Lunes, 29 de abril de 2013 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Agustín Rossi *
Muchos se preguntan qué pasó durante la reciente sesión de la Cámara de Diputados para llegar a tal nivel de tensión. La respuesta es muy simple: en el recinto se puso en evidencia la estrategia de los partidos políticos y medios de comunicación opositores para impedir el tratamiento de una serie de leyes que apuntan a que la corporación judicial pierda los privilegios que ostenta en la Argentina. Al igual que lo hicieran con la Resolución 125, la estatización de las AFJP, la ley de medios y el matrimonio igualitario, la oposición se alineó con el poder corporativo.
Pero hagamos un poco de memoria.
La Presidenta anunció el debate sobre la democratización de la Justicia cuando fue al Congreso el 1º de marzo. Cristina aún no había terminado de pronunciar su discurso y los dirigentes opositores ya estaban haciendo declaraciones a la prensa, manifestándose en contra de la iniciativa. Luego, la Presidenta invitó a los dirigentes opositores a la presentación de los proyectos de ley que realizó en el Museo del Bicentenario. No fue ninguno de ellos y se manifestaron unánimemente en contra antes de conocerse el contenido de los proyectos de ley.
Comenzó el debate parlamentario y la oposición se negó a participar del debate en comisiones planteado en el Senado de la Nación. En la Cámara de Diputados, al menos, tuvieron la responsabilidad de participar del análisis en comisión de los proyectos, pero asistieron con una postura de rechazo absoluto, impidiendo cualquier tipo de búsqueda de puntos de consenso.
Pero la estrategia de la oposición se radicalizó tras la protesta opositora del jueves 18 de abril. A las pocas horas, la diputada nacional Elisa Carrió convocó a impedir el tratamiento de los proyectos en la Cámara baja. Al poco tiempo, se lanzó por las redes sociales, rápidamente potenciada por los medios de comunicación opositores, una campaña claramente antidemocrática orientada a torcer la decisión de un grupo de doce diputados nacionales. Invocaron la defensa de las instituciones, pero poner la cara de los diputados en un cartel, pedirle a la gente que los presione, llamarlos por teléfono amenazándolos (como lo relató la diputada Alicia Comelli) se asemeja más al accionar de grupos fascistas que a la tarea de una organización de la sociedad civil en tiempos de democracia.
El martes pasado, los opositores instalaron una carpa frente al Congreso, por donde los dirigentes pasaban y, frente a las cámaras de televisión, planteaban el debate en estos términos: si un diputado se oponía a los proyectos de reforma de la Justicia era un salvador de la república; si estaban a favor, se convertían en infames traidores a la patria.
Mientras tanto, desde el oficialismo tratábamos de desmontar cada uno de los falsos escenarios planteados por la oposición. Prenunciaban un tratamiento de las leyes “a libro cerrado” y se equivocaron. Todos los proyectos remitidos por el Ejecutivo fueron modificados en su cámara de origen. Además, el Senado incluyó todas las aclaraciones necesarias en el proyecto de cautelares, tras el rico aporte del CELS. Y en Diputados incluimos las consideraciones realizadas por la Corte Suprema a partir de los comentarios de las cámaras federales de apelación.
Accedimos a absolutamente todo lo que nos pidieron. Sectores opositores nos solicitaron que las ONG participen del debate en comisiones y lo facilitamos. Convocamos también a todos los estamentos de abogados y jueces para que brinden su mirada y expresen sus críticas. Nos reclamaron la presencia de funcionarios y tanto Julio Alak como Julián Alvarez asistieron las veces que fue necesario.
Estos gestos de buena voluntad del oficialismo fueron en vano y, finalmente, todas las tensiones previas se trasladaron al recinto. La oposición hizo lo imposible para que no tuviéramos quórum, pero logramos en soledad, junto a nuestros aliados, abrir la sesión con 132 diputados presentes. Los legisladores opositores buscaron estirar la sesión, con el único objetivo de torcer la voluntad de algún legislador. Recibimos permanentes descalificaciones, insultos y provocaciones. A pesar de todo, logramos aprobar el proyecto con 130 votos afirmativos.
El escándalo desplegado por la oposición durante el tratamiento en particular sólo buscó embarrar la cancha. A pesar de haber recibido el visto bueno del plenario, volvimos atrás con la idea de aprobar de una sola vez todos los artículos de la ley y accedimos a votar artículo por artículo. Sin embargo, los opositores se aprovecharon de la votación del artículo 2º para montar un verdadero show. Sembraron dudas sobre el voto de los diputados Forconi y Comelli. Pero nunca dijeron que en esa votación hubo 21 abstenciones, una cantidad inusitada, incluyendo a caracterizados diputados opositores como Carrió, Donda, Negri y Pinedo, que jamás dejarían de votar en contra del oficialismo. Un hecho prácticamente cotidiano (esto es, corregir el sentido del voto cuando el sistema electrónico no registra la verdadera voluntad del legislador) terminó siendo la excusa para que la oposición generara un circo inusitado y se retirara del recinto.
Las agresiones al presidente de la cámara Julián Domínguez y el botellazo que me lanzaron desde la bancada opositora fueron parte de una estrategia desplegada en etapas: impedir la sesión, presionar a los indecisos, escrachar a los diputados que estaban a favor y caldear los ánimos en el recinto para que cualquier circunstancia evitara que la mayoría que ostentamos a lo largo de toda la sesión pudiera expresarse claramente. Como puede verse, el clima vivido la semana pasada sólo fue comparable al experimentado durante el tratamiento de las retenciones móviles a mitad del 2008.
Los sectores opositores impidieron a todos los argentinos ser partícipes de un debate edificante, acorde a las críticas que tienen los ciudadanos respecto del funcionamiento del Poder Judicial. Detrás de cada uno de los proyectos de ley que apuntan a democratizar la Justicia en Argentina pueden observarse valores muy nobles: la transparencia (publicidad de declaraciones juradas; registro público de causas; ingreso democrático al Poder Judicial); agilidad (nuevas cámaras de casación; límite a la vigencia de cautelares) y legitimidad popular (reforma del Consejo de la Magistratura).
Durante la sesión sentí que la oposición tenía un solo objetivo: robarnos la sesión para impedir la aprobación de las leyes. Por eso mi enojo. Indigna la mentira y la trampa permanente. Indigna la agresión y el insulto. Indigna el patoterismo y el intento de robarnos la sesión. Ratifico lo que dije en mi discurso: son “profetas del odio”. Algunos días después de la sesión, la indignación deja paso a la tristeza. ¿Tristeza de qué? De tener una oposición tan indigna.
* Jefe del bloque del Frente para la Victoria en la Cámara de Diputados.
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