EL PAíS › LA GRAN MAYORIA TIENE DECIDIDO EL VOTO PERO NO CREE QUE HAYA GRANDES CAMBIOS

Una elección con más frío que en Siberia

A diez días de los comicios, los encuestadores coinciden en que los candidatos no despiertan gran entusiasmo ni siquiera entre sus propios electores. Pese a ello, no hay indicios de que aumente el voto bronca en una campaña sin grandes caravanas ni debates. Esta quinta elección presidencial desde el retorno de la democracia será la más fría de todas.

 Por Raúl Kollmann

La mitad de los argentinos cree que las próximas elecciones van a cambiar poco y nada la situación del país. Esto es lo que –según los especialistas– está detrás de un fenómeno inédito que se verifica en este proceso electoral: a diez días de concurrir a las urnas, el ciudadano está “afuera” de la campaña, el interés es bajo y hay un ambiente más que frío con los presidenciables. Incluso los propios votantes de un candidato consideran que ese candidato, si gana, va a cambiar muy poco en el país. Todo esto produce una combinación nunca vista: la gran mayoría tiene decidido su voto, no se vislumbra un voto-protesta de envergadura y, sin embargo, el entusiasmo está ausente de la carrera electoral.
Las conclusiones surgen de varias encuestas realizadas por distintas consultoras en las últimas semanas. Graciela Römer y Asociados, OPSM, que lidera Enrique Zuleta Puceiro, y Equis, de Artemio López, exhiben cuadros de resultados en los que se percibe ese fenómeno de escepticismo y la mayor frialdad que se haya registrado en proceso electoral alguno de la historia argentina.
“Lo que está en la base es que la gente tiene bajas expectativas de que esta elección produzca cambios en el país e incluso en la situación personal de cada ciudadano –señala Graciela Römer–. Esto tiene que ver con la crisis política y de legitimidad que no sólo tiene la dirigencia sino la política misma. Esta es la quinta elección desde el retorno de la democracia, y la alternancia entre justicialistas y radicales produjo expectativas crecientes que fueron defraudadas. Por eso tenemos un quiebre tan profundo entre los ciudadanos y los dirigentes políticos. Eso es lo que domina la campaña.”
Curiosamente, las encuestas reflejan que sólo hay aproximadamente un diez por ciento de indecisos y que del 90 por ciento restante sólo un cinco por ciento o menos se inclina por el voto en blanco. O sea que la gente está más bien decidida, aunque puede todavía cambiar su voto. Pese a eso, no existe el menor entusiasmo.
“En la Argentina hay una cultura de voto obligatorio –agrega Römer–, pero estoy segura de que si el voto dejara de ser obligatorio, la mitad de la gente no concurriría a las urnas. Respecto del voto en blanco o la abstención, hay que esperar el resultado final. Tengo toda la sensación de que ese voto-protesta seguro no va a ser igual a la oleada impresionante que se produjo en la elección de 2001, pero igual será mayor a la última elección presidencial, la de 1999. De manera que también en el voto en blanco y el presentismo se verá un poco este fenómeno del quiebre entre ciudadanos y dirigentes políticos.” En el trabajo de Römer, una de cada tres personas, el 36 por ciento del total de encuestados, sostiene que va a ir menos gente a votar en estas elecciones. Eso significa que perciben el fenómeno de menor participación, de mayor frialdad.
El poco entusiasmo con los candidatos se refleja en la encuesta de OPSM, la consultora de Zuleta Puceiro. Casi un 70 por ciento de los consultados dice que los candidatos a presidente expresan poco y nada las calidades y posibilidades de la sociedad argentina. En otras palabras, que la gente ve poco valiosa la grilla de candidatos de la que tiene que sacar el nombre que va a poner en la urna.
“El ciudadano de hoy busca atajos y señales poco habituales para orientar su voto –explica Römer–. Se fija poco en las propuestas o en el contenido de las campañas y, en cambio, trata de percibir atributos de los candidatos. Por ejemplo, si son honestos, si tienen capacidad de mando y otras características de ese estilo. Es por ahí que intentan recrear la credibilidad. Esto se ve perfectamente en lo que pasa con Ricardo López Murphy. Uno puede decir con nitidez que se trata de un candidato de centroderecha, pero ciertos atributos –la honestidad, tal vez la firmeza– hacen que haya una franja de votantes de centroizquierda que estándispuestos a votarlo. Estas mudanzas ideológicas son una constante en esta campaña y van en todos los sentidos.”
A la campaña le quedan en verdad cinco días hábiles y ya se puede decir que han sido inexistentes las caravanas multitudinarias en que los candidatos aunque sea se paseaban por kilómetros y kilómetros saludando a una población que por lo menos se acercaba por curiosidad. Hubo unos pocos actos que, como ayer decía un dirigente tucumano, “se están haciendo con 200.000 pesos, la mayor parte dedicada a darles algún sandwich, una gaseosa y algún ‘viático’ a los concurrentes. Incluso concurren personas que ni siquiera van a votar por el candidato que encabeza el acto”.
Debates no hay, el rating de los programas de televisión a los que van los candidatos es más bien bajo y aquella postal de Raúl Alfonsín e Italo Lúder cerrando sus campañas con centenares de miles de personas es un recuerdo del pasado. “No hay pasión porque no puede haberla cuando la mitad de la gente dice que no va a cambiar nada, gane quien gane”, concluye Römer.

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Un fenómeno de escepticismo y frialdad ante las próximas elecciones presidenciales.
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