EL PAíS › PANORAMA POLITICO

La vuelta

 Por Luis Bruschtein

Como ha sido desde el 2003, el regreso de Cristina Kirchner está signado por ese clima que le dio a la política una connotación dramática personal. Así, lo que sucede interpela sentimientos individuales y colectivos. Este clima generado por propios y ajenos tiene un escenario propicio con el retorno después de una convalecencia inesperada. ¿Retorna la dirigente que perdió parte de su caudal electoral? ¿O vuelve la Presidenta que sobrelleva todos los contratiempos, incluida ahora también su dolencia? Son las dos imágenes posibles que confluyen. En realidad, retorna la mujer que sobrellevó las dos cosas, su enfermedad y un resultado desfavorable. Es la imagen de una mujer fuerte que retoma el timón. Y la expectativa en el oficialismo y la oposición es como en la previa a un combate de fondo: Luces. Chiflidos y aplausos. La contendiente entra por el túnel. Se sube al ring y toma su lugar en el rincón.

El escenario de la política nunca es idílico ni pastoril, un problema precede a otro generado muchas veces por el que se superó antes. Hay una crisis en el mundo y coletazos en el país. Es un escenario áspero, con encrucijadas en la economía y otros en la política. Entre el público, algunos apuestan a su derrota –aunque esa caída también los perjudique– y otros esperan que resuelva todos los cuellos de botella.

Con su regreso a la Casa Rosada se abre un ciclo acotado dentro del ciclo más abierto y todavía sin final anunciado del kirchnerismo. Son los dos últimos años de su gobierno y el momento de despliegue de los aspirantes a candidatos presidenciales. Como sucede desde hace seis años, su lugar es lo que hace aún más sustancial el cuadro. Esta vez su lugar no estará entre los candidatos y el interrogante es qué tipo de ausencia ocupará. El tablero de la política tiene que multiplicar sus movimientos para reubicar al principal jugador y tiene dos años para hacerlo.

Durante estos 45 días, el hermetismo fue absoluto. Ningún trascendido, ni siquiera uno inventado. Ni el más sanatero pudo decir nada de la vida presidencial en ese lapso. Si leía o jugaba al truco o miraba televisión. La información se limitó a su salud y punto. Fue imposible romper esa barrera o espiar por la cerradura. Hubo una decisión que se respetó a rajatabla. Hay una parte de la enfermedad que tiene proyección pública y ésa se daba a conocer a través de los partes médicos. Pero hay otra enfermedad que es parte de la privacidad y ésa se cerró a cal y canto. Ese hermetismo se prestó a que algunas versiones muy arriesgadas circularan por la web o en microclimas: “lo sé de buena fuente”, “me lo dijo el cuñado de la hermana” o “la hermana del custodio”: hubo quienes llegaron a decir que se había muerto y que el oficialismo estaba demorando el anuncio. Otros dijeron que se trataba de un ACV que le había quitado el habla y no iba a poder gobernar. El psiquiatra electrónico se jactó de su relación con el ahora famoso doctor Facundo Manes, de la Fundación Favaloro, y lanzó algunos de sus consabidos y siempre marraneros diagnósticos. El relato kirchnerista fue ascético. El relato opositor se llenó de imaginación y deseos oscuros como la noche.

El lunes se abre esa zona cerrada y se sabrán las menudencias, las pequeñas rutinas. Para ese entonces ya habrán perdido interés. La jugadora principal retomó su lugar y lo que interesan son sus jugadas.

La oposición corre el riesgo de reincidir en sus diagnósticos y confundir escenarios difíciles con escenarios apocalípticos. Cada vez que lo hizo, acrecentó la imagen del Gobierno, lo hizo todopoderoso, capaz de superar esos abismos que habían pintado como insalvables. Los medios opositores y los economistas ortodoxos han empezado a bajarle línea a la oposición, formando un preclima de catástrofe, con la baja de las reservas y la escasez de divisas.

El otro riesgo con el que ha tropezado una y otra vez la oposición ha sido el de subestimar al kirchnerismo. El rechazo visceral que muchos de ellos sienten les impide valorar fríamente a su adversario. Los ha llevado a creer –o tratar de que la sociedad crea– el argumento infantil de que todo el kirchnerismo es un relato falso. Lo único que existe según ellos es un invento, los militantes no existen, los funcionarios son todos corruptos, las medidas de gobierno son todas bolas de humo. Este diagnóstico tan parcializado da por terminado el ciclo del kirchnerismo tras los resultados de las PASO y de las legislativas, con un oficialismo que todavía no tiene candidato para el 2015.

El escenario que afronta Cristina Kirchner a partir de este lunes es problemático, pero no es apocalíptico ni terminal. Y hasta ahora el kirchnerismo ha demostrado más capacidad que las otras fuerzas para moverse en territorios difíciles, inclusive más complicados que el de ahora. Y ha salido fortalecido de situaciones que aplastaron a otras fuerzas.

En el horizonte político, los interrogantes para el kirchnerismo apuntan a la persona que encarnará la continuidad del modelo. En las PASO y en las legislativas, el principal candidato empezó tarde y fue un error.

Una consecuencia de las condiciones tan desfavorables con que se dio este proceso desde el comienzo fue la concentración de la toma de decisiones y el surgimiento de un fuerte liderazgo. El kirchnerismo tiene muchos cuadros de gestión en condiciones de competir por la presidencia, pero las características de ese liderazgo opacan a las figuras que lo rodean. Cualquier candidato que surja del kirchnerismo necesitará tiempo para que sea visualizado como posible presidenciable, como la persona que reemplazará a Cristina Kirchner.

En Brasil, Lula debió transferir su liderazgo a Dilma Rousseff en un proceso que le llevó casi dos años. Dilma apenas medía 6 o 7 puntos cuando anunciaron que sería la candidata del PT y sus aliados. Dos años después, ganó la primera vuelta con el 45 por ciento de los votos y la segunda vuelta con el 55 por ciento.

En las legislativas de la provincia de Buenos Aires, el kirchnerismo hizo una elección mejor que en el 2009, pero Sergio Massa logró sacarle una ventaja de más de diez puntos. De la lectura de esos resultados comenzarán a surgir los candidatos. Daniel Scioli, que acompañó a Martín Insaurralde durante la campaña y funcionó como soporte institucional durante la convalecencia presidencial, declaró ya sus aspiraciones. El ministro Florencio Randazzo admitió que podría ser de la partida y dependerá de los resultados que logre con los trenes en estos dos años, una tarea que lo puede promocionar pero al mismo tiempo lo limita. Lo mismo hizo el gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri, con una performance electoral impecable en su provincia. Y aunque no ha dicho nada, también apuntan en esa lista al chaqueño Jorge Capitanich, otro gobernador que hizo una buena elección.

El masivo respaldo electoral que obtuvo Massa no discriminó cuántos de esos votos provinieron del peronismo. La decisión del intendente de Tigre de no disputar la interna del PJ, a pesar de haberle ganado en las legislativas, daría la idea de que el propio Massa evalúa que en esa interna no participaría una parte de su electorado, aun cuando se trata de una interna abierta. Algunos de los intendentes que lo acompañan decidieron disputar espacio en sus distritos y respaldar la candidatura de Mario Ishii. “Olvidémonos del PJ”, dijo Massa en una frase más destinada a sus electores que a sus lugartenientes, más abocado en su disputa con Mauricio Macri que con el peronismo. Daría la impresión de que Massa asume que alrededor de la mitad del 44 por ciento que lo votó en las legislativas son votos peronistas. No le alcanzan para disputar la interna, pero entiende que los tiene asegurados y necesita reafirmar la otra parte.

Tras las legislativas, la provincia de Buenos Aires quedó en el centro de cualquier tablero. Es el distrito más importante y el más impredecible para el kirchnerismo, para Massa y para Mauricio Macri. El kirchnerismo tiene varios aspirantes, pero Massa, que podría negociar ese lugar para conseguir otra deserción del oficialismo, lo tiene obturado con Darío Giustozzi, que aspira a la gobernación y se fue del Frente para la Victoria porque tenía demasiada competencia.

No hay matemáticas en esta aproximación. Son especulaciones con los datos de esta realidad. Pueden surgir más nombres, otras combinaciones y en dos años pueden pasar muchas cosas. Pero ya empezó a correr el tiempo de descuento.

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