EL PAíS › LA HISTORIA DEL FOTOGRAFO ARGENTINO QUE MURIO EN LA POSGUERRA
“Ojalá no sea lo último que cubro”
Mario Podestá, de 51 años, era un reportero gráfico independiente. Ayer murió en un accidente en Irak. Esta es su historia.
Fue el primer periodista argentino que murió en la guerra de Irak. O mejor dicho, en la posguerra. Mario Podestá, de 51 años. que colaboró con Página/12 en 1993, y que estaba en el terreno para cubrir la posguerra en Irak para América TV, murió cuando el auto en el que viajaba volcó en Ramadi, cerca de la capital iraquí. El periodista viajaba con Verónica Cabrera, una camarógrafa argentina que resultó herida y fue internada en un hospital jordano. “Ibamos en una caravana de 30 vehículos todoterreno y el coche en el que viajaban ellos era viejo y estaba en malas condiciones”, dijo Guido Alfiere, corresponsal en Irak del diario italiano Il Messaggero. “Todos los autos iban muy rápido para llegar a Bagdad antes del toque de queda que impusieron las tropas estadounidenses. El conductor del coche en el que se viajaban los argentinos aceleró demasiado, se le reventó una rueda y volcó”, explicó. Podestá fue corresponsal de guerra en 34 guerras y conflictos humanitarios. Cubrió Malvinas, Afganistán, Somalia, El Salvador, Nicaragua y la Guerra del Golfo del ‘91, entre otras. Página/12 habló con su productora y amiga, Clelia Isasmendi.
–¿Cómo conociste a Mario?
–Hacía un año que trabajábamos juntos, pero lo conozco desde hace 10, cuando entrevistó a mis padres, monseñor Jerónimo Isasmendi y Clelia Luro. Les hizo una nota brillante y nos hicimos amigos. Era un loco lindo. Le gustaban mucho las mujeres, era abstemio y yo le decía que eso iba contra todas las reglas del periodismo. Jamás se preocupaba por la plata. Donde hubiera una guerra, él hacía su valija y se iba para allá. Se bancaba todos sus viajes y en Afganistán la pasó muy mal. Había arreglado con el director del noticiero de Canal 11 para cubrir la guerra. Y cuando estaba listo para empezar a transmitir, el tipo le dice que ya no le interesa tenerlo allá. Lo dejó en bolas. Le tuvimos que mandar 5000 dólares que sólo le alcanzaron para cruzar la frontera y salir de Afganistán. En esa guerra Mario perdió 20.000 dólares. Nunca pude entender que, teniendo un tipo allá en Afganistán, a ningún medio argentino le interesara.
–En Argentina siempre trabajó como free-lance.
–Trabajó para los diarios Noticias, Mayoría, La Opinión, la revista Panorama, editorial Abril, Atlántida, siempre como free-lance. Era un tipo divertido, pero había una sola cosa que lo deprimía: que en Argentina los medios no le dieran bola, que no le dieran trabajo. Acá está lleno de mediocres que no se bancan trabajar con un tipo tan preparado como él. Hablaba inglés, francés, portugués e italiano y, con tantos viajes a Medio Oriente, balbuceaba un poco de árabe. Estudió psicología, sociología, física y biología, aunque no terminó ninguna de estas carreras. Hizo cursos de fotografía y resolución de conflictos. Tenía un master en Periodismo de la Universidad de Columbia y llegó a hacer cursos de supervivencia en el desierto y la selva, de paracaidismo y combate.
–¿Tuvo más reconocimiento en el extranjero que acá?
–Nadie es profeta en su tierra. Fue corresponsal en la Casa Blanca de la cadena norteamericana NBC. También trabajó para la CNN, para la que cubrió el apartheid en Sudáfrica y las elecciones que ganó Nelson Mandela en el ‘94. Entrevistó a Margaret Thatcher, Salvador Allende, Shimon Peres. Para él no existía un “no”. A Yasser Arafat lo entrevistó en una escalera. En medio del reportaje, Arafat lo interrumpe y le cuenta un chiste. “Yo me muero junto a todo mi pueblo y nos vamos al cielo. San Pedro nos dice ‘acá no hay lugar, pero podés ir abajo. Está todo bien, somos socios’. Vamos al infierno y hablamos con el Diablo, que también nos dice que no hay lugar. Le insistimos, hace un llamado por teléfono y nos dice ‘no hay problema, hacéte un campamentito, que se van a arreglar fenómeno’.”
–¿Cuándo fue la última vez que hablaste con Mario?
–Ayer. Me dijo: “Estoy rompiendo todas las reglas de seguridad para cubrir una guerra. Estoy sin plata”. Pero estaba contento porque había logrado entrar a Irak. Había estado en Siria tratando de cruzar a Irak. Pero como eran 800 kilómetros bajo las balas, cerca de Tikrit, decidió volver a Jordania y cruzar desde ahí en el convoy de 30 autos. También mecontó que a la vuelta iba a fundar en Damasco, Siria, la Asociación Internacional de Periodistas por la Paz. Decía que estaba harto, que “cualquier idiota arma una guerra y nosotros después tenemos que ir a cubrirla”. Se me fue un colega, un profesional como muy pocos. Y un amigo. Mario jamás se despedía. Nunca nos decía “me voy a esta guerra”. No sé si tuvo un presentimiento, pero esta vez se despidió de todos. Antes de irse me dijo que ésta iba a ser la guerra número 25 que cubría. “Espero que no sea la última”, me dijo.