Desde Nicosia

El ministro de Defensa, Agustín Rossi, llegó ayer a Chipre, un país que desde hace unos meses vive con expectativa la posibilidad de encontrar por fin una solución al conflicto histórico entre grecochipriotas y turcochipriotas por el cual está dividido hace ya cuarenta años. En ese contexto, Rossi visitó a los militares argentinos que integran la misión de paz de las Naciones Unidas, cuya tarea por estos días se ha vuelto fundamental: garantizar que no ocurra ningún incidente que pueda poner en riesgo el avance de las negociaciones que desarrollan bajo el auspicio del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon. “Las señales de diálogo son alentadoras y nosotros las apoyamos”, declaró Rossi.

Chipre fue una colonia de Gran Bretaña hasta 1960. Los británicos se retiraron ese año, pero –por la posición estratégica de la isla, más cerca de Asia y Medio Oriente que de Europa– se reservaron para sí dos territorios con soberanía plena donde tienen bases militares con cinco mil efectivos cada una. Al retirarse trataron de dejar armado un esquema político y de gobierno que asegurara la convivencia entre la mayoritaria comunidad griega ortodoxa y la minoría musulmana de origen turco. Ese esquema nunca funcionó. En 1964 llegaron en misión de paz los Cascos Azules de la ONU, pero no lograron poner freno a los enfrentamientos, y en 1974 Turquía invadió la isla. Desde entonces el país está dividido: en los dos tercios del sur está Chipre y en el tercio restante, la República Turca del Norte de Chipre, sólo reconocida por Turquía en el plano internacional.

La misión de la ONU, a la cual Argentina se sumó hace 21 años, procura que no haya enfrentamientos entre turcochipriotas y grecochipriotas. Para eso se estableció lo que se llama la “zona de amortiguación”, una franja que atraviesa la isla para dividir las posiciones de unos y otros, cuyo ancho varía de treinta metros a tres, según la zona, y que es patrullada por los Cascos Azules. Esa línea parte al medio a Nicosia, desde siempre capital de la isla y hoy también capital de los dos países en que está dividida. En el centro de la ciudad, la República del Norte de Chipre y Chipre están separadas apenas por una calle. Y en algunos lugares donde la franja es más ancha, todas las propiedades en su interior están tal cual quedaron en el momento de la invasión turca porque desde entonces nadie está autorizado a tocarlas. El caso emblemático es el de Varosha, una ciudad de veinte mil habitantes que era el principal centro turístico de la isla y uno de los destinos preferidos de los europeos. Quienes vivían allí huyeron en cuestión de horas ante el avance turco. La ciudad, ubicada en territorio dominado por los turcos, está abandonada y alambrada para que nadie ingrese, con todos sus edificios deteriorándose por el paso del tiempo.

Rossi pudo ver con sus propios ojos una pintura de lo que ocurre en Chipre en la Base de Patrulla 38, uno de los puestos de vigilancia a cargo de los militares argentinos, que en total aportan a la misión de la ONU 294 efectivos de las tres fuerzas armadas. La base está en una zona rural y fue emplazada allí para evitar los recurrentes enfrentamientos entre turcochipriotas y grecochipriotas por una bomba de agua que hay en el lugar. Rossi subió 42 peldaños de una escalera marinera hasta llegar a lo alto de un mangrullo. Desde allí, largavistas mediante, observó la posición militar turca a menos de 50 metros de distancia y la grecochipriota a no más de 600.

Cuidar que el statu quo se mantenga y que no haya incidentes adquirió en los últimos meses mayor relevancia a partir del resurgimiento de las negociaciones para una solución definitiva al conflicto. De eso conversó Rossi con Lisa Buttenheim, la jefa de la misión y representante de Ban Ki-moon, quien le agradeció por la tarea que realizan los militares argentinos. Buttenheim agradecería después personalmente a los Cascos Azules argentinos por lo que hacen, al entregarles a 70 de ellos una medalla de reconocimiento de la ONU por “su contribución a la paz”, y remarcado también el rol que juega la Argentina en Latinoamérica.

La decisión de avanzar en busca de un acuerdo cobró fuerza en febrero pasado. La idea que auspicia la ONU es la creación de una federación bicomunal y bizonal y eso dio pie a que por primera vez en la historia se reunieran en mayo pasado el presidente de Chipre, Nikos Anastasiadis, y su par turcochipriota Dervis Eroglu. A fines de ese mismo mes estuvieron en Chipre el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el secretario de Estado de ese país, John Kerry, y dieron su aval a la búsqueda de una salida al conflicto en ese sentido.

Estados Unidos no es el único interesado en que de una vez por todas se normalice la situación: Turquía está en la misma. Tiempo atrás se produjo el hallazgo de una cuenca de petróleo y gas en el mar Mediterráneo al sur de Chipre. Aunque aún se debe explorar, se supone que se trata de una reserva importante. De ser así, ya hay planes para construir un gasoducto que, a través de territorio turco, llevaría gas a la Unión Europea, que de ese modo disminuiría su dependencia de Rusia.

Rossi remarcó que se trata de un conflicto complejo, pero consideró “alentador” el diálogo y destacó el papel que en ese contexto cumple Chipre. “La forma de evitar los incidentes es resolverlos apenas aparezcan y trabajando en la prevención”, afirmó y dijo tener la “tranquilidad” de que eso es lo que hacen los Cascos Azules argentinos, a quienes en la entrega de medallas de la ONU les hizo llegar un mensaje de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. “Me pidió que les dijera que valora mucho su participación en las misiones de paz de la ONU.”