Lunes, 1 de octubre de 2012 | Hoy
EL PAíS › PROBLEMAS Y LíMITES DE LA NEGOCIACIóN POR EL ATENTADO A LA AMIA
La debilidad de las pruebas en la investigación y el tema de dónde hacer un juicio –y dónde encarcelar sospechosos– aparecen como los principales obstáculos. Las razones de la insistencia norteamericana.
Por Raúl Kollmann
Argentina e Irán fijarán esta semana la fecha del primer encuentro entre los equipos legales que buscarán alguna solución para que los imputados iraníes se presenten, como primera medida, a prestar declaración indagatoria. Todo lo que se baraja es que sea obviamente ante el juez, Rodolfo Canicoba Corral y el fiscal Alberto Nisman, casi seguro en un tercer país. “Como toda negociación, el resultado no está garantizado. Israel estuvo negociando años por el soldado Gilad Shalit”, argumentaban en Nuevo York.
Los ingredientes del caso son muy complejos y nada será fácil:
- Parece cantado que a Irán le conviene el inicio de este diálogo. Hoy el tema de debate internacional es el posible bombardeo de Israel a las instalaciones nucleares de Irán, cuyo presidente, Mahmud Ahmadinejad, produce enormes polémicas. Se ha dicho que en 2005 se pronunció por la desaparición de Israel en una conferencia con estudiantes. El lo niega. Sí son públicas sus negaciones acerca del Holocausto. Lo concreto es que el enfrentamiento de Teherán y Jerusalén es hoy un eje central de Medio Oriente. Se dice que la operación de bombardeo va a ser después de las elecciones norteamericanas de noviembre. Varios expertos han dicho esta semana, por ejemplo en la tapa del The New York Times, que eso no frenará el plan nuclear iraní. Israel, en cambio, se afirma en la experiencia de 1981, cuando bombardeó la central de Osirak, en Irak, y según sus gobernantes aquello derivó en que Saddam Hussein nunca pudiera recuperar el plan nuclear. En ese marco, es claro que a Irán le conviene aparecer rechazando las acusaciones de terrorismo y, por lo tanto, le vendría bien resolver los dos casos de Buenos Aires.
- Como la Argentina viene proponiendo hace años, la idea sería buscar un tercer país en el que se pueda avanzar con las indagatorias y eventualmente con un juicio oral. Hay un tema que no será fácil de resolver: que el juez –como es muy probable– ordene la detención de los que sean presentados ante la Justicia argentina, aun en ese tercer país. El caso-modelo es el del atentado de Lockerbie, donde una bomba fue puesta en un avión de Pan American que cayó en esa localidad escocesa. Fueron imputados dos ciudadanos libios y, después de larguísimas negociaciones, Muammar Khadafi –para terminar con las sanciones económicas contra su país– al final aceptó que se los juzgara en la antigua base militar de Camp Zeist, en Holanda. Los acusados quedaron detenidos allí, en esa base militar. El resultado fue que uno de los libios fue absuelto y el otro fue condenado, en un fallo que buena parte de los expertos consideró dudoso.
Si se sigue el modelo de Lockerbie, los iraníes juzgados deberían quedar detenidos –en caso de que el juez lo disponga– en el tercer país que se elija. En algún momento se habló de Marruecos, pero ahora no está clara cuál sería la propuesta de Argentina y cuál la de Irán.
Todos estos temas deberán ser analizados en primera instancia por los representantes legales de las dos cancillerías. Por el lado argentino, siempre se habla en estos casos de Susana Ruiz Cerutti como la mayor experta. Habrá que ver a quién se designa a cargo del equipo legal.
La realidad es que las pruebas que la Justicia argentina tiene contra los iraníes son más bien endebles. El antecedente más notorio es que el ex embajador de Irán en la Argentina en el momento del atentado, Hadi Soleimanpour, fue detenido en Londres y se le pidió a la Justicia argentina que se enviaran las pruebas para respaldar la detención. Los jueces de Londres las consideraron poco sólidas y Soleimanpour no sólo fue liberado, sino que el tribunal británico ordenó que se le pagara una indemnización de 20.000 libras. El fiscal Nisman asegura que desde ese evento en 2003 hasta ahora pudo colectar más evidencias y que el expediente de ese momento estaba contaminado por la actuación del destituido ex juez Juan José Galeano.
El fiscal dice que en el atentado contra la AMIA se inmoló un suicida, Ibrahim Berro, un libanés que fue dado por muerto por la organización pro-iraní Hezbolá. Sin embargo, hasta el momento no se exhibió ninguna prueba de que Berro haya entrado en la Argentina. El fiscal afirma también que el atentado fue coordinado desde la Triple Frontera por un terrorista que usó un teléfono brasileño a nombre de André Marques. Por ahora, no se sabe exactamente quién es el tal André Marques. Tal vez lo más fuerte en lo que insiste Nisman es en que un colombiano convertido al Islam, Salman El Reda, fue protagonista central del ataque.
El Reda está casado con la que fuera secretaria de quien el fiscal Nisman considera cerebro del atentado, el entonces agregado cultural de Irán en Argentina, Mohsen Rabbani. Pero también en este terreno las pruebas son endebles. Debe pensarse que la Justicia, en un juicio que duró tres años, dio por probado que el atentado se cometió con una camioneta Trafic llena de explosivos, pero nunca se pudo descubrir ni de dónde salieron los explosivos ni dónde se armó la camioneta, ni quiénes fueron los argentinos que colaboraron, ni ningún elemento concreto del ataque en sí.
Y, por supuesto, está la enorme duda de por qué no se siguió la llamada pista siria, el país originario de Carlos Menem –presidente al momento del atentado– y al que se le habían hecho promesas de asistencia nuclear, como a Irán. Buena parte del expediente se nutrió con informes de inteligencia de la SIDE, el Mossad y la CIA que siempre apuntaron a Irán, el archienemigo de Israel y Estados Unidos en la arena internacional. Para redondear las dudas, siempre retumba el fallo del Tribunal Oral que sostuvo que la investigación fue un armado “al servicio de políticos inescrupulosos”.
Más allá de todos estos elementos, Canicoba Corral convalidó las órdenes de detención y Nisman considera que tiene hoy pruebas suficientes para imputar a los iraníes. Habrá que ver si las negociaciones prosperan y se somete el caso, de una vez por todas, a un nuevo proceso judicial en el que se evalúen seriamente las pruebas.
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