Lunes, 19 de mayo de 2014 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Eduardo Aliverti
Los avatares de la economía les ganan espacio mediático a los de la política, como siempre sucede cuando la segunda tiene poco que decirle a la primera. O cuando quien dice, desde la política, es antes el Gobierno que la oposición. O cuando es mejor que lo que dice la oposición no trascienda en demasía, porque queda más cerca del papelón que de otra cosa.
En el escenario estrictamente político sobresalió una foto del gobernador bonaerense con el cordobés, con caras sonrientes. No hay ingenuidad respecto de las especulaciones que despierta una imagen de ese tipo, del mismo modo en que el Episcopado no debe hacerse el desentendido acerca de algunas frases despiadadas de los documentos que emite. Las interpretaciones de lo que uno hace y dice, y mucho más en política, son en contexto y subtexto, no en el romanticismo de pretender que habrá lecturas amplias. Si Scioli y De la Sota se fotografían juntos habrá de inferirse y propagandizarse, inevitablemente, que quisieron decir algo. El bonaerense, sobre todo. Está en campaña presidencial. Scioli lanza, refuerza, que su aptitud es la unidad y no la confrontación. Está bien, es su armado. Y el cordobés, que jamás pudo mover el amperímetro por fuera de su provincia ni se presume que pueda hacerlo (cabe recordar que llegó a hablar del “cordobesismo” como meta de construcción masiva...), aprovecha para ganar un recuadro en los medios de alcance nacional; lo cual no tenía desde que, en diciembre último, se le sublevó su policía. De ahí a colegir que muchos ojos políticos miran a De la Sota, como pudo leerse en un titular periodístico, vaya si hay diferencia. No es noticia: suena a intento de operación mediática o a que no hay algo mejor para despertar interés desde una columna de actualidad política. No lo hay porque Fauna es un mamarracho donde se persiste en un todos contra todos en que la suma viene dando resta, y porque a Sergio Massa, quien hasta hoy es una exitosa construcción mediática de territorio recortado, empieza a acabársele la batería de estar a favor de la felicidad. Para las primarias y las presidenciales del año que viene falta tan mucho como poco, aun con la pausa que impondrá el Mundial, y los tiempos coyunturales se agotan. Más temprano que tarde será acá o allá, con éstos o aquéllos, para el oficialismo y para la oposición. En el palo K, es si se continúa firme o modosito (la opinión del firmante, ya expresada en numerosas oportunidades, es que, de no ser firme, no es). Pero en el espectro opositor no llegan a definir, ni tan sólo, con quién o quiénes podrían erigir una opción efectiva, específica, superadora de las declamaciones contra la corruptela kirchnerista. En la línea explícitamente gorila, la única figura con carisma y penetración mediática, Elisa Carrió, insiste con destruir todo lo que construye. Macri sube en todas las encuestas, pero no le alcanza para una proyección presidencialista. A Massa tampoco, por fuera de la publicidad mediática. Y el reciente congreso nacional del PJ, o del pejotismo como mito intimidante, terminó en una argamasa demostrativa de que el kirchnerismo, por ahora, se los fumó a todos. No es por convicción ideológica que gobernadores, intendentes y punteros terminaron ahí, en lo listado por el círculo chico de Cristina y Zannini sino porque afuera de ahí, en esa ancha avenida peronista y empezando por Massa, nadie asegura mejores perspectivas que lo que hay. La pregunta consiste en lo siguiente, según lo ve el periodista: ¿es de ahí para abajo o de ahí para arriba donde debe centrarse cómo seguir?
A todo esto, el jueves se produjo un hecho que hace años, muchos, no se veía. Clarín se vio en la obligación de un titular central, de portada, que semántica y profesionalmente se denomina objetivado. Se remitió a consignar que aumentaba el monto del salario familiar y de la AUH. Esta ascenderá desde junio a casi 650 pesos mensuales, que significa alrededor de 3 millones y medio de pibes siendo que, por familia, el promedio es de dos hijos. La cadena nacional en que la Presidenta hizo el anuncio tuvo un rating casi inédito, de 20 puntos en la sumatoria de todos los canales de aire. El medio y grupo comunicacional más imponente no tuvo manera de evitar que su titular, bajada y cuerpo central de la noticia fueran ésos, en esencia: que el Gobierno sigue poniendo plata por abajo, contra todas las experiencias de resultado ya conocido, dramáticas, que consistieron en sacar de abajo para poner en un alto que derramaría, y nunca derramó, hacia los sectores postergados.
Dos fallos judiciales, uno relativo al acuerdo gubernamental con Irán sobre el atentado a la AMIA y el otro sobre una de las causas que involucran al vicepresidente Boudou, vinieron a salvarles las papas al periodismo militante anti K cuando ya no daba para más la monserga del mínimo no imponible, que fue el tema fuerte de comienzos de semana. El periodista y contador Hugo Presman (www.presmanhugo.blogspot.com) se refirió al tema con didáctica precisión, más algún detalle realmente asombroso. “Las deducciones en el Impuesto a las Ganancias tuvieron dos aumentos en el año 2013. Uno en marzo y otro en agosto. La particularidad de este último es que estableció que toda persona en relación de dependencia cuyo sueldo bruto, al 31 de agosto de 2013, sea igual o inferior a 15 mil pesos, no está alcanzada por la retención de Impuesto a las Ganancias, sin importar que sea soltero o casado. Teniendo en cuenta que el grueso de los asalariados tiene un sueldo promedio de entre 6 y 12 mil pesos, los alcanzados por el Impuesto a las Ganancias varían, según las siempre dificultosas estadísticas de nuestro país, entre el 5 y el 8 por ciento, una cifra considerablemente menor que la del trabajo informalizado, que ronda el 35 por ciento. Sin embargo, y aunque resulte un despropósito, el mínimo no imponible preocupa mucho más, o tiene más prensa, que los que permanecen en negro. Pero el análisis está incompleto si no se aclara que el 31 de agosto constituye una foto que congela la imagen. Es decir, que toda persona que posteriormente haya tenido aumentos que lleven su remuneración a superar los 15 mil pesos sigue exceptuada de las retenciones de Ganancias. Eso amplía en forma considerable los trabajadores no alcanzados. Al mismo tiempo origina una flagrante inequidad, que no se encuentra incluida en ninguno de los trabajos de los analistas económicos y políticos ni en los reclamos sindicales. Una persona que ingresó a una empresa en cualquier mes posterior a agosto de 2013 y gane más de 15 mil pesos queda sujeta a retención del mencionado impuesto. De esa forma, entre dos personas con la misma remuneración actual, por ejemplo de 20 mil pesos, pero con fechas de ingreso diferentes (una anterior y otra posterior al meridiano del 31 de agosto del 2013), la primera estará exceptuada y la otra quedará sujeta al pago del Impuesto a las Ganancias”. Como bien agrega Presman, esto es fruto de la infinidad de parches que tiene un sistema de impuestos regresivo al que el kirchnerismo no se decidió –ni decide– a echar mano. Y como también añade, “la AFIP es una contumaz generadora de resoluciones que en algún momento llegaron a dos por día, muchas de ellas contradictorias entre los motivos que las originan y su texto dispositivo. Y otras que modifican resoluciones anteriores que, a su vez, ya habían sido rectificadas parcialmente. Todo ello constituye una selva jurídica, que termina siendo un laberinto inexpugnable donde transitan expuestos inspectores y contribuyentes”.
Algún carácter aparentemente técnico de estas observaciones no va en perjuicio de su profunda raigambre política porque, al cabo, se trata de cómo las decisiones que se adoptan perjudican o benefician a las grandes mayorías. La de los impuestos es una cuestión árida, a nadie le gusta pagarlos y muchos opinantes tocan de oído, pero en cualquier caso es cierto que estamos hablando nada menos que de cómo se redistribuyen los ingresos del Estado. Justamente por eso, debería llamar la atención que tanto reclamante sindical y liberal –términos sinónimos, muchas veces– priorice exigencias como la de subir el mínimo no imponible, que afecta a un porcentaje ínfimo de los trabajadores. Y eso habla, y mucho, de cuántos y cuáles son los trabajadores que les interesan a quienes afirman representarlos a todos. Ni los informalizados ni los laburantes con salarios bajos o no alcanzados por el Impuesto a las Ganancias son la preocupación de los analistas y colegas que dicen alarmarse por el impacto de la inflación en el poder adquisitivo. Tampoco es esa franja ampliamente mayoritaria de trabajadores lo que les quita el sueño a personajes como Hugo Moyano y Luis Barrionuevo, que el miércoles pasado convocaron a una marcha que fue incapaz de llenar Plaza de Mayo apenas en su mitad. ¿Podría haber aspirado a más un llamamiento sin oradores, sin consignas –sin míseros afiches, siquiera– que refiriesen la incidencia de las grandes corporaciones empresarias en el proceso inflacionario? ¿Cómo habría sido posible que tuvieran convocatoria un sindicalista que hasta ayer nomás juramentaba adhesión al kirchnerismo y otro que supo marcar como utopía que se dejase de robar al menos por dos años? Esto último no pretende ser (solamente) un chascarrillo contra gentes a las que es fácil entrarles, como el ex camionero y el ex gastronómico, sino un apunte remanido acerca de la falta de estatura con que se abordan algunos asuntos de cómo se reparte la torta.
Una vez más, que es vez ya cansadora pero imprescindible, habrá de decirse que el modo de hacerlo mejor es a partir de lo logrado. Nunca antes de ahí.
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