EL PAíS › QUE ES EL FTC, EL ULTIMO DE LOS MOVIMIENTOS PIQUETEROS

Cuando la religión es la política

Están formados por partidos situados a la izquierda del arco de izquierda: el MAS, el PRS, el FOS, Convergencia Socialista. Viven en Ezeiza, dentro de una zona obrera que se convirtió en tierra de desocupados. Radiografía.

 Por Laura Vales

La camioneta de la empresa eléctrica aparecía cada vez más seguido en el barrio, una zona de casas chatas construidas en mejores épocas que ésta. La veían entrar por las calles que siguen siendo de tierra, donde una vez allí dos técnicos trepaban a una escalera para trabajar sobre los cables, cortándoles la luz a los morosos y colgados de la manzana. Lo hicieron durante varias semanas, hasta que una incursión fue recibida con gritos y piedrazos. A partir de entonces, la camioneta entra al barrio escoltada por gendarmes.
Ahora, mientras los técnicos realizan las desconexiones, un grupo de uniformados recorre la calle.
Lo cuentan los integrantes de la organización piquetera FTC (Frente de Trabajadores Combativos) en el barrio Golf, de Ezeiza, un asentamiento de 10 mil habitantes pegado a los links donde el ex presidente Carlos Menem llegaba en helicóptero para distenderse a mitad de semana.
Dice María Linares, profesora de bellas artes, ex catequista: “Esta era una zona obrera, los que viven acá tenían empleo hasta hace poco. A partir del 2000 se sintió el gran cimbronazo, la gente fue perdiendo sus puestos y buscándose otro tipo de trabajo, fue un cambio en el paisaje porque ahora la misma gente sale para ir vender en los trenes, o si no viven de ofrecer productos caseros, tortillas, pan”.
En un área del barrio Golf, que convive con las manzanas de casas de material, se asentaron después familias de la villa 31, de Retiro.
“No somos violentos”
Como agrupación de desocupados, la FTC es una de las más nuevas, creada en diciembre del 2001. Políticamente está vinculada a partidos de izquierda: el MAS, el PRS, el FOS, Convergencia Socialista y Democracia Obrera. Reúne a unas siete mil personas en el sur del conurbano.
El FTC tuvo un crecimiento notorio en la época de las marchas contra la invasión norteamericana a Irak, cuando su columna –hasta entonces reducida– se hizo notar por su número en los repudios. Los porteños que hayan cruzado después alguna movilización por la textil Brukman también los habrán visto. Sin embargo, fue la acusación del dirigente piquetero Luis D’Elía la que les dio visibilidad ante los medios.
El día después del lanzamiento de su campaña, el candidato a gobernador acusó a la agrupación de estar recibiendo dinero del duhaldismo para armar “grupos de choque” de desocupados que perjudiquen la gestión de Néstor Kirchner. La organización repudió las acusaciones, que calificó de “infames” y “falsas”, vinculándolas a la “necesidad de publicidad” de quien la formuló.
“Nosotros tenemos una postura de ninguna confianza tanto con Kirchner como frente a (el gobernador bonaerense Felipe) Solá”, dice el referente de Ernesto Aldana. “No vemos entre uno y otro diferencias de fondo. En relación a si armamos ‘grupos de choque’, no compartimos concepciones de violencia foquista”.
Los albañiles piqueteros
Los militantes se han reunido en una de sus panaderías, la del barrio Golf, para hacer la entrevista con Página/12. Hay sol de invierno y lo mejor es aprovecharlo y sentarse afuera. Roberto Palavecino, un ferroviario alto y canoso e Hipólito Paz, albañil de boina negra y convicciones trotskistas se suman a la rueda.
En las marchas de la FTC, los ferroviarios van con su propia bandera (Desocupados ferroviarios). Es una modalidad que hasta ahora no se había visto en las organizaciones piqueteras. Los desocupados de la construcción también llevan una pancarta de su lista en la UOCRA, la AgrupaciónNaranja-Pollo Flores. La característica es novedosa dentro del mundo piquetero.
Diez días atrás, realizaron una protesta en la estación de trenes de Constitución, en la que unos mil desocupados impidieron la venta de boletos para reclamar al ferrocarril puestos de trabajo. La medida consistió en que un cerco de manifestantes rodeara las ventanillas de venta de pasajes, durante cuatro horas, mientras los trenes seguían funcionando. Pidieron a la empresa 50 puestos de empleo, motivo por el que quedaron conversaciones abiertas.
Roberto (58 años) fue uno de los que participó del bloqueo. Entró al ferrocarril a los 18 años y quedó fuera en el ‘87, es ferroviario de tercera generación. Heredó del padre, además, el ateísmo y el compromiso gremial.
“En mi casa la religión fue la política”, dice. “Mi viejo militó desde siempre. Vive en Mendoza. El mes pasado me llama una de mis hermanas preocupada porque hacía cuatro días que no aparecía por su casa. ‘Debe andar por ahí haciendo algo’, le digo, para que se quede tranquila. Y era así: lo encontraron en la toma del PAMI.”
Coincide Ipólito Paz, que tiene inscripto su nombre sin hache: “Vengo de militar en los ‘60, en agrupaciones de perfil antiburocrático y clasista. Estamos desocupados pero a veces conseguimos algo: es la vida del albañil. Es decir que en nuestra lista hay quienes tienen trabajo y quienes no”.
Volver al trabajo
Los piqueteros creen la organización debe contener en el mismo espacio a trabajadores y desocupados. “Estamos impulsando, por ejemplo, que los domingos en los barrios compren el diario entre todos para buscar empleo en los clasificados”.
–¿Y hay efectivamente más trabajo?
–Algunos volvieron a trabajar –dice Aldana. –Son pocos casos. La solución de fondo, decimos nosotros, sería respetar las condiciones de los convenios y repartir las horas. En el país hay siete millones de desocupados y una cantidad similar de superexplotados. Si en los trenes se respetara el reglamento habría 80 mil puestos de empleo, si en el subte se cumpliera el convenio tendrían que crear un turno más. Tenemos toda una generación que no sabe lo que es el sábado inglés, ni cuánto se paga la hora extra.
–La mayoría de la gente se integra a las organizaciones por cuestiones de sobrevivencia. Necesitan un plan y comida. ¿Siguen siendo piqueteros los que consiguen empleo?
–Algunos sí.
Trabajo asalariado no quiere decir trabajo digno, se completa el razonamiento. El sentido de ser piquetero no tendría entonces por qué perderse con la vuelta a la fábrica.
En el FTC tienen huertas, talleres de confección y arreglo de ropa e impulsan pequeños emprendimientos, aunque los consideran nada más que un paliativo sin posibilidades de futuro. Creen que los planes Jefes y Jefas de Hogar deben ser subsidios, sin contraprestaciones a cambio.
Al gobierno le piden participación en un plan de obras públicas y a las privatizadas que tomen gente. Por eso han hecho bloqueos a Repsol YPF en el polo industrial de Dock Sud.
El desarrollo de la organización y sus lineamientos están nítidamente vinculados a los partidos que la integran. En el barrio Golf, los principales referentes son militantes que no viven allí y que viajan todos los días. “Mucha gente se acostumbró a depender del puntero, es difícil que vayan asumiendo responsabilidades”, dice Marcelo. Los cursos de formación están dirigidos a recuperar la participación. En el barrio hay otras organizaciones, como el MTD Aníbal Verón y el Polo Obrero, además de las unidades básicas del intendente Osvaldo Granados, que ha inaugurado a la entrada de la ciudad también una huerta del municipio. La disputa política es inevitable y en épocas electorales incluso con algún estruendo.
Otros tipos de broncas se convirtieron forzosamente en algo silencioso. Cuando a algún vecino lo dejan sin luz, cuentan acá, todo el mundo mira la escena y el patrullaje de los gendarmes con la boca cerrada. Una vez que la camioneta se va, siempre se consigue algún vecino que haga la gauchada de subir la escalera para volver a colgarse. Trabajo habrá muy poco, pero electricistas con oficio no faltan.

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El gran sacudón económico se hizo sentir en 2000, y los que entonces tenían trabajo ahora salen a vender tortilla en los trenes.
 
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