EL PAíS
El cuerpo del desaparecido Mario Osatinsky fue identificado en Córdoba
Después de veinticinco años de exilio obligado, Sara Solarz de Osatinsky regresó a Córdoba para recibir la confirmación de que uno de los cadáveres encontrados en una fosa común es el de uno de sus hijos desaparecidos.
Por Mónica Gutiérrez
El trabajo de exhumaciones que el Equipo Argentino de Antropología Forense realiza desde diciembre en el Cementerio San Vicente de Córdoba tuvo su primer logro: uno de los cuerpos desenterrados fue identificado como el de Mario Osatinsky, asesinado el 25 de marzo de 1976, a los 18 años, en La Serranita, un paraje cercano a la localidad de Alta Gracia. Así lo estableció la Justicia federal cordobesa en la resolución que ayer le entregó a la madre, Sara Solarz de Osatinsky, quien regresó de Europa a buscar los restos de su hijo. En el ‘76 Sara también perdió a su marido y a su otro hijo, de 15 años, y vivió en carne propia las atrocidades de la dictadura en la Escuela de Mecánica de la Armada, donde estuvo cautiva más de un año. Allí, el capitán Héctor Vergés le contó con detalles, como parte de las torturas, cómo había matado a su familia en Córdoba.
Ahí estaban. A pocas cuadras del centro de la ciudad, como prueba inalterable del genocidio más aberrante que practicaron las juntas militares entre el ‘76 y el ‘83. Cuerpos enteros, mezclados, mezquinados a los suyos y vilmente ocultos de la verdad, hasta ahora. En diciembre comenzaron las exhumaciones en la fosa común del Cementerio San Vicente y allí se inició un trabajo artesanal para reconstruir las historias de vida y de muerte.
La tarea de los antropólogos forma parte de la causa “Averiguación de enterramientos clandestinos”, que tiene en sus manos la jueza Cristina Garzón de Lascano, y que ayer tuvo su primera certeza. En el expediente se logró establecer que los cadáveres encontrados habían sido enterrados de manera irregular, siempre por la noche, descargados de ambulancias de un hospital público en la fosa común que está frente al crematorio. Tres empleados que participaron de esos enterramientos clandestinos por orden de quien entonces era el administrador del cementerio, Alberto Bombelli, ayudaron con sus testimonios.
Los restos de Mario se encontraron esqueletizados, articulados y en posición de cúbito ventral, con una chapa metálica con el número 160. Primero se determinó que el cadáver era de un hombre de entre 17 y 19 años y de 1,70 metro de estatura, con seis impactos de proyectiles de arma de fuego, uno de ellos en la nuca. Del registro de entradas y salidas de la Morgue Judicial surgió que la chapa 160 correspondía a un NN masculino, ingresado el 26 de marzo de 1976, a las 11.15, procedente Comisaría 2ª de Policía de Córdoba, junto con otros tres cadáveres, y como causa de la muerte figuraba “enfrentamiento”. Mario fue asesinado a balazos en La Serranita, probablemente junto a su hermano, y los impactos de bala que tiene en la nuca y en la frente, como casi todos los cuerpos exhumados con signo de muerte violenta, echan por tierra la hipótesis del enfrentamiento.
El 27 de abril del ‘76 los restos de Mario fueron retirados por móviles del Ministerio de Bienestar Social y llevados al cementerio San Vicente, según lo determinó la investigación. En mayo último, el perito oficial químico-genético Carlos María Vullo estudió las piezas dentales 2 y 15 del esqueleto, y, con la muestra de isopado bucal y de sangre perteneciente a la mamá de Mario realizó el ADN, estableciendo en un 99,9996 por ciento de certeza que los restos analizados pertenecían a un hijo biológico de la mujer. Sara Solarz no volvió nunca más a la Argentina después de aquel oscuro día de 1978 en que un grupo de la ESMA la llevó hasta Ezeiza y la obligó a exiliarse. Desde entonces vive en Suiza y el sábado, por primera vez, retorno al país. Ayer concurrió a los tribunales cordobeses acompañada de su cuñada, Raquel Osatinsky, no quiso hablar con los periodistas y pidió recibir los restos de su hijo en soledad.
Sara es viuda de Marcos Osatinsky, uno de los jefes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), asesinado también en Córdoba y uno de losque logró escapar en la célebre fuga del penal de Trelew en 1972. Fue secuestrada en mayo de 1977 y llevada a la Esma. En diciembre del ‘78 la llevaron a Ezeiza y la obligaron a exiliarse. Desde Suiza, donde vive hasta hoy, testimonió en el juicio a las juntas. Sara relató que, pocos días después de su ingreso en la Esma, fue interrogada por dos hombres de civil que dijeron pertenecer al Tercer Cuerpo de Ejército y al campo de concentración La Perla, de la ciudad de Córdoba. Luego pudo saber que uno de ellos era Héctor Vergés: él le relató cómo había matado a su hijo Mario, de 18 años, cómo había secuestrado y dinamitado el cuerpo de su marido, Marcos, y le expresó “su alegría” por la desaparición de su hijo José, de 15 años, también en Córdoba.