EL PAíS › RODRIGUEZ SAA DE INAUGURACION
La autopista del Adolfo
Por Martín Piqué
”¿Por qué no podemos soñar que podemos hacer esto para todos los argentinos?” La pregunta de Adolfo Rodríguez Saá resonó como la síntesis más perfecta de sus deseos. Mientras miraba a la multitud que lo rodeaba -unas dos mil personas, con banderitas argentinas que decían “Adolfo Presidente”–, el candidato pareció entrar en éxtasis. “Nosotros queremos hacer en la Argentina lo que hicimos en San Luis. Con la garantía de que aquí se cumple”, se jactó entonces, mientras a su alrededor las luces de la “autopista San Luis” iluminaban la noche del paraje Los Puquios y se perdían en el horizonte en una fila interminable. El puntano acababa de inaugurar una obra indiscutiblemente monumental: 212 kilómetros de asfalto y cemento, con dos carriles por mano, iluminación, cámaras y control “inteligente” del tránsito. Por el despliegue que tuvo el acto, quedó claro que el puntano apostaba a esta obra para consolidar una de sus estrategias de campaña: mostrar su gestión en San Luis como un anticipo de lo que hará en la Nación si gana la elección del 27 de abril.
Como sucedió hace una semana con la ciudad universitaria de La Punta, el adolfismo esperaba esta inauguración como si fuera una última carta en la manga. Por eso se aceleraron los trabajos, para que quedara lista antes de los comicios, y también por eso se invitó a la televisión, que mostró en vivo el debut de la autopista de la Ruta Nacional 7 que atraviesa todo el territorio de San Luis. Era una apuesta importante para Rodríguez Saá (dijo que la construcción costó 130 millones de pesos), que aprovechó para diferenciarse de Eduardo Duhalde: “Duhalde construye un estadio de fútbol en La Plata y ya ha invertido 150 millones de pesos. Nosotros, en cambio, hicimos un estadio por 7 millones 600 mil pesos. Porque somos capaces de hacer las cosas con honestidad”, cargó. Entonces se escucharon algunos gritos de “¡Corrupto! ¡Ladrón!”.
Como corresponde al estilo “adolfista”, la autopista San Luis debutó con una ceremonia multimedial, con muchos recursos técnicos –un biplaza con una cámara de video sobrevolaba la escena–, y bastante festiva. Por ejemplo: dos caravanas de vehículos partieron de los dos puntos más lejanos de la ruta –Desaguadero y Justo Daract, en el límite con Mendoza y Córdoba–. Cada convoy estaba encabezado por una autobomba de los bomberos de San Luis. La inauguración oficial se produjo cuando ambas autobombas se encontraron sobre un puente de doble vía que cruzaba la ruta: allí esperaba Rodríguez Saá junto a su equipo de asesores, mientras que en los coches de bomberos llegaron, por un lado, la gobernadora Alicia Lemme, y por otro el influyente hermano menor, Alberto, quien es candidato a gobernador. Todos eufóricos, se abrazaron y enseguida se encaminaron hacia la muchedumbre.
Curiosamente, no había escenario ni palco. “El Adolfo” caminó hacia la gente hasta que la primera fila, ocupada por mujeres que le gritaban piropos y tenían gorros amarillos con la leyenda “plan de forestación provincial”. El gentío comenzó a abrazar al candidato y sus acompañantes. El homenajeado portaba su clásica sonrisa. Se lo veía a gusto, disfrutando del contacto corporal, al que considera como un elemento imprescindible de su campaña proselitista. No por casualidad, cuando viajaba junto a los periodistas en el avión que partió de Buenos Aires, subrayó la importancia de “estar en medio de la gente”. “Yo hice una campaña a mi medida. Eso no lo podían entender. Puse un micrófono en medio de la gente, para que hablaran ellos. No es lo mismo que puedan verte, tocarte, charlar con vos, que llegar a un acto de cinco mil personas, saludar e irse. Es otro nivel de compromiso”, analizó ante los periodistas, entre ellos Página/12, para diferenciarse de Néstor Kirchner. El santacruceño fue, justamente, el gran ausente en el discurso de Rodríguez Saá. No lo mencionó nunca, aunque en el avión –cuando volaba de Buenos Aires a San Luis– preguntó, en tono de chicana, si conocían a algún votante de Kirchner en la provincia de Buenos Aires. También durante el vuelo se permitió una broma para contestarle a Chiche Duhalde. Cuando su vocero, Gustavo Valenzuela, empezó a entregar huevos de Pascua, ironizó con una sonrisa: “¿Ven? Nosotros tenemos huevos”.