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A UNA SEMANA VISTA, MENEM VA CADA VEZ PEOR Y LE ACONSEJAN BAJARSE
Quién te ha visto y quién te ve
Clima derrotista en el menemismo. El Jefe no parece el mismo. Los que quieren que se baje. Las consultas-presiones del embajador Walsh. Lole, el hombre que pudo ser. Un retrato parlante, ma non troppo, de un supuesto estadista. Kirchner con Lula, un acierto de campaña y un atisbo de programa. Y un bonus con la verdad 21.
Por Mario Wainfeld
Ya no lo es y, tal parece, no lo será nunca más. Sin embargo, todos los que lo rodean lo siguen llamando de ese modo. Todos le dicen así.
–Presidente.
Le espetó, sin ir más lejos, el vocero de Alberto Kohan. Fue al ocaso del viernes, Carlos Menem llegaba con su eterno amigo a Mar del Plata, en medio de una campaña difícil, con tono de imposible.
...Presidente ...comentó el vocero– Llaman de Buenos Aires. Los cables dicen que Kirchner anunció que De la Sota lo apoya.
–¿Cuándo anunció De la Sota que me apoya? se interesó, pero también se sorprendió el riojano.
–No, Presidente... De la Sota dijo que apoya a Kirchner.
Lo que vio el vocero de Kohan fue algo bastante inusual. Menem se quedó mudo, sin respuesta. El, el Presidente, que siempre tuvo respuesta para todo.
Está desconocido, comentan quienes lo conocen y hasta lo quieren. Enfurruñado, rencoroso, huérfano del humor taimado que le brotaba con naturalidad en los peores momentos. Hace unos años, en los buenos tiempos, durante un cónclave empresario leyó un discurso que correspondía a otro orador. Salió del papelón haciéndose el vivo, bromeando sobre sí mismo, anticipando las críticas. El miércoles cuando Mirtha Legrand lo pescó usando un viejo barbarismo –”andó” por “anduvo”– no logró salir del paso. No tuvo reflejos, ni humor, ni otro recurso que hacerse el distraído...
“Esto es un velorio de tres semanas. Es duro de bancar” metaforiza, apenas, uno de los pocos deudos que sigue teniendo la vela. Porque no es sólo la derrota, es también la desolación. Los aliados se van, los punteros que garantizaban fiscales huyen como alma que se lleva el diablo, ávidos por colgarse del tren de Kirchner. Los celulares no suenan, los compañeros empresarios hacen cola en otras ventanillas.
Nadie se muere en las vísperas, postulaba cuando era un winner. Ahora da toda la sensación de estar prorrogando una agonía de final anunciado. “Creyó en el diario de Yrigoyen, que fue el Ambito,” dice uno de los suyos, desolado. “No puede aceptar lo que está pasando, anda como aturdido, perdió contacto con la realidad”.
Los más torpes de sus circunstantes le proponen una salida deshonrosa, una chicana de mal perdedor, una falta de respeto a las instituciones. El constitucionalista Luis Barrionuevo, el estratega Alberto Pierri, el demócrata Eduardo Menem no se preocupan por esas minucias. “Bajate”, proponen. Soldado que huye sirve para otras guerras, tal sería la divisa. Por ahora el hombre dice que no ha de abandonar el ring y así debería ser. Pero nunca se sabe. Su conducta tendenciosa no sólo interesa a todos los argentinos, celosos de las instituciones. También a interlocutores de primer nivel, que Menem siempre quiso escuchar.
–Presidente...
Así, ¿de qué otro modo?, comenzó Jorge Castro desde el otro extremo de la línea. Y le contó que el mismísimo embajador James Walsh había hablado con prominentes dirigentes del menemismo haciéndoles saber que “lo preocupan mucho” los rumores acerca de que Menem se bajaría. La Embajada, fuente de toda razón y justicia, no piensa igual que Luisito, Alberto y el Eduardo.
No se sabe qué contestó el (ex) Presidente. O si se quedó sin respuesta. últimamente, suele ocurrirle.
Una carpa fratricida
La misión era difícil pero siempre algo se puede hacer mientras se está en campaña. El menemismo tenía y tiene un piso alto de adhesiones que podía engalanar con la incorporación del pobrerío que votó al Adolfo y de la derecha que optó por López Murphy. Aunque fuera de una parte de ellos.Y aspirar así a un 35, acaso un 40 de los votos válidos en segunda vuelta. El resto, claro, era confiar en su buena estrella, en la fortuna que algunos príncipes, Maquiavelo dixit, saben tener. Pero desde el mismo domingo 27 de abril, Menem y su gente se dedicaron a desbaratar sus, escuetas, chances. Peleas de conventillo llegaron a los medios. Luis Patti se arrogó dotes de jefe de campaña y se comidió a explicar que algunas caras mortifican a la sociedad. No abundó en ciertos detalles, por caso si las caras de torturadores integran ese desdichado inventario. Pierri se encargó de explicar que sí. Mientras segundones sin nivel peleaban la campaña naufragaba. Juan Carlos Romero, que gastó una fortuna para la primera vuelta, desprecia a la corte de Menem y tiene la inmensa fortuna de recibir reciprocidad. El salteño y la troupe del riojano no se hablaban mucho antes del 27 de abril, cuando todavía se sentían en carrera. Ahora, mudos, se muestran los dientes.
Eduardo Bauzá se corrió, a su manera, un poquito. Carlos Corach no hace públicos sus disensos con el equipo de campaña, pero los tiene. Quedan pocos acompañando al deudo, que es también el finado en el velorio de tres semanas. Ya pasaron dos semanas. Y sólo queda una.
Otro presidente que no fue
Ese tipo grandote, de manoplas de gigante, torpe, lacónico, inexpresivo, pudo ser presidente de la Argentina. Parece mentira viéndolo ahora a Carlos Reutemann arrollado por las circunstancias, dejando patente en cada uno de sus desmañados gestos que la emergencia lo pasó por arriba. A veces da bronca, a veces un sucedáneo de la ternura ver a ese hombre ya mayor y envejecido carente de recursos básicos de la comunicación humana. Se supone que era un estadista este mandatario que no consigue encontrar los vocablos adecuados, que se distrae explicando detalles nimios, que se fascina como cualquier novato ante las posibilidades de dar apoyo terapéutico a los inundados.
“La provincia es un desorden, carece de toda conducción. Lole quiere ocuparse de todo como si fuera el intendente de un pueblo de cincuenta casas. No duerme, conduce él mismo las lanchas, se trepa a los techos. Pero no ordena las tareas, no ha urdido un decoroso plan de emergencia, casi no reúne a su gabinete,” describe un funcionario nacional que lo vio en situación. Una anécdota ilustra cómo se maneja ese gobernante que pudo ser presidente, sencillamente si se hubiera animado en el momento justo. “Fue como a las dos de la mañana. Santa Fe era, lógico, un páramo y Lole manejaba su propio auto, junto a un funcionario. Iban a dormir. Se les cruzó un patrullero, a mil por hora. Lole decidió seguirlo aunque el funcionario le decía que lo coherente era dejar que la policía hiciera su trabajo y el gobernador el suyo. ‘Hay problemas, musitaba Lole, tengo que estar ahí’. Cuando llegaron vieron que lo que convocaba a la policía no eran saqueos ni un salvataje. Era un riña de pareja, un hombre que quería apalear a su mujer. Y allí estaba el gobernador, junto a un funcionario de primer nivel, mirando cómo se insultaban marido y mujer, en la madrugada...”. Ese puntillismo en cuestiones menudas, esa obsesión por estar en todas partes, por afanarse en menesteres menores era una de las características más salientes de Fernando de la Rúa, un obsesivo de la minucia, un negado a la hora de tomar decisiones.
La crónica política de una sufrida comarca del sur había convertido a Reutemann en presidenciable. Premio demasiado suntuoso para quien sólo se lució a la hora de manejar la caja de la provincia. Los equilibrios fiscales son sobrevalorados en estas latitudes desamparadas. Pero gobernar, eso se palpa ahora en Santa Fe, es algo más que recaudar cinco y gastar cuatro. Un Estado no es un almacén aunque haya necios que así lo crean, vivos que así lo prediquen y pseudo estadistas que así lo gerencien. ¿Qué dirán ahora tantos fariseos, apologistas del libre mercado, supuesto alfa y omega de toda la vida social que nada hará por reparar las desdichas de los santafesinos? Nada dirán y menos harán. Serán los estados, los enclenques, desguazados, arrasados estados municipal, provincial y nacional los que deberán guarecer a los desprotegidos. El mercado, centro mismo de la existencia, sólo va donde la guita sobra y no donde clama la necesidad. Una verdad evidente que la mayoría de los argentinos (no exclusivamente su élite gobernante) traspapeló cuando se pregonaba que un dólar equivaldría, para siempre, a un peso y cuando el ex presidente era Presidente.
Verdades justicialistas
“La verdad justicialista número veintiuno es ‘el que pierde es un traidor’”, refiere el politólogo sueco que hace su tesis de postgrado sobre la Argentina. Cita, sin mencionarlos, a buenos amigos peronistas avezados en esos sarcasmos y como ellos, los festeja a risotadas.
“El dirigente peronista, profesor, siempre está dispuesto a correr en auxilio del vencedor,” le responde su pasante noruego, que también charla con dirigentes pejotistas y se solaza con sus pullas, con su notable sentido del humor.
Los escandinavos que hacen su trabajo de campo describen un fenómeno que reduciría al éxodo jujeño a la dimensión de un garbanzo. Dirigentes peronistas se cruzan con armas y petates para el lado de Kirchner. El más conspicuo, a fuer de importante su distrito, fue José Manuel de la Sota que dejó de atrás su inquina con el duhaldismo, su neutralidad y todo resto de decoro. La verdad veintiuno siempre se corrobora en los hechos, a menudo de un modo obsceno.
“El 24 de mayo el 94,7 por ciento del peronismo estará al lado de Kirchner,” conjetura un menemista paladar negro y analiza, “es lógico que sea así. Esta elección será una interna y después de una interna todos se alinean tras el ganador”. “¿Y el otro 5,3 por ciento?” se interesa Página/12. “Son Menem, Romero, Kohan, Patti, Pierri,” ríe, autocelebratorio, el hombre.
“Los peronistas saben manejar el poder y reírse de sus carencias y sus vicios,” se identifica positivamente con su objeto de estudio el politólogo sueco, quien confía en conseguir que le tiren unos euros desde Estocolmo. Anhela poder quedarse hasta fin de año para ver la seguidilla de elecciones que se sucederán en los próximos, febriles, meses.
Lupín conducción
El domingo 27, apenas pasado el mediodía, Rodolfo Daer llamó a un ministro del actual Gabinete de esos que tienen buen trato también con Kirchner. Le sonsacó cómo estaban las bocas de urna y cuando se le respondió con datos muy parecidos a los del escrutinio definitivo, le pidió una entrevista con el gobernador patagónico. No le fue concedida, aunque sí lo recibió Eduardo Duhalde, pero el hombre tuvo el rango de un precursor. Nada convoca tanto como el éxito y las encuestas auguran una victoria amplia del candidato oficialista quien desde el 27 tiene más pedidos de audiencia que espacios en su agenda.
Si Daer leyó rápido el resultado del comicio, la gente de Kirchner no le fue en zaga. El diagnóstico, cuya certeza se medirá el domingo que viene, fue que no había que cometer errores, incurrir en traspiés, ni confrontar cara a cara con Menem. El objetivo era consolidar el perfil de estadista, en pos de eso se fue y todo indica que con éxito.
Todo pinta que la campaña del santacruceño, bastante malhadada en primera vuelta, es más ajustada ahora. Las entrevistas con los presidentes de Brasil y Chile, amén de obligar a Menem a mascullar sandeces plenas de envidia, fueron pura ganancia. El encuentro con Lula tiene un inevitable, estimulante, sabor adicional: el de proponer un camino hacia el futuro, un rumbo viable y digno para la Argentina. Cavallo y Menem propusieron un ingreso imposible en el Primer Mundo, como si fuera en un supermercado. La integración en el Mercosur, como socio minoritario, pero importante se parece mucho más a lo posible y, con una mirada despojada de soberbia y de snobismos, a lo deseable. No se trata de una utopía sino de una costosa construcción que debe hacerse con la política como motor y reconforta que los gobernantes de nuestros países así se lo propongan. Claro que eso no es sino el principio y que toda tarea estatal es ardua, supone definir etapas, aliados, socios, adversarios y también enemigos. Para hacer una tortilla hay que romper algunos huevos, propugnaba el general herbívoro, y para romper huevos son imprescindibles la condigna decisión y el poder para sostenerla. Las prematuras especulaciones sobre la legitimidad del gobierno que vendrá, vinculadas a cómo se valorarán socialmente los guarismos surgidos en el ballottage, deberían enriquecerse tomando en cuenta que los gobiernos de este suelo están “condenados” a revalidar permanentemente sus títulos, apremiados por una sociedad movilizada, impaciente e incrédula, azogada por cien desengaños que no otorgará cheques en blanco ni plazos de gracia, ni compartirá lunas de miel.
Una sola nube
“¡Qué bien lo recibió Lula a Néstor!” La reunión entre el más famoso hincha del Corinthians y el presidenciable argentino superó las expectativas del entorno del patagónico, aún de aquellos que la habían urdido. Fue el momento cúlmine de una semana casi sin ripios, sin tropiezos ni malas ondas. Sólo una nube se interpuso en el horizonte de la victoria y fue la irrupción de Duhalde en el debate de campaña. Su imagen boxística, “Menem perderá por K.O. o por abandono”, mortificó a Kirchner y su gente que prefiere que el Presidente no se inmiscuya en la contienda. Cerca de Duhalde explican la jugada como un gesto para chucear a Menem e impedir que se bajara. Pero la frase, francamente garbosa, implicó encaramarse a ese hipotético ring donde, se supone, deben quedar sólo dos contendientes.
Esa intromisión seguramente reforzará una creciente proclividad que observan en el candidato sus allegados: restringir el cupo de duhaldistas en el Gabinete. Si Roberto Lavagna está y Ginés González García casi está es dable imaginar que –aunque estos dos ministros no son, cabalmente, duhaldistas– puede quedar un ministerio más para un integrante del actual Gabinete. Como mucho. Persiste el deseo de Kirchner de “despegarse” del actual gobierno y de eventuales cuestionamientos a su seguidismo. Tal vez un par de Secretarías de Estado usualmente destinadas a gentes de confianza (la de Inteligencia del Estado, la General) puedan albergar a José Pampuro o Juan Carlos Mazzón. Tal vez, pero la respuesta está en el corazón y la mente del candidato, que la reserva y mucho.
La consabida ronda de los nombres sigue y como es usual en estos casos nunca se sabe cuánto hay de deseo, cuánto de información y cuánto de especulación en lo que se habla alrededor del candidato.
Y en las líneas precedentes, amigo periodista, se entromete el politólogo sueco que en estos días está francamente lanzado.
Cuenta regresiva
Menem sólo podrá zafar de una paliza electoral si acontece un milagro. Ni él ni su gente han invocado por ahora a los hados propicios. Da la sensación que sólo le queda una jugada, la de desistir de su candidatura, intentando herir al próximo gobierno. ¿Lo hará? En su homenaje cabe reconocer que en 1999 abandonó la mesa sin tirar del mantel. Como fuera, hoy tiene más posibilidades de empiojar el futuro de los argentinos y sudemocracia que de embaucarlos con sus espejitos de colores. En otra década, sus respectivas aptitudes corrían más parejas.
Kirchner esperará, sencillamente, que esta semana transcurra y no haya sorpresas. Pasará, si así acontece, en apenas siete días del placer de una campaña triunfante a la ríspida tarea de gobernar. Como en video game, se encontrará con una dificultad mayor si pasa de pantalla. Las encuestas dicen que así será. El domingo hablarán las urnas.