. Bush en Venezuela desde el 25 de febrero pasado. Schapiro es uno de esos procónsules especializados en desestabilizar gobiernos y patrocinar la contrainsurgencia que fue jefe de misión en Chile y Trinidad Tobago. Y antes de eso, nada menos que en El Salvador. Previo a su designación como embajador ante el gobierno a derribar, míster Schapiro se desempeñaba como director de Asuntos Cubanos en el Departamento de Estado, un cargo donde obviamente van expertos en inteligencia. Bomberos de la desestabilización.
Su trabajo fino sobre generales gordos educados en la Escuela de las Américas no deben sorprender más que a los que piensan que el concepto de imperialismo es una antigualla setentista. Tampoco debería sorprender que los nuevos Cortés encuentren nuevas Malinches en tierras americanas, dispuestas a retozar con los hombres de hierro y a traducir sus órdenes.
De buena o mala fe, ciertos “progresistas” les hacen el juego a los propagandistas más obvios, como el “comentarista” de TN. Así le pasó al senador radical Rodolfo Terragno, que el viernes escribió en este diario: “Ahora en Venezuela, empresarios, obreros y ONGs se han unido. Es contra ellos que disparó la Guardia Nacional, mientras Chávez –que alguna vez quiso derrocar y asesinar a Carlos Andrés Pérez– se atrincheraba en algún lugar para defenderse de quienes querían colgarlo”.
Antiguo exiliado en Venezuela, Terragno –que no es precisamente un periodista burdo– extrema su lealtad hacia quien fue su benefactor y falta a la verdad como el obvio Repetto. Los “morochos” de Venezuela (80 por ciento) no sólo no quieren colgar a Chávez sino que salen a defenderlo. Al que colgarían con placer es al protector de Terragno, que se robó el dinero de la “Venezuela saudita”, provocó más de mil muertos en el Caracazo y ayudó fervorosamente, desde EE.UU, al golpe teledirigido.