Desde Tucumán

La última jornada de testigos en el juicio contra Antonio Domingo Bussi y Luciano Benjamín Menéndez fue distinta de las anteriores. Hubo menos simpatizantes del represor que se congregaron en las puertas del Tribunal Oral Penal en lo Criminal: sólo hubo un puñado de “bussistas” en el ingreso lateral. Se destacaba la presencia del chofer del hijo de Bussi, que llevaba puesto un sobretodo negro con anteojos de sol, que no se sacó ni siquiera cuando ingresó a la sala de audiencias. Ayer se realizó un careo entre el ex sindicalista Juan Palavecino, que estuvo secuestrado, el ex juez militar Roque Cabral y su secretario Raúl Molina. El fiscal Alfredo Terraf pidió la detención de los dos últimos.

Lo que se trataba de determinar en el interrogatorio era si Palavecino había sido inducido o presionado por personal del juzgado militar de entonces a firmar una declaración falsa. Tal como publicó ayer PáginaI12, el dirigente de la CGT local dijo ante el tribunal que fue vejado y sometido a torturas, mientras que el papel decía que recibió “buenos tratos” de los militares. Palavecino había sido propuesto como testigo por la defensa de Bussi, pero dio datos sobre su cautiverio, así como de la detención ilegal del senador Guillermo Vargas Aignasse, por cuyo secuestro están siendo juzgados Bussi y Menéndez.

Cabral estaba nervioso y levantaba la voz cada vez más ante cualquier requerimiento del fiscal Terraf. “Que quede constancia de que vengo con las mejores intenciones a declarar, pero veo que quieren que entre en contradicción”, dijo casi gritando. El ex juez aseguró que el contenido del acta rubricada por los tres en el mes de julio de 1985 era fiel. Aunque reaccionó a la defensiva: “He firmado un sinnúmero de declaraciones, no recuerdo ésta en particular. No recuerdo haber conocido a Palavecino”. El ex sindicalista le respondió: “Yo sí lo recuerdo, lo vi pasar frente mío. Pero no sabía que usted era juez. Un secretario suyo (de apellido Santillán) me lo presentó”. Cuando terminaron de declarar los tres testigos, el fiscal pidió la “detención inmediata” de Cabral y su ladero Molina, por falso testimonio. “Es llamativo lo que dicen los testigos cuando dan versión ante este tribunal y lo que dicen en los papeles firmados por Cabral, que son totalmente diferentes. Yo creo que con complicidad de Molina, han armado esa causa, que es una verdadera mentira”, exclamó el funcionario.

Mientras los testigos esperaban que el tribunal decidiera su suerte (que finalmente se resolverá antes de concluir el juicio), Cabral se acercó a Palavecino y le dijo: “Usted no me puede hacer esto”. Por las dudas, el dirigente gremial se aseguró de hablar con una integrante del Programa Nacional de Protección a Testigos que llegó desde Capital Federal.

Cerca de las 11.00 ingresó a la sala de audiencias el ex teniente coronel retirado Alberto Cerusico, quien fue incluido por la defensa de Bussi para que declare sobre su rol dentro de la Casa de Gobierno en el período en que el represor estuvo a cargo. En su mano izquierda llevaba un denario (moneda romana de plata, que “me ayuda a decir la verdad”, dijo) y una carpeta con recortes periodísticos de este diario. Trató de desmentir que tenía “una excelente relación con Bussi” y aseguró que sus tareas eran “administrativas”. Más allá de sus dichos, Marta Cárdenas, viuda de Vargas Aignasse, invocó su nombre en varias oportunidades para ingresar al palacio gubernamental y poder hablar con el jefe militar de entonces. En ese momento, sólo personas allegadas a Bussi podían disponer del ingreso al edificio.

El ex teniente coronel terminó su declaración diciendo una frase que leyó de un papel color celeste: “Matar a un hombre por sus ideas es matar al hombre, no a sus ideas”. Antes de retirarse, se acercó a darles un beso a Marta Cárdenas, viuda de Vargas Aignasse, y a sus hijos ubicados en la primera fila.

El próximo martes el fiscal y los defensores harán sus alegatos y el jueves próximo los jueces leerán el veredicto.