EL PAíS › ESTA VEZ LE TOCO A ASIS SER RECONOCIDO Y GOLPEADO EN UN RESTAURANTE
La moda de pegarle a los símbolos políticos
El ex funcionario menemista fue reconocido mientras cenaba con su mujer. Lo abuchearon y lo desafiaron a pelear. Entre empujones, cayó al piso y sufrió lesiones leves. Debió huir e hizo denuncia policial. El episodio se suma a una seguidilla donde se confundió escrache político con agresión física.
Por José Natanson
El jueves por la noche, el ex embajador Jorge Asís quería comer algo, pero terminó en el piso, en medio de vidrios rotos mientras la gente aplaudía. Y ayer por la mañana quiso explicar lo ocurrido ante un grupo de periodistas, pero un vecino que pasaba por ahí lo reconoció y volvió a insultarlo: una golpiza y un escrache en menos de 12 horas son demasiado, hasta para un hombre al que habitualmente no le tiembla el moñito ni siquiera para defen-der hasta la minucia a su antiguo jefe Carlos Menem.
Faltaban unos minutos para las once y Asís caminaba apurado por la calle Montevideo junto a su esposa. Era una noche calurosa, con una temperatura que superaba los 30 grados, y el escritor quería refugiarse en la refrigeración de “Che Buenos Aires”, el bar-restaurante en la esquina de Libertador.
Entró y se sentó, pero el alivio duró menos de dos minutos.
–¿Este no es Asís? –se escuchó en una mesa cercana.
La gente que lo rodeaba lo reconoció. Algunos golpearon la vajilla, la mayoría lo insultó con ganas.
Al lado suyo, tres hombres que tomaban café se sumaron al coro.
–Andate, hijo de puta –dijo uno de ellos.
Sorprendido y enojado, Asís no sabía cómo reaccionar. Uno de los hombres, el más grandote, se levantó de la silla.
–Vení, estoy solo, vení, animate –desafiaba.
En medio de la discusión el hombre se le fue encima y le dio un empujón que lo hizo desplomarse sobre una mesa. El vidrio se rompió y se esparció sobre el suelo, donde Asís cayó de espaldas.
Algunos aplausos, un mozo que lo ayudó a levantarse, y el ex embajador que volvió a su departamento de Montevideo. Una vez allí se comunicó telefónicamente para formular la denuncia con la comisaría 17, que designó una guardia en la puerta del edificio.
Durmió poco y mal. Por la mañana lo visitó un médico, que comprobó algunas heridas leves en la espalda, producto de las cortaduras de los vidrios. Cansado, Asís decidió no atender los llamados de las radios y optó por bajar a la puerta del edificio, donde lo aguardaba un puñado de movileros.
“Directamente venían por mí. Eran señores normales que deben vivir cerca de aquí y me conocían muy bien, aunque yo no a ellos. Por lo menos tres son los hombres que se me abalanzaron. Pero yo no puedo pelearme con quien no tengo rencor. El me tendrá rencor, pero yo no. Lo que pasa es que estoy harto de toda esta gente. Acá se tiene que terminar con esta canilla libre, con esta gran sensación de impunidad, con estos arrebatos fascistoides”, aseguró.
Pero la cosa no acabaría ahí. El escritor continuaba con sus explicaciones, que incluyeron un llamado de atención a los medios, a los que acusó de instigar este tipo de episodios. Justo en ese momento, un vecino que pasaba caminando comenzó a insultarlo.
Por supuesto, las cámaras y los micrófonos ignoraron su advertencia y lo dejaron por un momento para apuntar al vecino, que gritaba: “Este señor es un farsante. Fue partícipe del gobierno de (Carlos) Menem que corrompió no sólo a su partido, sino a todos los partidos”.
El hombre, menos belicoso que los de la noche anterior, se contentó con gritar sus verdades, se identificó como Carlos Sardito, y luego se fue caminando, acalorado pero pacífico.
Fue mucho para un solo día: Asís subió a su departamento y se encerró por el resto de la jornada.
Aunque particularmente fuerte, el de ayer no fue el primer episodio de este tipo. En pocos meses, personajes públicos de todo pelaje sufrieron una larga serie de agresiones espontáneas:
- Moisés Ikonicoff le aplastaron una botella de agua en la cabeza el 20 de diciembre;
- Horacio Liendo recibió una piña en la cara cuando bajaba de un taxi;
- Roberto Alemann sufrió zancadillas de atrás y patadas mientras caminaba por la calle;
- Raúl Alfonsín cruzó unas trompadas con un grupo de vecinos.
Junto a sindicalistas, banqueros y jueces, los políticos se han convertido en los blancos de la frustración y la bronca. En la mayoría de los casos, el repudio se expresa en el terreno de las palabras. Muchas veces insultos, mucha veces a los gritos, pero en los necesarios marcos de los “escraches” políticos que popularizaron los HIJOS en protesta por la impunidad de los represores. La expresión política se convierte en un problema, que ya ha generado interminables debates en los medios, cuando el hostigamiento verbal se transforma en agresión física. Este tipo de episodios –apoyados en la más que justificable furia ciudadana– puede derivar en una cadena imparable, que se sabe dónde empieza, pero no dónde termina.