EL MUNDO › TESTIMONIOS DE DOS PROTAGONISTAS
Donde Francia se fractura
Por E. F.
Desde París
Xavier Cabrera y Yazid Kherfi saben lo que es la vida en el centro de la fractura social francesa. El primero es profesor de español de uno de los dos adolescentes que murieron electrocutados, el pasado 27 de octubre. El segundo es un delincuente arrepentido que se convirtió en un especialista de la delincuencia y de la tensión que reina en los suburbios. La actualidad los puso en el primer plano.
Kherfi se define como un “consultor en prevención urbana”. El hombre es un mediador de conflictos y siente la palpitación de los suburbios como los latidos de su propio corazón. Nariz portentosa, cráneo calvo, rostro de boxeador y lenguaje de seda, Yazid Kherfi dice que la mayoría de los educadores de las “zonas urbanas sensibles” no sabe hablarles a los muchachos. Peor aún, si en las zonas periféricas la vida “transcurre sin problemas nadie se ocupa de los habitantes. Y los más jóvenes aprendieron la lección. Ser un ciudadano carece de todo interés. Entonces es mejor romper todo”.
Xavier Cabrera, el profesor de secundaria en el bachillerato Robert Doisneau, cuenta que en su colegio el 80% de las familias “son desfavorecidas”. El secundario de Clichy-sous-Bois es representativo de la composición social de las “ciudades dormitorios”. Allí conviven 28 nacionalidades. Cabrera asegura que lo que ocurre en Francia es “un suicidio social” y que el único camino que conduce a la solución es que en aquellas tierras del olvido social se aplique uno de los principios emblemáticos de Francia, es decir, la igualdad: “La igualdad es cuando un joven de Clichy-sous-Bois estudie con el mismo programa que el que vive en el centro de París”. Esa es la demanda de los disturbios.
Cuando Yazid Kherfi cuenta lo que los habitantes de los suburbios le dicen, detrás de la violencia, la palabra aparece evocada de mil formas. Los muchachos interpelan: “Ustedes, con sus manifestaciones pacifistas, no consiguieron absolutamente nada. Pero nosotros, en tres noches de disturbios, obtuvimos cosas. Aparecimos en la televisión y además el gobierno va a inyectar plata en nuestros barrios”. No sin ironía, Kherfi constata que, “lamentable o felizmente, los pibes tienen razón. Todo lo que ha ocurrido hará que las cosas se muevan”.
Kherfi lamenta que recién cuando estallan las revueltas los poderes públicos se acuerdan de que en esas zonas vive gente, que hay que ocuparse de ellas. “Acá, basta con que se produzca un drama y es como si se tirara un fósforo sobre un charco de combustible”. Kherfi está a favor de la “justicia para todo el mundo: los jefes de las bandas, los policías racistas y aquellos responsables comunales que dejan de lado sus obligaciones en materia de viviendas sociales”.
Xavier Cabrera también piensa en una suerte de utopía. Que llegue el día en que Francia acepte la distribución de “toda” su población.