Viernes, 26 de agosto de 2011 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Samuel Cabanchik *
La implementación de la Boleta Unica no debe ser exagerada ni por quienes la promueven ni por quienes la denuestan. Cabe recordar que cuando en abril de 2008, con el apoyo de varios senadores, presentamos nuestro proyecto de Boleta Unica en la Cámara alta, lo hicimos con la expectativa de consolidar un avance en la expresión de la voluntad popular.
Desafortunadamente, en aquel momento no contamos con el número suficiente de voluntades para avanzar hacia la aprobación de la ley. No obstante, poco más de dos años después, su implementación en la provincia de Santa Fe, un distrito electoral de suma importancia en la Argentina, y su posterior instrumentación –aunque con diferencias– en la provincia de Córdoba –segundo distrito electoral– ameritan un primer balance.
Días pasados, en este mismo medio, con el título de “Mitos y realidades de la Boleta Unica”, el secretario de Comunicación Pública, Juan Manuel Abal Medina, desarrolló una serie de consideraciones interesantes para sumar a ese balance y, dado nuestro compromiso con el proyecto, nos sentimos convocados a aportar consideraciones propias.
A pesar de su aceptación generalizada en las dos experiencias en las que fue puesta a prueba (Santa Fe y Córdoba), nos parece pertinente aclarar algunas cuestiones sobre el proyecto de Boleta Unica. En primer lugar, no es nuestra intención fragmentar los partidos políticos ni quitarle gobernabilidad a ningún espacio; por el contrario, buscamos apuntalar la participación electoral y hacer lo más activa y precisa posible la voluntad popular. En nuestro sistema democrático, el modo más eficaz que tiene el pueblo para realizarse como voluntad es en la elección de sus representantes a través del voto. La Boleta Unica viene a intervenir, precisamente, en el diálogo que se establece entre los representantes y el pueblo, de modo que este último tenga mayor control sobre la elección de sus votados.
En razón de este otorgamiento consideramos que la Boleta Unica permite perfeccionar sustancialmente el funcionamiento del sistema electoral, tornándolo más democrático. Dicho de otro modo: el votante tiene ahora más poder.
En cuanto a la tensión entre la mayor libertad otorgada a los electores y los efectos que esto produciría sobre la gobernabilidad, pareciera haber un cierto temor que juzgamos infundado. Da la impresión de que se considerara un solo resultado posible: un gobierno sin respaldo del Legislativo, pero debemos recordar que la estructura de nuestra República consagrada en la Constitución Nacional siempre supone la posible combinación de diversas variantes.
Es interesante observar que antes de la Boleta Unica, el Poder Ejecutivo de Santa Fe no tuvo la mayoría en el Senado provincial y, si ahora no contará con mayoría tampoco en Diputados, será por una cláusula constitucional provincial totalmente ajena a la Boleta Unica.
Por otra parte, una fina lectura del resultado de la votación en Santa Fe muestra que en todos los espacios políticos el elector discriminó de modo novedoso entre el cargo ejecutivo provincial, los cargos ejecutivos municipales y los cargos legislativos, lo que fortalece el pronunciamiento popular, por favorecer su selectividad.
En segundo lugar, es importante apreciar y ponderar las diferencias en relación con los porcentajes de votos blancos y nulos en Santa Fe y Córdoba. Abal Medina, en su artículo, señala el alto porcentaje de votos en blanco para cargos legislativos como un defecto de la Boleta Unica. Sin embargo, es importante observar que en las elecciones santafesinas se registró, para gobernador, 2,41 por ciento de voto en blanco y para diputados 9 por ciento, siendo el porcentaje de votos en blanco para senadores de 6 por ciento (por lo demás, el voto en blanco estuvo contemplado en un casillero específico). Estos porcentajes no pueden fusionarse en una evaluación ni totalmente positiva ni totalmente negativa del instrumento, pues queda evidenciada la conducta variada según la categoría de voto.
La situación de Córdoba, debido al diferente diseño de la boleta, que permitía sufragar lista completa, y en la que el casillero de ese voto y el de gobernador estaban tan próximos que dio pie a la confusión, se registraron aproximadamente los siguientes resultados –provisorios–: un 2 por ciento en blanco para gobernador, para diputados un 17,67 por ciento y para el tribunal de cuentas provinciales, 18,43 por ciento, lo que, antes que adjudicar directamente estos porcentajes a un defecto intrínseco del sistema de Boleta Unica, habrá que imputárselos a ese diseño específico.
Abal Medina ve como consecuencia del uso del sistema de Boleta Unica la reducción del peso de los partidos políticos. Consideramos que esta presunción es al menos apresurada, teniendo en cuenta que el nuevo sistema de Boleta Unica fortalecerá la relación entre los partidos y sus votantes, ya que los primeros se ven obligados a presentarle a la población sus respectivos candidatos con la mayor visibilidad posible en todas y cada una de las categorías de votación. Las campañas electorales, según nuestro criterio, serán necesariamente más direccionadas, y las diferentes categorías de votación se exhibirán con la misma amplitud. Lo que Abal Medina considera un exceso de personalización del voto para nosotros implica el fortalecimiento de los partidos.
De este modo, seguir avanzando en la implementación nacional de un mecanismo que evitará el secuestro del voto a través el robo de boletas, que simplificará y democratizará aún más el proceso electoral, que agilizará la instancia de votación, entre tantos otros beneficios, es nuestra forma de contribuir responsablemente a la mejora de la democracia nacional, aporte impostergable para desinstalar el paradigma de lo imposible.
* Senador de la Nación ProBAfe.
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