EL PAíS
› LIBERAN A PABLO BELLUSCIO TRAS EL PAGO DE
UN RESCATE DE 100 MIL PESOS. HAY SIETE DETENIDOS
Regreso a la vida después del infierno
Belluscio quedó internado por su estado de shock. Para amputarle las dos falanges lo sedaron. Y luego le aplicaron la antitetánica. La policía cree que los secuestradores son 15. Y que la banda tendría relación con el secuestro de Mirta Fernández, por el que está preso un sargento de la Federal.
› Por Horacio Cecchi
Cuando lo soltaron eran las cuatro y media de la madrugada. Fue abandonado en el barrio La Ñata, en Garín. El shock de la liberación fue quizá tan fuerte como cuando lo secuestraron, hace 43 días. Pablo Belluscio corrió aterrorizado, creyendo que lo querían matar y sin parar de llorar. Llegó a una remisería sobre la Ruta 27, desde donde se comunicó con su familia. Alrededor de la medianoche del lunes, un familiar había arrojado el dinero del rescate –sostienen que se trató de cien mil pesos– en una bolsa, desde un tren antes de llegar a Isidro Casanova. Sospechan de la intervención de un/a profesional de la salud por el corte preciso de las dos falanges, porque le aplicaron una antitetánica y le suministraron antibióticos. Tras la liberación, se realizaron allanamientos en las villas La Cava y San Carlos, de San Isidro, en Don Torcuato, El Talar de Pacheco, Tigre y Benavídez. Fueron detenidas dos mujeres y cinco hombres. Tres, son pesados. Los investigadores buscan a otros tres capangas y a cómplices de segundo nivel. En total rondan los 15. Las autoridades sostienen que en la banda por el momento no se detectaron policías. Pero un dato pone en duda tal certeza: sospechan que la banda participó en el secuestro de Mirta Fernández, caso en el que al menos hay un ex sargento primero de la Federal detenido. Curioso: su novia era estudiante de medicina.
Alrededor de las 4.30 de la madrugada de ayer, el caso de Pablo Belluscio, que tuvo en vilo al país desde la desesperada carta enviada a los medios por su padre el martes 28 de octubre, comenzó a tener algunos visos de solución. Visos que, para el caso, eran los más urgentes: después de 43 días de cautiverio, el estudiante de biología fue liberado en el barrio La Ñata, de Garín, dentro del partido de Escobar y sobre el límite de Benavídez. El primer dato de su liberación fue recogido en una remisería ubicada en el 6385 de la Ruta 27, cuando el propio Pablo Belluscio se presentó aterrorizado, pidiendo auxilio, con la mano vendada y diciendo quién era. Inmediatamente lo comunicaron con la familia.
Pero la agonía de Pablo hasta sentirse a salvo puede haber sido más extensa si se atiende al testimonio dado por un mozo de la parrilla La Esquina, ubicada próxima a la remisería, sobre la Ruta 27 y la avenida Constituyentes, en Benavídez. Según el mozo, alrededor de la medianoche, un joven con la mano vendada apareció “lloroso, con mucho miedo, y lo primero que pidió era si le podían dar algo de comer porque tenía mucha hambre”. Según el mozo, lo mandaron hasta una estación de servicio próxima donde en teoría había un patrullero. Si realmente era Belluscio, si la hora dada por el mozo era la correcta y si logró encontrar al patrullero o prefirió buscar otro camino salvador, son cuestiones que analizan los investigadores. De comprobarse, la versión contrastaría con la ofrecida oficialmente, como ocurrió en la liberación de Rubén Astrada, cuando se produjo un extraño bache de varias horas en la información.
Lo cierto es que desde la remisería se comunicó con sus familiares para desatarse en un llanto. Apenas llegó fue atendido por médicos y psicólogos y luego internado en una clínica porteña. El joven había adelgazado unos cuantos kilos pero no se encontraba deshidratado. Lo que más cuidados llevó fue su mano y el profundo estado de shock por el que pasaba. A la medianoche del lunes según unas versiones, a las 2 de la mañana del martes según otras, un familiar había abordado un tren de la línea Belgrano Sur. Llevaba consigo una bolsa en la que había envueltos unos cien mil pesos. El familiar cumplió con las indicaciones de los secuestradores: arrojó la bolsa desde la ventanilla poco antes de que el vagón llegara a la estación Isidro Casanova.
La policía estaba enterada de los movimientos pero no actuó sobre los cobradores. “Esperamos el pago y a que le dieran la libertad”, dijo la fiscal federal de San Isidro, Rita Molina, con la idea de preservar la vida del secuestrado. De hecho, apenas recibieron el llamado de Pablo se desató un inmenso operativo en el que participaron alrededor de 200 policías, encabezados por la DDI de San Isidro y la Brigada Antisecuestros. Se realizaron 16 allanamientos en las villas La Cava y San Carlos, de San Isidro, en Don Torcuato, en El Talar de Pacheco, en Tigre y en Benavídez. “Siete personas fueron detenidas –confió a Página/12 un investigador–. Cinco hombres y dos mujeres. Entre ellos hay un matrimonio. De los hombres, tres son pesados, con antecedentes. Buscamos a otros tres pesados y a un grupo que conforma la segunda línea. Creemos que la banda tenía en total unos 15 integrantes.”
Tras la liberación, también surgieron algunos detalles del cautiverio de Pablo, especialmente aquellos que tuvieron que ver con la amputación de dos falanges del dedo índice de su mano derecha. Según confió la misma fuente, “antes de cortarle el dedo le dijeron que se tomara una pastilla para adormecerse porque lo iban a trasladar de lugar. Se ve que el pibe estaba tan asustado que en lugar de una dijo que le dieran dos. Se quedó dormido y ahí le seccionaron el dedo”. Además de la crueldad implícita, del hecho surgen algunas líneas de investigación: según el investigador, el corte fue hecho por un profesional o alguien con mucho conocimiento, porque fue un corte quirúrgico, realizado muy probablemente con bisturí (en los tres casos anteriores de que se tiene conocimiento se utilizaron tenazas, cuchillo y una tijera de cortar pollos).
Además, le aplicaron una vacuna antitetánica, le curaron la herida y durante ocho días le suministraron antibióticos cada seis horas, cumpliendo los horarios tan religiosamente que lo despertaban a la madrugada para proveerle la dosis correspondiente. Tanta perfección sanitaria no sólo llevó a un furcio intrascendente a la fiscal (dijo a una radio que los secuestradores habían “tratado bien a Belluscio”), sino que alimentó las evidencias de una mano de dudoso hipocratismo.
El gobernador bonaerense Felipe Solá sostuvo ayer públicamente que “aún no tenemos datos de que haya policías involucrados”. Pero las sospechas de los investigadores están inclinadas en sentido contrario. Creen que la banda, o parte de ella, tuvo que ver en el secuestro de Mirta Fernández, hija de un capitalista de juego de San Miguel, recientemente liberada, y a quien le habían cortado la falange de un dedo y, como en el caso de Belluscio, también habían enviado a sus familiares un video de la carnicería para convencerlos de que realizaran el pago. La duda sobre la afirmación de Solá es que por el secuestro de Fernández hay un ex sargento primero de la Federal detenido. Y una novia suya era estudiante de medicina. Nada indica, salvo la ausencia de pruebas, que el sargento primero no tuviera más novias ni que en la banda no participaran más policías.
Los investigadores consideran probado que los siete detenidos estaban al tanto de que participaban en uno de los escalones del secuestro. Estaban encargados ya sea del cuidado o de la compra de elementos sanitarios. “No pueden decir que no sabían en qué estaban”, reveló el investigador. “Aún no sabemos con certeza dónde lo tuvieron –agregó la misma fuente–, pero sospechamos que en uno de los lugares allanados, en El Talar de Pacheco.” Durante los allanamientos también fueron secuestrados chalecos antibalas, armas y vehículos. Respecto de quienes estaban encargados del cobro del rescate, están tan prófugos como los cien mil pesos.
Pablo Belluscio, de 25 años, fue secuestrado a la 0.30 del 22 de septiembre pasado, cuando se retiraba de la cancha de hóckey Perú Beach, en Martínez, luego de concluir su entrenamiento como jugador de hóckey. Intervino un comando de ocho hombres armados con fusiles FAL. Sin saber de qué se trataba, un guardia privado observó movimientos que le resultaron sospechosos y llamó a la policía. Cuando llegó el patrullero, los delincuentes acababan de secuestrar a Pablo. Vieron al patrullero y le dispararon con los fusiles, provocando heridas a dos policías.
Luego, se desvanecieron. Unos días más tarde comenzaron los llamados para anunciar el secuestro y exigir una cuantiosa suma que no fue revelada. El 28 de octubre pasado, desesperada, la familia, envió un maila todos los medios buscando ayuda. La publicación del mensaje no sólo provocó el desagrado de los secuestradores sino que originó un cacerolazo y una polémica entre el presidente Néstor Kirchner y el gobernador Solá.
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