EL MUNDO
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Sobreviviendo como un cowboy
› Por Jorge Zepeda Petterson *
Un soldado afirma: “Esto no parece una ciudad de Estados Unidos”, mientras contempla el panorama de desolación que ha dejado Katrina a su paso por Nueva Orleans. Y se refiere no solamente a los edificios destruidos y las calles sumergidas en la inmundicia y el lodo, sino a la conducta salvaje y la descomposición social que refleja la reacción de muchos sobrevivientes.
El miércoles, el alcalde de la ciudad, Ray Nagin, tuvo que ordenar a la policía que suspendiera las tareas de búsqueda y de rescate para que se dedicara a restablecer el orden. No lo consiguió. Un día después llegó un contingente militar procedente de Irak con órdenes de tirar a matar.
Y sin embargo, la aparición de bandas criminales no es el peor dato en materia de conducta humana que deja esta tragedia. Es ampliamente conocida la marginalidad y la pobreza de esta zona, y la tradición de siglos que ha tenido la región de los pantanos para conservar conductas que bordean los márgenes de la ley. Algunos barrios de Nueva Orleans son famosos por tener una vida nocturna controlada por distintos sindicatos del crimen. Lo peor no es pues la emergencia de estos delincuentes en busca de una oportunidad para imponer su voluntad. No, lo peor es la reacción de muchos individuos, comunes y corrientes, a quienes la situación límite ha convertido en verdugos de su prójimo.
Aunque los medios de comunicación han dado más atención a los delitos de las bandas criminales, a lo largo de la información se advierte una cantidad de incidentes mucho más preocupantes. Un padre de familia que arrebata un automóvil a punta de pistola, ambulancias que son tiroteadas para usarlas como vehículos de escape, violaciones en los baños de los albergues, disparos a un policía que quiere poner orden en una cola de abastecimiento, intento de tomar por asalto las provisiones de un hospital. Todas éstas no son acciones de bandas criminales sino de ciudadanos que buscan sobrevivir sin importarles las consecuencias.
Habría que preguntarse las razones por las cuales la tragedia ha dado lugar a un comportamiento tan egoísta en esta situación límite. Por lo general, los desastres naturales en nuestros países dan lugar a una solidaridad espontánea y generalizada. Recuerdo el temblor del ’85 o la devastación de Gilberto en Quintana Roo, en que las víctimas se ayudaban unas a otras durante el siniestro o posteriormente en los albergues. Comportamiento similar han mostrado otras comunidades de América latina en situaciones similares. Pero no ha sido el caso en Nueva Orleans. Si bien no faltan ejemplos admirables de sacrificio personal (ver nota principal), llama la atención la cantidad de individuos que se convirtieron en George Constanza (Seinfield) o Sawyer (Lost) en el marco de la crisis: personas capaces de pasar por encima de una anciana o despojar a un niño para asegurar su sobrevivencia.
Lo que estamos viendo es el peor rostro de una sociedad que ha llevado al límite la noción de competencia, y ha convertido el éxito personal en objeto de adoración. Los estadounidenses han favorecido una visión que privilegia al individuo frente a la sociedad. La mentalidad de cowboy y la obsesión por poseer un arma, por ejemplo, son síntomas de una sociedad en la que las personas piensan primero en sí mismas y enfatizan las soluciones individuales.
Desde esa perspectiva, tendríamos que concluir que el hombre que utiliza una pistola para arrebatar el vehículo de otro con el fin de proteger a su familia está haciendo exactamente lo mismo que hizo Estados Unidos al invadir a Irak: utilizando su fuerza para imponer al más débil sus propios intereses. El gobierno ha mostrado a sus ciudadanos que es válido bombardear otras tierras y destruir un país distante porque se necesita controlar el petróleo y porque había que deshacerse de un gobierno desafecto. El soldado recién llegado de Irak contempla el panoramadevastado de Louisiana y afirma que eso no se parece a Estados Unidos. Pero se equivoca: simplemente es la otra cara, el lado oscuro y destilado del american way of life.
* Economista y sociólogo. Desde Nueva Orleans.
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