EL PAíS › ALFONSIN Y LEGISLADORES DEL MERCOSUR CON ANOOP SINGH
Otra mano tendida al indio
El ex presidente pidió al enviado del Fondo comprensión no sólo de la situación económica sino también política. Y dijo que la coalición gobernante no reducirá el gasto social.
Por José Natanson
¿Qué habrá entendido Anoop Singh cuando Raúl Alfonsín, después de darle la mano, hizo el típico gesto de cerrar el puño, flexionar el brazo derecho y moverlo una y otra vez, como diciendo “fuerza”? Aunque el rostro imperturbable del economista indio no dio muchas pistas, el gesto del ex presidente buscó subrayar el pedido de un grupo de parlamentarios del Mercosur para que se apurara la ayuda financiera a la Argentina. Y dejó claro, también, que a pesar de los cocoreos retóricos contra los organismos internacionales, la voluntad de Alfonsín sigue siendo la de dialogar con ellos, igual que durante su gobierno.
Durante poco más de una hora, en el Sheraton, Singh recibió al Parlamento del Mercosur, integrado por el senador brasileño Roberto Requiao, el diputado paraguayo Alfonso González, el uruguayo Washington Abdala, el chileno Víctor Rebolledo y los argentinos Osvaldo Rial, María del Carmen Alarcón y Mirta “Tota” Rubini, que se hizo conocida en enero, cuando su hijo disparó en Junín a un joven que protestaba en la puerta de su casa.
La gran estrella fue Alfonsín, presidente pro tempore del Parlamento del Mercosur y encargado de alcanzarle a Singh una declaración en la que los legisladores le solicitaron al FMI “una definición urgente respecto a la ayuda económica que la Argentina necesita”.
Después de leer el comunicado, el economista indio aclaró que el Fondo se encuentra trabajando para apurar los tiempos al máximo, pero que no resulta tan sencillo.
–Nuestro pedido es que intervenga ante los directivos para destrabar esta situación tan dolorosa. Que tengan una mirada más humanística que contemple la gravedad de las crisis en Latinoamérica –replicó Alfonsín.
Y agregó un argumento que insinuaría, una y otra vez, a lo largo de la reunión: el Fondo debe ampliar su perspectiva economicista a un enfoque más amplio, que contemple la gravedad de las crisis institucionales en el Cono Sur (Venezuela es sólo un ejemplo) y la estabilidad democrática argentina como factor de equilibrio regional.
–El contagio en Latinoamérica es grande. El riesgo es la dictadura y el putch de derecha –dijo Alfonsín.
Más allá de algunas intervenciones aisladas, el resto de los representantes argentinos permaneció en silencio. El diálogo se concentraba en Alfonsín, Singh, y, cada tanto, los legisladores latinoamericanos, que muchas veces se encargaban de redondear los comentarios del ex presidente.
–La Argentina puede ser presionada hasta un cierto límite, y más allá de él pueden romperse las instituciones. Si la democracia se rompe en la Argentina, los brasileros nos sentimos amenazados –dijo el brasilero Roberto Requiao cuando Alfonsín se quejó de las recetas ortodoxas del Fondo.
En tono amable, pero con una inexpresividad total, Singh describió el breviario del FMI: equilibrio fiscal, seguridad jurídica, emisión controlada y ajuste en las provincias.
–Todo eso se puede conversar. Pero éste es un gobierno casi parlamentario y ninguno de los sectores que lo apoyan está dispuesto a aceptar una disminución del gasto social en la Argentina –sostuvo el jefe radical.
–Nosotros nunca recomendamos que se recorten los fondos sociales, pero sí creemos que deben mejorarse los mecanismos para que lleguen mejor a la gente y no haya despilfarro –replicó el indio.
Fue el único momento en el que el diálogo se elevó, aunque apenas unos pocos tonos. Por lo demás, Alfonsín mantuvo una actitud diplomática, que contrasta con sus habituales diatribas anti Fondo: diez días atrás, por ejemplo, había pedido al organismo que “nos dejen trabajar en paz” y que no insistan con “recetas estúpidas”.
Es que, más allá de los gestos públicos, Alfonsín cree en la necesidad de dialogar con los organismos internacionales. De hecho, cuando asumió la Presidencia, en 1983, la Argentina había dejado de pagar su deuda externa. Aunque su primer ministro de Economía, Bernardo Grinspun, cuestionaba al FMI y hasta llegó a dejar plantada a una misión en un restaurante porque tenía que asistir a una marcha, Alfonsín rápidamente cambió el rumbo: Juan Sourrouille no sólo retomó el diálogo con el Fondo; volvió a pagar las obligaciones financieras y dio marcha atrás en los tímidos intentos por distinguir entre la deuda genuina y la fraudulenta. “Está convencido de que la salida a la crisis argentina sólo es posible con un acuerdo con el Fondo”, resumía ayer uno de sus colaboradores.
Por eso, a pesar de los pataleos públicos, los reclamos y los pedidos, Alfonsín aceptó la invitación de Singh y mantuvo con él un diálogo amable. Eso sí: no pudo con su genio y se permitió, sobre el final, deslizar una chicana.
–A veces uno piensa que Washington no le presta demasiada atención a nuestra región –dijo Alfonsín.
Y, sonriendo apenas, agregó: “Pero por la sucesión de acontecimientos, parece que tampoco le presta atención a otros lugares, como Medio Oriente, por ejemplo”.