EL PAíS › LA CRISIS EN LA SEGURIDAD
EL GOBIERNO EVALUA EL CONTACTO DE UN JEFE DE LA FEDERAL CON SAGORSKY

“Todo bien, un abrazo”, oyó el reducidor

Aunque no pesa sobre él ningún cargo judicial, el comisario Jorge “El Fino” Palacios, máxima autoridad de investigaciones de la Policía Federal, también tenía relación con el reducidor de autos que está detenido bajo la acusación de pertenecer a la banda que mató a Blumberg.

 Por Martín Granovsky

Una persona padece estos días el síndrome de la sobreocupación, que lleva a que algunos trabajan de más mientras otros trabajan de menos. Se trata del comisario Miguel Angel Colella, director de la División Asuntos Internos de la Policía Federal. Al sumario abierto por el subcomisario de la 23ª sospechado de participar de la banda que secuestró y mató a Axel Blumberg, Colella añade otro sobre un comisario de la plana mayor, Jorge Palacios, a quien todos dentro de la fuerza apodan “El Fino”. Ambos casos, aunque en un caso la derivación es judicial y en el otro no, tienen un nombre en común: el reducidor de autos Jorge Daniel Sagorsky.
El subcomisario de la 23ª es, tal como informó Página/12 la semana pasada con todo detalle, Daniel Graviña. El oficial está detenido y pasó a disponibilidad porque según la Justicia podría haber participado en alguno de los siguientes tres hechos:
u Sería parte de la banda que secuestró a Blumberg.
u Sería parte de una banda de reducidores de autos conectada con la banda anterior y quizás con los mismos jefes.
u Habría demorado demasiado en contar a sus superiores un supuesto alerta sobre el secuestro que le habría suministrado Sagorsky.
En cuanto a Sagorsky, que según la pesquisa del caso Blumberg tiene intereses en el comercio de autopartes tanto en la Capital Federal como en la provincia de Buenos Aires, el fiscal Jorge Sica pidió su arresto por su presunto papel en la reducción de autos. El vehículo clave sería el Volkswagen Passat azul robado al empresario de Arcor Luis Ortiz de Rosas y utilizado en el tramo de pago de rescate de Axel Blumberg.
La presunción de la Justicia es que, como mínimo, Sagorsky no pudo haber ignorado el origen del auto.
Pero la aparición del nombre de Sagorsky no se produjo por primera vez en el caso Blumberg. La Justicia venía investigándolo en una causa por presunta falsificación de documento público –un delito que siempre está asociado al robo y el desguace de autos– y había ordenado interceptar sus teléfonos.
Allí es cuando aparece una relación con el comisario Palacios, actual director de la Superintendencia de Investigaciones de la Policía Federal, donde goza de la confianza del ministro de Justicia Gustavo Beliz.
La transcripción de una de las conversaciones fue reproducida por el periodista Martín Pitón en Radio El Mundo.
Sin embargo, la mayor novedad es que las actividades de Palacios interesan al comisario Colella más aún que a Pitón. Y más todavía: este diario pudo comprobar que el caso es seguido al milímetro por los más altos niveles del gobierno nacional.
Antes de transcribir la grabación, incluso en sus detalles más nimios y cotidianos, conviene aclarar que se trata de una conversación en la que participan tres personas. Un primer diálogo se produce entre Sagorsky y Carlos Gallone. Un segundo diálogo, entre Sagorsky y Palacios. Un tercero otra vez entre Gallone y Sagorsky.
Gallone es un comisario inspector retirado. Muchos lectores pueden recordar una famosa fotografía periodística donde un policía abraza a una madre de Plaza de Mayo en una manifestación. Pues bien: ése es Gallone. El oficial era principal durante la dictadura. Figura en los archivos de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas como represor en la propia Superintendencia de Seguridad Federal, el departamento de represión política que tenía la fuerza de seguridad.
A continuación, el capítulo uno de la conversación.
Gracias a Dios
“Carlos Gallone: Hola. Daniel Sagorsky: Hola, Carlitos.
Gallone: Sí, señor.
Sagorsky: ¿Cómo te va, mi amigo?
Gallone: ¿Quién habla?
Sagorsky: Daniel.
Gallone: ¿Sabés con quién estoy acá? Con un hombre que te quiere detener, hermano.
Sagorsky: ¿A mí?
Gallone: Sí.
Sagorsky: ¿Quién me va a detener? ¿Qué huevos tiene?
Gallone: Este tiene huevos grandes. Estoy justo con el Fino Palacios.
Sagorsky: ¿Con quién?
Gallone: Con el Fino Palacios.
Sagorsky: Ah, Palacios.
Gallone: Justamente, le expliqué que eras amigo mío. Que por vos, que gracias a Dios, había salido bien de una cosa que te habían imputado. Entonces me dijo que sí, que te querían, que te tienen referencias. Pero si salió bien, mejor. Está acá al ladito mío. Después, un día de estos, vamos a ir a tomar un cafecito con él.
Sagorsky: Bueno, bueno.
Gallone: ¿Sabés por qué? Me está diciendo, vino a ver a Cainelli. Quiere comprar una cuatro por cuatro para ir a pescar.
Sagorsky: Una cuatro por cuatro para ir a pescar...
Gallone: Se la vamos a ir a pedir a Daniel, le digo.
Sagorsky: No hay problema, no hay problema, lo que quiera.
Gallone: Esperá que te doy con él así lo saludás, pero no hablen nada.
Sagorsky: No, no.”
Hasta aquí la primera parte del diálogo, que revela la extraordinaria familiaridad entre Gallone y Sagorsky.
Es tan cercano ese lazo que Gallone incluso cree oportuno establecer casi una llamada en conferencia.
Queda la promesa del café entre los tres.
Naturalmente, el supuesto interés en al compra de una cuatro por cuatro para ir a pescar.
Y, por supuesto, la recomendación de Gallone de no hablar nada. Es decir, nada que, dicho por teléfono, después pueda ser usado en contra de alguno de ellos como está sucediendo estos días.
Lo que sigue es el diálogo, más cuidadoso, entre Sagorsky y Palacios.
Todo bien
“Jorge Palacios: Hola.
Sagorsky: Hola.
Palacios: Sí, ¿qué tal?
Sagorsky: Buenas tardes, ¿cómo le va? ¿Qué tal, bien?
Palacios: ¿Qué tal, bien?
Sagorsky: Bien, ¿y usted?
Palacios: Bien, gracias a Dios bien.
Sagorsky: Me alegro mucho. En cualquier momento a ver si nos vemos y charlamos un poquito.
Palacios: Bueno, cómo no.
Sagorsky: Un cafecito vamos a tomar.
Palacios (riéndose): Todo bien. Un abrazo.
Sagorsky: Chau, chau.”
Después de la despedida cordial del comisario Palacios a quien terminaría detenido como presunto integrante de una banda de secuestradores, viene la tercera parte. Se pide paciencia al lector por si hay algún detalle superfluo, pero también los detalles vienen bien parasacar conclusiones tanto sobre el reencuentro de los amigos como sobre el nivel de exposición en sitios de Buenos Aires.
Hermano
“Sagorsky: Hola.
Gallone: Hola.
Sagorsky: Vamos a tomar un cafecito. Mirá, una alegría, después de tanto tiempo que no me veía con él.
Gallone: Bueno, que la pasen bien. ¿A qué hora nos vemos, ahora?
Sagorsky: No, más tarde va a tener que ser.
Gallone: ¿A qué hora?
Sagorsky: Y... tipo 20 horas. ¿A qué hora llegás allá?
Gallone: No, yo me estoy volviendo para allá.
Sagorsky: Bueno, andá, andá, quedate, nos vemos mañana, hermano.
Gallone: ¿A las ocho? ¿Antes no podés?
Sagorsky: No, no voy a poder.
Gallone: Está bien, a las ocho.
Sagorsky: ¿A las ocho en dónde?
Gallone: Decime.
Sagorsky: ¿Qué te conviene más, el Plaza o el Castelar?
Gallone: ¿El Plaza o el Castelar? Adonde quieras vos.
Sagorsky: En la confitería del Castelar a las ocho de la noche.
Gallone: Pero nos va a quedar el Plaza, porque después, para ir al local...
Sagorsky: Bueno, vamos al Plaza.
Gallone: Al Plaza. ¿A qué hora?
Sagorsky: A las ocho.
Gallone: ¿A las ocho?
Sagorsky: Sí, querido.
Gallone: Un beso.
Sagorsky: Un beso.”

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