EL PAíS
› FIDEL CASTRO, DE LA CASA
ROSADA A UN ACTO MASIVO EN LA FACULTAD DE DERECHO
“Un mensaje a los que quieren bombardear Cuba”
En una histórica visita a la Argentina, el presidente cubano Fidel Castro se entrevistó ayer con Aníbal Ibarra y con el presidente Néstor Kirchner. Al mediodía se reunió con políticos, artistas e intelectuales y por la noche habló ante miles de personas.
› Por Luis Bruschtein
“Me voy eternamente agradecido porque este pueblo de Buenos Aires les está enviando un mensaje a aquellos que sueñan con bombardear nuestra patria y nuestras ciudades”, afirmó Fidel Castro anoche desde las escalinatas de la Facultad de Derecho ante miles de personas que lo aclamaban. “El clima es frío –agregó–, pero este sol es caluroso. El sol que vi esta mañana en el homenaje a Martí y a San Martín, el sol que vi al llegar a este país y el que siento en esta escalinata. Este sol es el de las ideas que pueden traer paz, que pueden traer soluciones”. Lo que se había anunciado como una charla a estudiantes de Derecho en el Aula Magna de esa Facultad se había convertido en un acto masivo con un largo y emotivo discurso del presidente cubano. Desde su llegada a la Argentina, Fidel Castro atrapó la atención de la gente, de los que lo apoyan y lo critican, los piqueteros se movilizaron para apoyarlo, un grupo de legisladores del partido Recrear quiso boicotear su presencia en el Congreso pero fue el visitante más aplaudido, los periodistas se golpearon para cubrir sus actividades y finalmente un pequeño acto académico terminó por convertirse en un acto de masas por el desborde del público interesado en escucharlo.
El acto estaba previsto para las 18 pero recién pudo empezar a hablar a las 21 y siguió hasta pasadas las 23.30 mientras muchas personas que lo veían por la televisión o lo escuchaban por la radio seguían llegando en forma incesante en taxis o en cualquier medio de transporte para no perderse el hecho inusual, histórico, del legendario dirigente revolucionario hablando en público y en directo a los argentinos.
La presencia de Fidel, desde el saludo por la ventana de su habitación en el hotel Four Seasons a los piqueteros de Barrios de Pie y del MIJD que dirige Raúl Castells, el sábado, hasta su acto de ayer, han generado polémicas, adhesiones, críticas ofendidas y otras verdaderamente extremistas, pero es indudable la corriente de simpatía que despierta el líder cubano en la gente común de la calle.
Durante la mañana de ayer, el presidente cubano, acompañado por el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Aníbal Ibarra, realizó dos homenajes: al prócer cubano José Martí, en el busto que tiene en el Rosedal de Palermo, y al general José de San Martin, frente a la antigua sede de la Cancillería. Fidel, que más de una vez ha afirmado que su formación ideológica fue martiana en primer lugar, no pudo ocultar su emoción y recordó la admiración de Martí por tres héroes de la independencia latinoamericana: Simón Bolívar, Bernardo O’Higgins y José de San Martín. “Tengo esperanzas en el futuro de nuestros países –afirmó–, juntos saldremos adelante.”
Cuando estaba en el Rosedal, la nube de periodistas que lo seguía fervorosamente tuvo empujones con algunos de los militantes del PC y la Juventud Comunista que se habían reunido para saludarlo también fervorosamente y un movilero terminó con el labio partido sin que las cosas pasaran a mayores.
Al mediodía la embajada cubana ofreció un cóctel en el Four Seasons, al que asistieron cerca de 300 personas, entre legisladores, políticos de distintos partidos, artistas y periodistas. Cuando Fidel entró al salón del entrepiso, todos quisieron saludarlo y hacerle preguntas y se produjo un amontonamiento. “Así no, así no, que entre tanto abrazo, dar la mano y preguntas podemos hacernos daño”. Entonces se subió a una de las mesas para saludar desde allí arriba. Hubo varias voces, muchas femeninas, que le pedían sacarse una foto. “¿Una foto a mí? No, mejor yo les saco fotos a ustedes” afirmó. Le pidió la cámara a Pedrito, su fotógrafo personal y comenzó a disparar varias veces, entre las risas de los presentes. Y luego, como acostumbra, empezó a relatar diferentes problemáticas que debieron afrontar la educación y la cultura en Cuba y los problemas que debieron solucionar para lograr ediciones populares de libros. “No quiero inmiscuirme en cuestiones internas –explicó–, porque cualquier cosa que digo después se amplifica, una vez me habían regalado una botella de champagne, y dije que como champagne era un buen refresco, pero acá se dice gaseosa”. Aludió así al regalo que le mandó Carlos Menem de su bodega, aunque aclaró que el vino tinto era mejor. Sus palabras fueron siempre subrayadas por el sentido del humor y perspicacia, pero también fue evidente su emoción cuando habló de su visita a la Argentina “que no sé si se podrá repetir”.
De allí, Fidel se encaminó hacia la Casa Rosada donde debía entrevistarse con el presidente Néstor Kirchner. Pero allí también la reunión que estaba planificada para treinta minutos, se prolongó por espacio de más de una hora durante la cual se habló de la deuda de 1500 millones de dólares que la isla tiene con Argentina. También se decidió enviar un embajador argentino a La Habana ya que hace más de dos años que fue retirado.
Y mientras esto sucedía, por Radio Diez se ponía el grito en el cielo por la medalla que el gobierno de la ciudad otorgó “al dictador cubano que acaba de fusilar a tres disidentes” y en otros medios informaban que irían a la Facultad de Derecho un “golpista” por el presidente venezolano Hugo Chávez, y “un dictador”, por Fidel Castro.
Con respecto a ese acto, todos suponían que sería difícil poder ingresar al Aula Magna, ya que sólo tiene capacidad para 800 personas. Pero la realidad superó todos los pronósticos. Desde temprano había jóvenes con sus mochilas que habían viajado desde Chile y otros desde la provincia de Entre Ríos. Una hora antes los asientos ya estaban completos y la gente comenzó a ocupar los pasillos hasta que no cabía un alfiler, aun así los que llegaban pugnaban por entrar y era absolutamente imposible convencerlos de que no podían. Algunos militantes que se encargaban de la organización apelaban a la consciencia revolucionaria de los que intentaban entrar, que a su vez alegaban que tenían ese derecho porque eran militantes. Y a veces las discusiones se convertían en una especie de competencia sobre quién era más revolucionario, mientras se producían desmayos entre las personas mayores y algunas mujeres que debían retirarse. Las Madres de Plaza de Mayo y representantes de organismos de derechos humanos no pudieron entrar entre tanto empujón.
Finalmente los organizadores decidieron que no había ninguna seguridad en esas condiciones y el acto pareció suspenderse. Sin embargo, la gente no se decidía a desalojar el aula. En tanto, Fidel y su comitiva daban vueltas en automóvil por la zona hasta que se tomara una decisión definitiva. Y el público, en vez de disminuir, aumentaba a cada minuto, desde agrupaciones estudiantiles, piqueteras y partidos de izquierda hasta simpatizantes sueltos y vecinos de la facultad que se enteraban por los medios. A las 18 horas ya estaban repleta el aula y los pasillos. Poco después, la gente ya ocupaba las escalinatas y más tarde la multitud había cortado la avenida Libertador y se extendía hasta el puente que está en Figueroa Alcorta y Pueyrredón.
Desde temprano había carteles de las agrupaciones y partidos de izquierda en la puerta de la facultad, pero el público que llegaba en general no traía banderas partidarias, aunque en los sectores más cercanos al palco que se improvisó en las escalinatas se ubicaron los militantes del Partido Comunista y más atrás, de Patria Libre. Los periodistas fueron ubicados delante del estrado que ocupó Fidel, lo que impedía la visión a este sector del público que, entonces, dedicó la mayor parte del discurso a insultar a los periodistas que a escuchar al presidente cubano.
Pero más allá de los incidentes propios del entusiasmo y la inusitada situación, la gente fue seducida por el orador que, a su vez, comenzó con emoción sus palabras. Y así contó anécdotas del Che Guevara, y recuerdos personales, algo que pocas veces incluye en sus largas oratorias y que esta vez fueron mencionadas como una forma de homenaje a los argentinos que lo escuchaban. Habló sobre la guerra y la paz, sobre el mesianismo del gobierno norteamericano y de los grandes logros en educación y salud de la Revolución Cubana. Pero también criticó a los divisionismos y destacó la necesidad de encontrar metas comunes. Al finalizar su discurso, Fidel se trasladó a su hotel donde ya estaban las valijas preparadas para regresar en la madrugada a Cuba.
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