EL PAíS › EL MINISTRO FILMUS HABLO DE SU RELACION
CON LAVAGNA, LA PRODUCCION Y LA UNIVERSIDAD
“El problema es con los que no estudien”
“La escuela sola no puede”, sentencia. Rechaza la aplicación de la lógica competitiva del mercado a la educación. Por eso descree de los rankings y los filtros al ingreso universitario. Sin embargo, Daniel Filmus, ministro de Educación, apunta que la universidad tiene que adecuar su oferta a las necesidades de un nuevo modelo y mejorar la retención para que se reciban mucho más que uno de cada diez estudiantes.
Por Nora Veiras
Dice que tiene cien veces más trabajo del que imaginaba aunque, a veces, se encuentra con alegrías impensadas: “Ese que se acaba de ir es Victorio Nicolás Cocco”, comenta y, ante el desconcierto de la cronista, explica que “era un cabeceador espectacular cuando San Lorenzo salió campeón invicto en el ‘68”. De inmediato muestra la foto dedicada que le regaló el ex jugador transformado en miembro de la asociación de directores técnicos de fútbol.
En su despacho como ministro de Educación, adonde llegó desde la Secretaría de Educación porteña, Daniel Filmus disfruta del consenso que cosecha el gobierno y dice “compartir la esperanza” que reflejan las encuestas. Está convencido de que las desigualdades educativas sólo podrán compensarse en un mediano plazo a partir de la redefinición del modelo económico que supone crecimiento y redistribución de la riqueza. Solo una duda lo carcome: si exponer la foto con Cocco en la mesa de los retratos familiares o en la que se disputan espacio las imágenes de Eva Perón y las del propio Filmus con Luiz Inácio Lula Da Silva, Ernesto Sabato, Aníbal Ibarra, Adolfo Pérez Esquivel y Woody Allen.
–En estos dos meses como ministro recorrió varias provincias. ¿Se encontró con algo distinto de lo que pensaba cuando asumió?
–Lo que a uno no deja de asombrarle es la desigualdad y la pobreza que hay en muchas regiones y cómo se refleja en las escuelas. Para mí fue muy fuerte haber ido al Impenetrable chaqueño. Lo más fuerte fue hablarle a los chicos y ver que no me seguían y que enseguida se acercara un traductor de wichi. Estuve en nueve provincias desde que asumí. El viernes pasado fui a ver al obispo de Tucumán que había planteado con crudeza la situación educativa de ahí, estuve discutiendo con él y me contaba situaciones que vivió en las escuelas tucumanas. Muy duras. Uno lo conoce pero otra cosa es ir a verlo y otra distinta tener responsabilidad respecto de lo que va a pasar en el futuro con esos chicos.
–¿Hasta dónde la educación puede compensar esas desigualdades construidas durante años?
–La educación puede contribuir a disminuir las desigualdades educativas pero la educación sola no va a poder. En un país donde más del 50 por ciento es pobre, donde el 17 por ciento de las familias tienen hambre, la escuela sola no va poder resolver el tema educativo, no ya el tema social. El tema educativo tiene mucho que ver con el modelo de desarrollo elegido, con el modelo de distribución de la riqueza y con la capacidad de integración social que tenga la Argentina en los próximos años. Hasta ahora tuvimos un modelo en el que la escuela trataba de integrar lo que la sociedad quería expulsar, esto no dio resultado. Por supuesto que sin la escuela la marginación y la desintegración hubiera sido mucho mayor. La escuela fue lo único que trató de integrar. Pero insisto, sola no pudo.
–¿Prevé un horizonte de años en el que pueda acercarse la brecha entre los sectores más postergados con los más privilegiados?
–Estoy en un gobierno que preveo que trabaje hacia un modelo social integrador y hacia un modelo económico que distribuya la riqueza mejor y que haya más riqueza. La década del ‘90 mostró que se podía producir riqueza y no mejorar la igualdad. Creo que estamos en una oportunidad histórica: si coincide un proyecto educativo concertado por todas las provincias en dirección a colocar en un lugar principal a la escuela y a la educación con un modelo socioeconómico integrador, de desarrollo de las economías regionales y que le dé viabilidad a un modelo nacional distinto, creo que es una oportunidad única. Sería tremendo que exista un modelo integrador y que la educación no acompañe o que la educación se quedara a contramano de lo que está pasando. Es decisivo el modelo económico. Esta semana salió en algunos diarios que se están reabriendofuentes laborales y no se está encontrando gente capacitada para cubrir los puestos. Hay problemas en la construcción, también en áreas como matriceros, marroquineros, torneros, profesiones básicas en que está faltando mano de obra.
–¿Cómo habla de este tema con el ministro de Economía, Roberto Lavagna?
–Tuve dos conversaciones largas con Lavagna, y no por temas coyunturales: una por educación y otra por ciencia y tecnología. El y Oscar Tangelson, el secretario de Desarrollo Económico, coincidieron en que éste es el modelo. Con Carlos Tomada (ministro de Trabajo) estamos trabajando muchísimo el tema de formación profesional con la idea de que desarrollo económico, trabajo y educación se articulen y le den una perspectiva a la formación laboral muy vinculada a la demanda de un país en crecimiento. Si uno pone la idea de mercado interno y de exportar en base a la capacidad de agregar valor de la gente, uno está hablando de un modelo distinto. Para dar un ejemplo, en los ‘90 si tenía que elegir profesiones universitarias prefería que los estudiantes optasen por Económicas, Abogacía, Psicología, Ciencias Sociales porque son las más baratas. Para un modelo de país donde no hace falta una industria, ¿para qué las ciencias duras? Son mucho más caras. O, ¿para qué la ingeniería? El otro día me decía la gente de Techint que este año entraron a la facultad cuatrocientos chicos para estudiar ingeniería y nueve mil para psicología. Si el gobierno no tiene autoridad para decirle a la universidad lo que necesita está en un problema. Ahora si ya hay un modelo de desarrollo tiene que plantearle a la universidad hacer énfasis en las áreas o disciplinas de crecimiento. Lo mismo para la formación profesional. Las escuelas técnicas fueron desvalorizadas en la Argentina en toda la década del ‘90. Hoy se recorre el país y esas tecnologías básicas que sirven para pequeñas y medianas empresas no las tenemos. Una de las cuestiones es recuperar el trabajo con la formación técnica y profesional.
–¿En la universidad qué piensa cambiar?
–Un tema central es la deserción y el desgranamiento. Estamos en una relación de diez ingresantes a un egresado, la misma que hay en los profesorados. Es heterogéneo según las universidades, pero ése es el promedio. Las investigaciones muestran que los que abandonan son los de niveles socioeconómicos más bajos: tenemos una universidad abierta a todos pero cerrada a que todos se reciban.
–¿Esto quiere decir que usted aspira a poner algún filtro en la entrada?
–No, no, la solución es ver por qué abandonan los que lo hacen y evitarlo. El problema no es con los que sigan estudiando, el problema es con los que no estudien. La función del Ministerio de Educación es hacer que todos estudien, no ver cómo hacer que algunos no estudien. Lo segundo es que sea un estudio de calidad. Y otro tema es la pertinencia: si el país no tiene ninguna demanda la autonomía universitaria permite que cada uno elija cualquier cosa. Ahora si el país tiene demanda, el país tiene que asegurarse que las universidades formen en determinadas disciplinas. Retención, calidad y pertinencia son centrales. Pertinencia de las carreras, de lo que se investiga y de la extensión para contar con una universidad comprometida con el medio.
–¿Todo lo que usted planea se puede hacer con el actual presupuesto que tiene la educación en el país?
–Hay que mejorar paulatinamente el presupuesto de educación para que esto se pueda llevar adelante.
–¿En cuánto tiempo y en qué monto?
–Tiene que ser un avance gradual en base a las posibilidades fiscales y de crecimiento pero tiene que existir. Si no existe, esa mejora va a ser muy difícil. Hay que mejorar en los componentes jurisdiccionales ynacionales. Es necesario fijarse un plan a diez años de mejora de la inversión educativa. La Ley Federal de Educación planteó duplicar el presupuesto llevarlo al 6 por ciento del Producto Bruto Interno en un lapso de cinco años, que no se cumplió.
–¿Actualmente cuánto insume educación dentro del PBI?
–Estaba cerca del 4 por ciento del PBI antes de la crisis. Ahora hay mucha discusión sobre en cuánto quedó el PBI, en cuánto cayó y en cuánto cayeron los salarios. Hoy debemos estar en menos del 4, seguro que cayó porque la masa de recursos educativos es sobre todo salarial.
–¿Qué se va a hacer con uno de los temas en que más ha hecho agua la reforma educativa: la capacitación docente?
–Habrá tres puntos centrales: evaluación de la calidad, políticas compensatorias para generar igualdad y capacitación docente. No podemos seguir hablando de cambiar la educación y que los docentes sigan saliendo formados de la manera que están ahora. Tenemos 1300 institutos de formación docentes públicos y privados, cuando Francia tiene 35. Hay que trabajar mucho para mejorar la calidad de los institutos. Después está el tema de la capacitación permanente del docente, generar mecanismos para que la unidad de capacitación sea más la escuela que cada docente, y un tercer elemento que es vincular la capacitación a proyectos institucionales. Uno de los temas es quién capacita a los capacitadores. Hay un nivel de capacitación donde el apoyo técnico de la Nación tiene que ser muy fuerte. Si en ese nivel uno deja que cada jurisdicción recicle con los mismos capacitadores de capacitadores en su formación se reproducen los circuitos de pobreza y de riqueza.
–¿Cómo es el proyecto de usar a Canal 7 para capacitar a los docentes?
–Estamos trabajando en dos aspectos. Uno es actualización en temas científicos y tecnológicos en los que los docentes tienen un gran déficit: clonación, genoma humano, transgénicos. Hacer por lo menos ocho módulos integrando material escrito, Canal 7, el portal Educ.ar y tutores. Este tema y cultura del Mercosur los pensamos transversales para todos los niveles.
–Usted fijó entre sus prioridades la evaluación de la calidad de la educación. El año pasado se tomaron pruebas pero no se corrigieron. ¿A partir de ahora qué se va a hacer?
–La evaluación de la calidad es importante y es central. Vamos a trabajar en pruebas muestrales bianuales, porque si no se corre detrás de las pruebas: uno está corrigiendo la prueba y se está tomando la otra, entonces el objetivo es el ranking y nosotros vamos a eludir ese objetivo. Queremos tener las pruebas, ver qué está bien y qué está mal y tener un año de trabajo enfatizando con las escuelas. Vamos a apoyar a las jurisdicciones para que tengan su propia evaluación de los procesos porque esto dice cómo estamos, no por qué estamos así y por qué es distinto para cada jurisdicción. Y habrá un tercer mecanismo que será seguir los procesos de las escuelas más pobres. Nuestra definición de política educativa es que la igualdad tiene que estar dada por los saberes de los chicos y no necesariamente por las estructuras. Hasta ahora, las cosas que los chicos sabían se sacaban de las evaluaciones. Si el 80 por ciento contestaba bien se sacaba y si el 80 por ciento contestaba mal no se ponía. Entonces siempre quedaba entre el 50 y el 60. Ridículo. Eso viene bien para medir la desigualdad entre las jurisdicciones pero no para construir una herramienta de trabajo en las escuelas.
–¿Por qué dice no a los rankings?
–Porque en los rankings se evalúa para premiar o castigar o para que los diarios tengan información durante un día, o como ocurre con aquellos que lo usan para el mercado para encasillar las escuelas. Al revés, no vamos a premiar a los que anden mejor y castigar a los que anden peor hay que apoyar a los que anden peor para que anden bien, esos chicos no tienenla culpa. El sistema educativo no puede funcionar con la lógica de mercado, por eso la cuestión de la evaluación es esencialmente cualitativa, ver qué problemas tenemos en lectoescritura, cálculo básico, aprendizaje de la ciencia, ver cuáles son las razones y cómo avanzamos. Creemos que hay que volver a producir muchos materiales y volver a meter muchos libros en las aulas para que los docentes y los chicos tengan con qué trabajar.