Lunes, 31 de octubre de 2011 | Hoy
EL PAíS › EL TESTIMONIO DE MARGARITA MICHELINI, HIJA DEL DIPUTADO URUGUAYO DESAPARECIDO ZELMAR MICHELINI
En el juicio por el plan sistemático de apropiación de bebés durante la dictadura, Michelini contó cómo consiguió salvar a su hijo y reveló las trabas que le opuso una exjueza de San Isidro. También aportó datos sobre otros secuestrados que pasaron por Orletti.
Por Alejandra Dandan
La odisea para salvar a su hijo. El rol de una jueza de Menores que trabó la salida del país del niño. Su secuestro primero en Buenos Aires. Uruguay. En medio de una declaración algo incómoda, en la que ella iba buscando indicios en la memoria, un abogado le preguntó, otra vez, por los días en Automotores Orletti. Por el recuerdo de una de las imágenes de las embarazadas del centro clandestino, alguien de la familia de Santucho. En ese momento, Margarita Michelini habló de ser testigo: “El recuerdo que tengo es que era un embarazo avanzado, pero no sé si se corresponde con la realidad: yo no la vi. Mucho de lo que se sabe en estos momentos recae en el testimonio de las víctimas y ha pasado mucho tiempo, sé que en Argentina se investiga con otros mecanismos, que no es sólo lo que recuerda una víctima de situaciones de mucho estrés, con recuerdos que aparecen y desaparecen de su memoria y de otros que aparecen cuando se los vuelve a leer. Yo estoy segura de que ahí estaba ella embarazada hasta por el tono de voz, de lo que le decían, no tengo ninguna duda: ésa es la situación de un recuerdo afectivo, ahora los familiares podrían tener otra información. Yo no miento, no lo vi. Pero el único sentido que tiene una persona no es sólo la vista”.
Margarita Michelini declaró la semana pasada vía teleconferencia, desde Uruguay, en el juicio oral por el plan sistemático de apropiación de niños. Hija del diputado uruguayo Zelmar Michelini, asesinado en Buenos Aires en mayo de 1976, entre las primeras víctimas del Plan Cóndor, ella había militado en el Partido de la Victoria del Pueblo uruguayo y estaba radicada con su pareja y su hijo en Buenos Aires escapando de la dictadura del país vecino. La secuestraron en julio de 1976. Estuvo en Orletti y luego en Uruguay. Su testimonio fue pedido por la fiscalía y la defensa de los represores. Por un lado, ella podía dar cuenta de la presencia de mujeres como Sara Méndez, a quien le robaron a su hijo y es uno de los casos de este juicio. Podía hablar de otras detenidas embarazadas cuyas sombras se siguen buscando en Orletti. Pudo situar a Aníbal Gordon revisando a los prisioneros argentinos en Uruguay como dato de la coordinación represiva del Cóndor. Pero, por otro lado, los defensores de los acusados la querían ahí porque la odisea con la que consiguió poner a salvo a su hijo podría servirles de coartada para debilitar la idea de la sistematicidad de las apropiaciones. Un dato que las querellas desarmaron. El juicio parece tener probado hasta ahora que la lógica del robo de niños estuvo atada a la idea de desaparición diseñada por los militares argentinos, como dice el fiscal Martín Niklison. Un robo que no se dio en general con mujeres que sobrevivieron a los campos, sino que implicó la desaparición de sus madres. Sólo Simón Riquelo, el hijo de Sara Méndez, rompió esa lógica y casi por equivocación: los argentinos lo robaron al parecer creyendo que Sara iba a terminar desaparecida en el traslado a Uruguay.
Para el ’76, Margarita Michelini estaba convencida de otro de los datos que dan cuenta de la existencia del plan: sabía que los militares podían robarse a su hijo. La sospecha se acentuó cuando en un operativo desapareció una pareja con sus hijos: “Esos dos muchachos tenían tres hijos –explicó–, los niños no aparecían y en ese momento un amigo me dijo que capaz que no los devuelven porque ha sucedido en otras oportunidades y me habló de España. Por eso yo tenía miedo de que no me devolvieran a mi hijo”.
Margarita vivía en Villa Martelli con su compañero Raúl Altuna y su hijo Pedro. En julio los secuestró un grupo de tareas: “Estábamos con nuestro hijo y tuve un impulso así, de decirles que si no dejaban a mi hijo a los vecinos yo no me iba, en esa situación tuve suerte porque decidieron despertar a los vecinos del piso de abajo y me llevaron a mí con Pedro. Ellos tenían una niña, nos conocíamos como vecinos. Les pedí que por favor hablaran con mi familia, que les dijeran que les dejaba a mi hijo. Demoré bastante en saber qué había pasado con eso”.
Los vecinos no avisaron. A través de distintos contactos, enlaces y relaciones políticas, la madre de Margarita supo finalmente que el niño había quedado en ese lugar. “Los vecinos muy asustados, con una niña muy chica que vivió esa situación, se hacían cargo de Pedro, pero les habían aconsejado que denunciaran la situación porque si no podían tener un problema tomando a un niño que no era de ellos.” Durante algunos días, un grupo de represores se quedó en su departamento vigilando a Pedro. “No sé cuándo ellos dejaron la casa, porque mi mamá llegó una semana después y nunca me dijo de haber visto a ningún militar.”
Pedro pasó de la casa de los vecinos a estar a cargo, en guarda, de Julio César Saguier. Saguier se ofreció de garante porque el caso se había judicializado. La exjueza de Menores de San Isidro Diana Bocaccio de Pincardini no quería darle el niño a la abuela porque decía no tener pruebas para acreditar una y otra identidad. A Saguier se lo dio por los avales que él mismo mostró: “Dijo que era argentino, católico y tenía plata”. Finalmente, Pedro llegó a Uruguay después de noviembre amparado por un expediente que Margarita ahora recuperó y podría ser una prueba para investigar a aquella magistrada: además de la demorada entrega, la jueza otorgó la tenencia amparada por una resolución que incluye una supuesta autorización de Margarita, un dato que no existió.
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