Lun 22.12.2008

EL PAíS  › OPINIóN

Ensaladas

› Por Eduardo Aliverti

El año se termina con un desafío analítico que comprende a la economía y a la política. Hay el paquete de medidas lanzado por el Gobierno para la clase media. Y hay el recalentamiento de las chicanas y movidas entre lo K y lo opositor. ¿Frente a qué estamos?

Pueden juntarse ambos aspectos para después desarrollar la respuesta o para tratar de acertarles a las preguntas. Por un lado, el oficialismo se movió con cierta prontitud cuando tomó nota de que la crisis internacional pegará, por acá, sí o sí. Empezó a largar un anuncio por día, y más también. En política, eso se llama tomar la iniciativa y que el resto se tenga que quedar en posición de contestarle, al margen de que las proclamas tengan luego efectividad. Los créditos para el cero kilómetro base, para los electrodomésticos, para renovar el taxi. El blanqueo a como venga, la moratoria, un poco antes la reestatización jubilatoria y un poco después la eliminación de la tablita de Machinea. Y los ciento y pico de miles de millones de pesos, que en realidad son poco más de veinte mil como agregado puntual respecto de lo que ya estaba pautado, para obra pública. En forma simultánea y mientras Cristina reapareció en funciones, dedicada a protagonizar las novedades, su marido lo hizo en el barro de la lucha cuerpo a cuerpo. Repartió tupido contra Cobos y Carrió, agregó una nueva embestida verbal contra las grandes corporaciones mediáticas, señaló que los Estados Unidos no son precisamente los más indicados, ni en su moral ni en su coyuntura, para pretender fiscalizaciones de nada. O sea: volvió a expresarse en toda su dimensión el doble comando presidencial. Y la oposición volvió a ejercer su rol de comentarista de lo que hace ese Ejecutivo, aunque debe tomarse nota de que acelera sus jugadas para integrar un frente único anti K con, por ahora, la mirada mucho más puesta en 2011 que en 2009. Lo más sugestivo acerca de eso, junto con los acercamientos ya desplegados entre Carrió y los variados restos del radicalismo, son los mimos que Lilita le dispensó al vicepresidente. Y, vaya vaya, las caricias mutuas que, en línea con lo anterior, se reparten el conglomerado de origen ucerreísta con el denominado “peronismo disidente”, que no es otra cosa que las viudas del aparato del PJ –bonaerense a la cabeza– que en principio se quedó afuera del armado kirchnerista; aunque el kirchnerismo, a su vez, también ha vuelto a mimarlo sólo que con base en los intendentes del conurbano siempre proclives a calentarse debajo del sol prebendario. Cuando se amontona semejante ensalada no hay nada mejor que remitirse a los hechos efectivamente concretados, en vez de desperdigarse con las advertencias de palabra.

¿Qué hay de concreto en las medidas económicas y financieras que lanzó el Gobierno? Por la positiva, que se le da al Estado un papel activo en la conducción de la crisis. Al menos desde lo intencional o enunciativo, la confianza en las “fuerzas del mercado” viene más bien a placé. Pero eso es un marco que por el momento supone, únicamente, acentuación de discurso. La única excepción comprobada hasta ahora es que, en la licitación para proveer a los bancos de los fondos que antes manejaban a piacere las AFJP, la punta la hizo la banca pública y la cooperativa, casi con exclusividad. Y puede agregarse que hay acuerdos para no despedir gente. El resto es “tenemos buenas intenciones, acompáñennos”. Nada más. Viene a ser, como alguien dijo, una versión remozada del “les hablé con el corazón”. Lo más probable es que les contesten con el bolsillo. Para que “la gente” tome créditos hace falta que tenga cómo pagarlos, en un ida y vuelta entre el acompañamiento del establishment para concederlos y una economía que le dé sentido a ese “estreno” por vía de que los sectores medios (y los populares, cómo no) tengan acceso efectivo a un mejor poder adquisitivo. Y eso no se llama crédito, únicamente. Se llama, o debería llamarse, que el IVA no siga aplicándose de modo indiscriminado; que haya control sobre los formadores de precios; que se cambie de raíz el sistema impositivo; que los estímulos a las pymes sean específicos. Pero para hacer todo eso se necesita construir confianza popular, movilización, abrir el arco de alianzas políticas. En palabras más directas, meterle miedo de veras al poder económico.

En sustitución de lo antedicho, lo corroborado de la política es que los K se pierden en comprensibles o justificadas denuncias declamatorias del cambalache opositor, ya sea por las andanzas de Cobos o del golpe por golpe contra una opositora de la oralidad a la que le faltan dos patos de la fila, por lo menos. Es un estilo de confrontación que puede servir para trazar agenda mediática, no para construir poder de cambio verdadero. El esquema marketinero de hacer un anuncio económico diario, usar a Cobos de punchingball, preguntar de qué vive Carrió, tiene patas cortísimas si no se ve trasuntado en mejoras palpables para la mayoría de la población. Una mayoría dispersa y ecléctica que, es cierto, también dudará seguramente de la capacidad opositora para canalizar la bronca hacia la efectividad.

A la pregunta inicial, entonces, en torno de frente a qué estamos, la respuesta más presumiblemente correcta es que los estilos tienen más que ver con la ficción que con la realidad. Ficción de que las medidas económicas son efectivamente pro-activas, al margen de que lo sean en el discurso; y ficción de que las compadreadas políticas responden a un armado serio y no a arrebatos oratorios del doberman de la pareja comandante. Ficción de que la oposición anda pensando en la Nueva Argentina, y no en estar dispuesta a juntar la misma biblia y el mismo calefón que les enrostran a los K. Duhalde, Carrió, López Murphy, Macri. Solá. Mamita. Se diría que está todo dado como para que uno no sepa para dónde disparar. Lo cual incluye al poder económico. El Poder y chau. Los tipos que manejan la plata de este país, después de Menem, tampoco saben muy bien, ni muy mal, a quién recurrir. Los K no les caben ni un poco, pero lo que se vislumbra como el rejuntado opositor les calza menos que menos porque no le tienen confianza de conducción política de sus intereses.

Así las cosas, sin siquiera entrar a contar qué será de nuestra vida de acuerdo con la profundidad que adquiera el terremoto capitalista mundial (que nadie se anima a mensurar con precisión), todo parece indicar que vamos hacia la constitución de un polo de centroizquierda, muy globalmente expresado y con anclaje en el liderazgo kirchnerista múltiples sapos mediante; y otro de derecha, que terminará articulándose de alguna manera mucho más por el espanto que por el amor. Visto que el conjunto de la sociedad es el espejo de esa antinomia, también parece que habrá que resolver cuál es el mejor territorio de disputa entre dos opciones que no convencen.

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