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Se están cumpliendo 10 años del No al ALCA; un acontecimiento histórico producido en Mar del Plata por un puñado de presidentes que con su actitud parieron otro escenario político, social y económico en América latina.

A partir de allí se desencadenaron una sucesión de gobiernos populares en toda la región: a Hugo Chávez Frías, Néstor Kirchner y Lula se les agregaron Evo Morales, Rafael Correa y Fernando Lugo. Junto a ellos las organizaciones sociales que habían pasado décadas en lucha y resistencia comenzaron a cobrar otro protagonismo y nivel de participación.

En lo económico se comenzaron a diseñar estrategias que tuvieran directa relación con la integración productiva, con el intercambio de bienes y servicios entre los países de la región, a resignificar la institucionalidad ya creada –el Mercosur– y gestar ámbitos nuevos: Unasur y Celac.

Frente a este cuadro de situación, la derecha norteamericana y distintos sectores del gobierno estadounidense comenzaron a desplegar una política tendiente a quebrar este incipiente proceso que se vivía en el que siempre denominaron: “su patio trasero” y lo hicieron implementando una variedad de medidas y acciones, muchas de ellas de una magnitud y brutalidad nunca vista en épocas democráticas.

Allí se pusieron en práctica y continúan actualmente, todos los elementos constitutivos de los denominados golpes suaves: guarimbas, asesinatos selectivos, alzamientos policiales y militares, manipulación del Poder Judicial, campañas de desestabilización a través de los grandes medios de comunicación, hasta impulsar –vía legislativa– la destitución de primeros mandatarios: lo consiguieron con Fernando Lugo en Paraguay, lo siguen intentando con Dilma Rousseff en Brasil.

En lo estrictamente financiero y comercial impulsaron la Alianza para el Pacífico en un claro intento por debilitar el nuevo esquema de desarrollo impulsado por los gobiernos nacionales y populares y romper el círculo virtuoso que se había creado en donde se potenció la industria nacional, el consumo interno pues los obreros resultantes de esas nuevas fábricas quedaron incorporados al sistema productivo y se ejecutaron políticas activas de inclusión social.

También, firmaron el acuerdo Transpacífico con el objetivo claro de reformular su política de dominación económica en el planeta y consolidar el capitalismo más salvaje, siempre en detrimentos de los países emergentes.

Es evidente, también, los intentos claros por debilitar a los miembros de los Brics para impedir la consolidación de un polo de referencia que limite o entorpezca esta política que están implementando.

Un dato cualitativo lo constituye la aparición de una nueva derecha, que se presenta como una opción de cambio, que adopta discursos diseñados desde el marketing, usando las redes sociales para presentar sus propuestas con un discurso renovado pero que disfraza las viejas concepciones neoliberales que ya se han aplicado en los 90 con las consecuencias de pobreza y marginalidad ya conocidas.

Un histórico referente de esa derecha, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso está trabajando activamente por la libertad de dos de las más máximas expresiones del golpismo en Venezuela: Leopoldo López y Antonio Lezama, así como también en la destitución de Dilma –planteando que se haga cargo de sus errores cuando no hay ninguna prueba de carácter judicial contra ella– o comparando al PT y el kirchnerismo haciendo mención a las supuestas “crisis permanentes” de los populismos.

Macri afirmó que si es electo presidente pedirá la libertad, también, de López y Lezama. La articulación de las estrategias comunicacionales y políticas también forman parte de este posicionamiento, situación que desde los movimientos populares y algunos gobiernos fue subestimada. Desde esta última afirmación debe partir nuestra autocrítica y las acciones que deberán emprenderse para detener la ofensiva imperialista.

* Director de Ideal-CTA.