EL PAíS
› EL VIERNES SE HACE LA PRIMERA UNION CIVIL ARGENTINA DE UNA PAREJA GAY
Los declaro marido y marido
Será a las 16.30 del viernes, en el Registro Civil de la calle Uruguay: César Cigliutti y Marcelo Suntheim, ambos dirigentes de la CHA, se convertirán en la primera pareja gay unida por la nueva ley. En el mismo día también se unirá una pareja heterosexual. Aquí Cigliutti y Suntheim cuentan lo que significa este cambio. Y también habla una de las parejas que sigue en la lista: Fabiana, una travesti, y su novio Martín.
› Por Andrea Ferrari
En los papeles serán los “unientes”, una palabra que sugiere mucho menos de lo que en verdad representa. En la realidad, César Cigliutti y Marcelo Sun- theim se convertirán el próximo viernes a las 16.30 en la primera pareja gay del país unida formalmente ante el Registro Civil. El estreno de la ley aprobada por la Legislatura porteña en diciembre pasado tendrá en el mismo día un segundo capítulo protagonizado por una pareja heterosexual, un cronograma pensado para recordar que la unión civil sirve para todo el mundo. A Cigliutti y Suntheim, ambos dirigentes de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), que presentó el proyecto de ley, aún se les hace difícil creer que después de tantos años de luchar por el cambio, finalmente el cambio está frente a sus ojos. “Hasta ahora –dicen– uno podía hablar literalmente de ciudadanos de segunda. En este momento podemos empezar a hablar de igualdad.”
Fueron muchas las parejas que quisieron quedar en la historia como la primera en dar el sí en la unión civil. “Había intereses comerciales –sostiene Félix Pelliza, director del Registro Civil porteño–, querían venderlo a los medios.” Por eso finalmente le propuso a la CHA que decidiera quiénes serían los primeros en la comunidad; la otra pareja será elegida entre varias interesadas. Para llegar al acuerdo hubo concesiones de ambos lados. La CHA quería una ceremonia colectiva y pública, en la que se unieran cuatro parejas. Pelliza les dijo que no podía ser colectiva y admitió, como excepción a la primera vez, que además de los unientes y sus testigos, entren a la sala de la calle Uruguay, donde tendrá lugar el acto, los medios y algunos familiares. El resto del público deberá permanecer en un salón contiguo. “Las salas son chicas”, explica.
–¿Por qué no disponer una ceremonia similar a la de los matrimonios?
–Es totalmente distinto –dice Pelliza–. No hay en la ley argumentos para una celebración de ese tipo: no hay lectura de articulado, ni de obligaciones y derechos. No podemos inventar una celebración que no está prevista. Además, estamos haciendo un esfuerzo, ya que no tuvimos ninguna partida extra para absorber estos actos.
La inscripción para las siguientes uniones empezará el lunes 21. Ese día, por ser el inaugural, los turnos para quienes se hayan anotado se sortearán por la tarde con un bolillero, a fin de evitar batallas campales por los primeros lugares. A partir del día siguiente, se mantendrá simplemente el criterio de llegada. Las uniones se iniciarán el 28. Por ahora todas tendrán lugar en el Registro Civil central de la calle Uruguay, pero está previsto una pronta descentralización que permitiría celebrarlas en distintos CGP. Y no sólo allí: según adelantó Pelliza a este diario, piensa elevar la propuesta de que, tal como ya se hace en la celebración de matrimonios, sea posible realizar uniones civiles en domicilios particulares con el pago de un arancel especial. Si no hay impedimentos, el plan se pondrá en marcha el año próximo y en ese caso ya no habrá límites de espacio o de público para quienes quieran tirar la casa por la ventana.
No es el caso de César y Marcelo. Entre sus amigos ya se corrió la voz de que, en reconocimiento a los tiempos que corren, el viernes 18 no habrá arroz sino papel picado para tirar. Y después, sólo hay ideas propuestas: hacer un brindis en la calle, dar una vuelta al Registro Civil. En verdad, aún no saben.
–Estamos un poco sobrepasados –dice César.
Con ustedes, los unientes
Cigliutti tiene 45 años y Suntheim 34. Están juntos hace algo más de cinco años y comparten amores y militancia: en su propia casa de La Boca funcionan las oficinas de la CHA. Desde allí se gestó y se impulsó la Ley de Unión Civil, redactada por la jueza Graciela Medina y aprobada tras una larguísima sesión en la madrugada del 13 de diciembre en la Legislatura porteña.
Esta ley es, qué duda cabe, un hito en la lucha de la comunidad homosexual. Una lucha en la que el primer mojón se remonta a 1992, cuando la CHA consiguió la personería jurídica. Luego siguió la batalla en la Asamblea Constituyente porteña por el artículo 11, de igualdad ante la ley. Fueron años en los que, dice Cigliutti, hubo un cambio de discurso al interior del movimiento.
–De pasar a ser víctimas de la discriminación, pasamos a ser sujetos de derecho. A reclamar, a pelear por nuestros derechos. Todo esto circunscripto en un tema de ciudadanía plena: queremos tener los mismos derechos que cualquiera. No hay organización o institución que pueda sostener la desigualdad de las personas ante la ley. Esa conciencia la fuimos logrando de a poco nosotros mismos y vemos que hubo un consenso social impresionante. En el último tiempo hubo muchísimas encuestas y la mayoría de la ciudadanía se mostró de acuerdo con el reconocimiento.
–¿En lo personal cómo se llevan con la sensación de que van a hacer historia?
–Yo en estos días estuve pensando cómo en toda nuestra historia se une lo personal al activismo –dice Cigliutti–. Me quiebro todo el tiempo al hablar de esto, me emociono. Son veinte años de trabajo, uno se acuerda de un montón de gente que trabajó y que no vio estos logros. Todas las parejas que existieron hasta ahora nunca tuvieron derechos. Sé que ese día –sonríe– voy a estar llorando todo el tiempo.
–Esta es una de las raras ocasiones en que tus sueños, tus fantasías y deseos se hacen realidad –agrega Suntheim–. Una de las pocas ocasiones en que uno se siente realmente feliz. Antes de esta ley uno podía hablar literalmente de ciudadanos de segunda, con menos derechos. En este momento podemos empezar a hablar de igualdad.
Va a ser un día para compartir con amigos y familiares. César cuenta que sus padres –él, un militar retirado– van a estar presentes en la ceremonia “como soldaditos”. Contentos, aunque un poco asustados ante la presión mediática. Marcelo aún no lo sabe.
–Mi familia vive en Misiones y la realidad de una provincia es muy distinta. El grado de exposición que hay es totalmente diferente, eso hay que tomarlo en consideración. En principio vienen mi hermana y mi cuñado. Mis padres tal vez puedan viajar.
La parte “pública”, dice Cigliutti, se termina en el Registro Civil. Más tarde seguramente habrá una reunión familiar.
–Y después, a festejar.
Todo lo que cambia
No es fácil saber cuánta gente querrá sumarse a la unión civil en su primera época. En la CHA creen que no habrá aluvión, sino que será un proceso gradual, entre otras cosas porque la atención de los medios atemoriza. “Recibimos cientos de e-mails y llamados de personas que quieren anotarse, que piden información. Hay hasta parejas en que un miembro era extranjero y querían saber si podían unirse”, dice Cigliutti. Pero hay que tener en cuenta que la ley es para todos y que muchas parejas heterosexuales también pueden estar interesadas en unirse de esta manera. Entre otras cosas hay una importante diferencia de costos: “Casarse sale entre 150 y 200 pesos –advierten–, para la unión civil sólo hay que pagar 15”.
–Una de las cosas más valiosas que tiene esta ley –dice Suntheim– es que es amplia, es para todos. Hay otras, como la de Alemania, que son sólo para homosexuales. Nosotros sabemos que hay una gran presión para que se legisle en este sentido. Es la línea de la Iglesia: una vez que se ha perdido la batalla y se sabe que la ley va a salir, prefieren que seaexclusiva para homosexuales. La idea es tratar diferente a lo que es diferente.
–Hubo en la Legislatura un despacho de minoría para que la ley fuera así, sólo para homosexuales –agrega César–. Nosotros salimos entonces con una consigna: no queremos registros rosa para nuestras parejas.
Pedro Paradiso Sottile, coordinador del área jurídica de la CHA, apunta que es irónico haber tenido que luchar también por eso: por incluir en la ley a todos. “Uno de los puntos trascendentes es el hecho político, jurídico, de que ante los mismos hechos a todas las personas se les van a dar los mismos derechos.” Y esos derechos, dice, son numerosos y van mucho más allá de lo simbólico. “Todos los derechos que tenga una pareja heterosexual en el ámbito de la ciudad también los va a tener quien forme una unión civil: el derecho a la obra social, a los créditos para vivienda del Banco Ciudad, los planes sociales que provee la ciudad, a la asistencia médica.”
La salud es un punto particularmente importante: la unión abre la posibilidad a la pareja de estar presente, por ejemplo, en una sala de terapia intensiva y tomar decisiones con los médicos.
–Pareciera que son cosas mínimas –advierte Suntheim–. Para quien está casado o tiene la posibilidad de estarlo esto es muy básico, pero para poder entender su importancia hay que ponerse en una posición imaginaria: que estás en pareja y no tenés ningún derecho, ni a entrar en la terapia intensiva. Acá hay llamados todo el tiempo de gente a la que se le ha muerto la pareja y ni siquiera pueden reconocer el cadáver en la morgue. O hay que decidir sobre una operación muy complicada y tal vez lo haga una persona que no lo ha visto en 20 años, y quien estuvo a su lado ese tiempo no puede decir nada. Esto soluciona nuestros problemas más cotidianos.
Les han dicho que algunos de estos beneficios, como el acceso a la obra social, ya antes podían conseguirse por otras vías, ya que hay leyes que se refieren indirectamente al tema. Pero nunca es sencillo: saben por propia experiencia que probar ante la Justicia una convivencia puede llevar años.
–El tema es que la ley nunca se interpreta a favor nuestro –dice Sun- theim–. Si la ley no es explícita y clara, a nosotros nos destruyen.
Lo que vendrá
La unión civil también podrá servir como elemento probatorio ante un eventual reclamo judicial. Hasta ahora, por ejemplo, las personas homosexuales que se presentaron para tramitar una pensión por fallecimiento recibieron por respuesta un no. Entonces apelaron a la Justicia, para lo que hay que empezar por probar la convivencia, algo que el carnet de la unión civil –no habrá libreta– prueba automáticamente.
No será ésta la única ley en este ámbito. Después de la aprobación en la Capital, otra norma de similar tenor se sancionó en Río Negro. También se presentaron proyectos en Santa Fe, Buenos Aires y Mendoza y se trabaja en el tema en Córdoba.
A nivel nacional, la CHA piensa presentar este año un proyecto de unión civil en el Congreso “para todo tipo de parejas”, explica Paradiso.
–No queremos modificar el matrimonio sino crear una figura distinta. Incluyendo todos los derechos: incluso los hereditarios y de adopción. Un modelo más moderno, efectivo, de fácil acceso.
Sin duda provocará debate. Pero Suntheim apunta que uno de los grandes logros de la unión civil es justamente el debate social que abrió.
–Lo que se termina aceptando –afirma– es la realidad, ni más ni menos. No es que se acepte nuestra forma de pensar ni que se promocione una orientación sexual: se acepta la realidad, nuestra realidad como personas.
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