Miércoles, 12 de octubre de 2011 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Washington Uranga
Abundan los comentarios acerca de la falta de creatividad en la campaña electoral. Coincidiendo con la apreciación, vale sin embargo decir que lo que se echa de menos son las ideas políticas –que deberían traducirse en propuestas–, porque la creatividad tiene que estar ligada a lo anterior. No se puede ser creativo a partir del vacío. Por obvias razones, el oficialismo es el que mejor sale parado frente a esta afirmación. Desde el Gobierno, las ideas y las propuestas tienen forma de gestión y, con criterio, lo que se hace es mostrar lo hecho. No hay que “inventar” nada nuevo. No es necesario. Menos con el muy favorable escenario que dejaron las elecciones primarias y cuando, según gran parte de las encuestas, las diferencias se estiran a favor del Gobierno. Pero aunque alcance con “hacer la plancha”, también el oficialismo podría asumir que este tiempo preelectoral es una ocasión propicia para enriquecer la agenda con algunos temas que han estado ausentes. De algunos de ellos nos ocuparemos más adelante.
La oposición, casi sin excepción, ha demostrado no sólo que no tiene ideas, sino que no está en condiciones de gobernar el país. Sólo algunos de los representantes del Frente Amplio Progresista y, de cierta manera, esta agrupación como fuerza aparece como una alternativa seria y con vocación de gobierno, mirando al mediano y largo plazo, y entendiendo que se está en el proceso de construcción de una alternativa política con vocación de poder. También que ese camino hay que transitarlo sin prisa y sin pausa y, sobre todo, con un mínimo de coherencia respecto de lo que se hace y de lo que se dice. El resto de los candidatos de la oposición da lástima política. Dilapidaron en muy poco tiempo un capital político que, siendo importante, nunca alcanzó a ser lo que de manera sobredimensionada pretendieron hacer creer los medios de comunicación opositores. A cada paso queda claro también que fueron los medios –los mismos que hoy se muestran decepcionados por las actitudes, los yerros y los disparates opositores– los que construyeron artificialmente y en base a sus propios intereses al Grupo A y la agenda temática de éste.
La oposición se ahogó en su propio discurso. ¿Qué pueden decir ahora Rodríguez Saá, Duhalde, Alfonsín y Carrió acerca de incoherencias políticas o de los acuerdos espurios de los que suelen acusar al Gobierno, después de ver sus propias actuaciones, las idas y venidas y hasta la composición de las listas? La estrategia de Macri de encriptarse en su triunfo capitalino no hace más que dejar en evidencia que, tal como ya quedó demostrado, no sabe cómo saltar al plano nacional. Y todo lo anterior, queda dicho, tampoco exculpa al oficialismo de contradicciones tan flagrantes como llevar a Carlos Menem como candidato a senador en La Rioja o seguir respaldando a gobernadores como el formoseño Gildo Insfrán o a intendentes como Raúl Othacehé, para referir tan sólo a algunos ejemplos paradigmáticos. La crítica al pragmatismo electoral sin reparar en contradicciones sirve tanto para juzgar estos casos como para los inescrupulosos vaivenes de De Narváez.
Pero dado que el tiempo electoral tiene que ser propicio para debatir ideas y para enriquecer la agenda, resulta útil aportar –sin ninguna pretensión de agotar los temas– algunos items de los que se no escucha hablar casi y a los que, a nuestro juicio, habría que prestar atención como políticas de Estado. El tiempo preelectoral es una ocasión sumamente propicia y adecuada para discutir, intercambiar, proponer ideas sobre estas cuestiones.
El Gobierno habla del “modelo” y reivindica con razón el éxito del mismo. La oposición no sabe qué criticar. No tiene demasiados argumentos en contra de un proceso que es a todas luces exitoso. Y salvo denunciar sin alternativas cuestiones tales como el aumento de la inflación o hacer pronósticos tan catastróficos como insostenibles sobre el futuro, tampoco se ocupa de otros temas que el Gobierno elude y que deberían estar en la agenda. A saber: reforma del sistema financiero y tributario orientada a la redistribución del ingreso; política ambiental y explotación de recursos naturales (desde una política de uso adecuado del agua, de los suelos hasta la explotación megaminera); reforma integral del sistema de administración de Justicia.
Para seguir agregando a la lista: tenemos una muy buena Ley de Servicios Audiovisuales de Comunicación. Pero con una norma no alcanza para generar una política de comunicación que es indispensable para el país. Sería útil escuchar en la campaña electoral discutir sobre modelos económicos alternativos, acerca de una política pública integral de vivienda, de políticas que atiendan en profundidad la realidad de las comunidades indígenas de nuestro país y de una reforma política que, más allá de los pasos dados, profundice en la democracia participativa desde una perspectiva de derechos. La oposición necesita hacerlo porque si no propone, nunca podrá llegar a ser una alternativa creíble. Y el oficialismo también, porque no es suficiente apenas valorar lo hecho si esto no se evalúa en el marco de las posibilidades y si no se proyecta, aprovechando las condiciones actuales y como se señala desde el mismo gobierno, para profundizar una propuesta con más justicia y más participación.
Hasta ahora nos estamos quedando con las ganas de discutir algo más que frases hechas e intercambios de chicanas que apenas aportan al cotillón electoral, nunca a la claridad de lo que en realidad importa debatir.
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